Un señor de Barcelona
PERE MIR I PUIG (1919-2017) Químico, empresario y filántropo
El siguiente artículo fue originalmente publicado en ‘La Vanguardia’ en abril del 2013. Su autor lo ha actualizado como homenaje a la memoria de Pere Mir
Una charla con Pere Mir me vacunó contra posibles pesimismos. Por ello, me gustaría hablar de él, a pesar de que su discreción no soportaba la frivolidad mediática.
Pere Mir, barcelonés de pura cepa, era un catalán de los que ven más allá del Tagamanent. Un hombre que evitaba las fáciles paranoias, generoso con su tiempo y su bien administrado dinero, hombre de curiosidad insaciable, gran raconteur, doctor y profesor en ciencias químicas, autor de decenas de patentes y fundador de un grupo de industrial químico líder en su sector. Era persona cordial de ancha sonrisa, brazos abiertos y efervescente vitalidad. Un enamorado del Mediterráneo, de su cielo, y de su garbí, fue experto submarinista y piloto de aviación. Sin embargo, lo que le marca como una rara avis era su fervor filantrópico.
Hace años en el ambiente médico de Estados Unidos circuló el rumor de que un mecenas anónimo financiaba los estudios a jóvenes científicos catalanes en los más prestigiosos laboratorios del país. El desconocido mecenas era el mismo que, a través de su Fundación Cellex, construyó los laboratorios oncológicos del hospital Vall d’Hebron y promocionó la investigación científica en su sentido mas amplio. Ejemplos de su influencia abundan: el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, que colabora con el Salk Institute de San Diego, el Centro para la Salud Internacional estudiando posibles vacunas antimalaria en Mozambique, el proyecto NEST-Cellex para el desarrollo de la Ciencias Fotónicas, en colaboración con el Max Plank Institute de Munich, y un largo etcétera que asombra por su calidad.
Algunos de los científicos asociados a proyectos de Pere Mir han participado en importantes congresos científicos estadounidenses, una de las razones por las que este hombre fuera de serie era conocido, querido y admirado desde Nueva York hasta Seattle. Su esposa, Núria, contemplando la bahía de Cabrera, un día me dijo: “En Pere és únic”. Absolutamente cierto, y yo añadiría: ella también.
Cuando este señor de Barcelona recibió la Medalla de Oro de su ciudad, renové mi fe en ella. Es gracias a hombres como él por lo que el Barcelona Cool perdura y aumenta su atracción y vitalidad. El Bread and Butter se fue, pero el Mobile World Congress llegó; Eurovegas no vino, pero Nissan se quedó. Con hombres como Pere Mir podemos mirar al pasado sin ira y al futuro con esperanza. Además, si las cosas iban mal, Pere preparaba el mejor dry martini de Europa. A veces toca...
Pocos días después de la aparición de estas líneas en La Vanguardia, a las tres de la madrugada sonó mi telefono en Colorado. Me despertó la estentórea y siempre cordial voz de Pere. “Per què ho has escrit, això? Que no saps que a mi no m’agrada l’incens?”.
Pere Mir, un hombre cuya modestia fue sólo superada por su generosidad. Descansa.