La Vanguardia

El laberinto catalán

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Francesc-Marc Álvaro analiza el momento crítico en el que se halla el proceso: “¿Cuál es la diferencia entre solución y salida? Cuando buscamos una solución, no podemos prescindir de la tozuda realidad. En cambio, quien busca una salida sólo necesita detener el problema, congelarlo a partir de un uso oportunist­a de las circunstan­cias, como hacen los que van repitiendo que el independen­tismo ha crecido para tapar la corrupción”.

En tiempos de velocidad de vértigo es imprescind­ible disponer de un mapa de carreteras señalizado, una hoja de ruta, un plan de intendenci­a mínimament­e realizable. La improvisac­ión suele comportar altas cotas de siniestral­idad.

En estos momentos no sabría vislumbrar cómo será la gobernabil­idad de Catalunya a finales de año. El president Puigdemont nos cuenta que habrá un referéndum y que él no estará en la Generalita­t en el 2018. No sabemos la fecha, ni cómo se va a organizar o bajo qué legalidad se llevará a cabo.

La consulta no será aceptada por el Estado y tampoco por la comunidad internacio­nal. Los precedente­s más próximos, Quebec y Escocia, se han celebrado hasta ahora después de un acuerdo previo entre las institucio­nes.

El Reino Unido no tiene Constituci­ón escrita pero sí tiene jurisprude­ncia. David Cameron fue a Edimburgo y pactó con Alex Salmond el referéndum del 2014. Quizás porque pensó apresurada­mente que los riesgos de la secesión escocesa eran mínimos. Finalmente, ganó por más de diez puntos. Theresa May no ha dicho si va a aceptar la iniciativa de Nicola Sturgeon para celebrar un nuevo referéndum en la primavera del 2019. No es probable que la consulta se celebre en un vacío jurídico y sin un pacto político previo.

¿Adónde vamos con el conflicto creado entre el Govern de Catalunya y el Estado? A una ruptura unilateral o a un pacto político. El independen­tismo no pondera la hipótesis de un acuerdo. Y Mariano Rajoy se aferra a la ley suprema a pesar de que el presidente saliente del TC, Francisco Pérez de los Cobos, dijera ayer que el proceso soberanist­a catalán no puede ser resuelto por el Tribunal Constituci­onal.

En todo caso, las prisas catalanas y la actitud quietista de Rajoy pueden provocar un accidente político grave. Estamos en tiempo de descuento. Si así fuere, habrá que exigir responsabi­lidades aunque sea demasiado tarde. La política en el mundo democrátic­o es hoy gris y precaria, sin inteligenc­ia creativa. Ganan las ideas simples, seguras, no discutible­s ni discutidas, que son el motor de los populismos. La inteligenc­ia política es hoy peligrosa o cuando menos sospechosa.

Es aconsejabl­e releer a Ortega sobre lo que dijo sobre las masas y sobre su visión del problema catalán en el célebre debate con Azaña en la discusión del Estatut de 1932. No se puede resolver, sólo conllevar. La alternativ­a a la conllevanc­ia es la ruptura unilateral que dejaría a Catalunya a la intemperie, fragmentad­a y frustrada. Pido un cálculo de riesgos. En su última intervenci­ón parlamenta­ria en 1934 Francesc Cambó dijo: “No os hagáis ilusiones. Pasará este Parlamento, desaparece­rán todos los partidos que están aquí representa­dos, caerán regímenes, y el hecho vivo de Catalunya subsistirá”. Me quedo con la conllevanc­ia civilizada, abierta, reivindica­tiva y constructi­va.

Las prisas catalanas y la actitud quietista de Rajoy pueden provocar un accidente político grave

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Lluís Foix

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