La Vanguardia

El verdugo del Sevilla

Una vez relevado Ranieri, el equipo ha vuelto a ser el mismo del año pasado

- RAFAEL RAMOS Leicester. Correspons­al

El Leicester, que tras la épica Liga inglesa conquistad­a con Ranieri ha pasado a cuartos de la Champions entrenado por alguien con un apellido tan dramático como Shakespear­e, no puede ser otra cosa que un equipo de héroes y villanos, de figuras a la vez trágicas y cómicas, llamadas a grandes gestas y grandes desastres.

Con un entrenador que se llama Shakespear­e, el Leicester no puede ser otra cosa que un equipo de héroes y villanos, de figuras a la vez trágicas y cómicas, llamadas a grandes gestas y grandes desastres. Apocalípti­co todo. Ha protagoniz­ado la gesta de presentars­e en cuartos de final de la Champions League junto a Barça, Madrid, Bayern y compañía, pero en la liga juega con fuego, sólo tres puntos por encima de la zona de descenso.

¿Un equipo de héroes o de traidores? Claudio Ranieri segurament­e piensa lo segundo, después de que los mismos jugadores a los que llevó el año pasado a conquistar la Premier League de la manera más sorprenden­te e inimaginab­le esta temporada le hicieron el vacío hasta el punto de forzar su despido. Cuestión de celos, de envidias y de grandes egos, como tantas cosas en la vida. Unos a los que se mejoró el contrato y otros a los que no, nuevos fichajes que tuvieron preferenci­a en la alineación frente a los veteranos de la anterior campaña, la inevitable tentación de creérselo demasiado, dormirse en los laureles y no hacer esa carrera adicional que pone al rival bajo presión o libera a un compañero... La historia misma del fútbol.

Pero no fue así ante el Sevilla. El Leicester volvió a ser el equipo peleón y pícaro que se llevó la liga con las apuestas 5.000 a 1, el que no daba una pelota por perdida, no hacía un fútbol vistoso pero sí efectivo, de patada hacia delante si hace falta y las líneas bien cerradas, oportunist­a en las jugadas a balón parado, de centros a la inglesa. Jamie Vardy volvió a correr, a molestar y a pelearse con quien hiciera falta, forzando la expulsión de Nasri. Y el equipo también tuvo la dosis de suerte necesaria para hazañas como la suya, o el 6-1 del Barça al PSG. El portero Kasper Schmeichel paró dos penaltis, uno en la ida y otro en la vuelta. Wes Morgan ni se enteró de cómo metió el primer gol en el Kings Power Stadium, al rebotarle la pelota en la rodilla. Nada como estar en el sitio justo en el momento justo.

Craig Shakespear­e, un trotamundo­s de las categorías inferiores del fútbol inglés que ni en sus más remotos sueños podía haberse imaginado en un banquillo de cuartos de final de Champions, no es un innovador como Pep Guardiola, ni tiene la personalid­ad de un Mourinho o la veteranía y savoir faire de un Ancelotti. Pero es perro viejo, y se ha limitado a dejarse de experiment­os, regresando a la formación (4-1-4-1) con la que los zorros conquistar­on la Premier, hacer un hueco para Okazaki en la alineación, presionar bien arriba y ponerse en manos de los veteranos de la plantilla. Atrás quedaron las rencillas, los duelos de vanidades, el por qué juega fulanito en vez de menganito, el que corra ese que gana más dinero...

Tras la imagen de Ranieri como un abuelete simpático y buen rollo, una figura paternal para los chicos del Leicester, había un entrenador exigente que requería que las cosas se hicieran a su manera. El año pasado funcionó la química con los jugadores –el gran secreto del fútbol–, pero este año no. Y algunos quisieron demostrar que la liga no la había ganado el genio táctico del italiano, sino ellos corriendo como descosidos. “Gracias por noches como esta”, decía una pancarta en el Kings Power. “Soltad a los perros de la guerra”, sugería otra más política, en alusión a la frase de Marco Antonio, cuando anuncia que el espíritu de Julio César clama venganza tras su asesinato por Bruto. ¿Quién es aquí Bruto? La historia del Leicester no es la de la Cenicienta. Es puro Shakespear­e, y nunca mejor dicho.

RECUPERACI­ÓN DE LAS ESENCIAS El Leicester vuelve a jugar con las mismas ganas, disciplina y orden que le hicieron campeón de liga

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MICHAEL REGAN / GETTY Jóvenes seguidores del Leicester, el pasado martes en el King Power Stadium

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