Manda huevos

Es que no aprenden. Una no sabe si es que son de Marte o bien que nos toman a todos por idiotas, pero alguien debería recordar a los políticos que una cosa es gastar y otra despilfarrar. En su casa o en la mía lo tenemos claro: echamos cuentas a final de mes y, si nos pasamos, vemos por dónde recortamos. Aunque claro, a usted o a mí no nos pagan un sueldo público, ni manejamos dinero que no es nuestro, e incluso sabemos, sin mirar los gráficos de la EPA, que las cosas están mal, muy mal.

A Wert no queríamos verle ni en pintura, tampoco Rajoy, y, vaya, que ahora le tendremos para siempre jamás colgando de un clavo en el Ministerio de Educación. Como todo/a ilustrísimo/a o señoría con cargo que se precie y se haya paseado por una, media o dos cuartos de legislatura. Y si repiten, pues dos retratos, qué caramba, que pagamos todos. Ya sabíamos que la política es esa hoguera de las vanidades de la que algunos salen con el culo en llamas... y también con pisito pagado en París o en Londres. Miren si no a Wert o al incansable Trillo. Que se sepa desde 1977 el erario público ha gastado 1,3 millones de euros en inmortalizar a sus representantes cual cortesanos de otro siglo en aras, dicen, de una tradición, aunque yo más bien hablaría de chiste de mal gusto. Si no les convence el argumento de la contención para acabar de una vez por todas con tanto absurdo, sepan que existe un género más barato que el pictórico: la fotografía. Avedon, Penn, Newton... o un iPhone 7, que es la repera.

Al menos Wert ha tenido la delicadeza de no haberse hecho inscribir a pie de lienzo, como Trillo, un Iubet testis, que es en latín lo que en castellano Manda huevos. Pues eso.