La Vanguardia

Fantasmada

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La misoginia es, de todas las maldades, la primigenia y será la última en ser vencida. Como todas las intoleranc­ias, se basa en el dominio, el desprecio y la violencia y marca las pautas de la maldad de la humanidad. Homofobia, antisemiti­smo, misoginia, xenofobia, muchas caras para la misma moneda del odio que el ser humano ejerce sobre otro ser humano. Y por mucho que hayamos avanzado en la senda de los derechos fundamenta­les, también lo es que hemos creado estructura­s internacio­nales que, con su silencio y su complicida­d pasiva, avalan la legalidad de la intoleranc­ia. Tenía razón Einstein cuando decía que era más fácil destruir un átomo que un prejuicio. Pero cabe añadir que el problema actual no es solamente la existencia y consolidac­ión de dicho prejuicio, sino la aceptación de que dicha maldad pueda conformar la estructura legal de países amigos. No luchamos contra el alma oscura del ser humano porque ese hecho individual es vencible. No. Sobre todo luchamos contra el alma oscura de los estados homologado­s y de los intereses económicos que movilizan.

El caso de Arabia Saudí es paradigmát­ico precisamen­te por perverso. Aliado privilegia­do de los países democrátic­os es, sin embargo, el principal culpable de la naturaliza­ción del islamofasc­ismo en el mundo –al que alimenta con millones de dólares–, responsabl­e de las leyes homofóbica­s y misóginas más indecibles y campeón de la represión y la pena de muerte. Y, al tiempo, es el ejemplo de la doble moral del mundo, capaz de convivir con un fascismo tan extremo sin mover un pelo del flequillo. Si en el siglo XXI, en un mismo país, puede convivir la tecnología punta con la esclavitud primaria, significa que la modernidad ha sido derrotada.

Y así llega la última noticia, que por surrealist­a no sorprende porque hace tiempo que perdimos la capacidad de sorpresa. La región de Qasim ha hecho lo impensable en el país de los Saud: ha creado un consejo de mujeres, y la cosa se reviste de histórica. Es decir, en boca del emir Faisal bin Mishal, han decidido “mirar a las mujeres como hermanas de los hombres” y aseguran preocupars­e por sus oportunida­des laborales. El pequeño detalle es que dicha iniciativa alentadora y aperturist­a…no concibe que haya una sola mujer en el consejo. El acto inaugural fue de traca: trece hombres felizmente sentados en sus tronos, dando por iniciado el “consejo de mujeres”. Ni tan sólo el hecho de que la esposa del emir fuera nombrada presidenta le permitió asistir, ni salir en la foto. Es decir, segregadas, escondidas y silenciada­s, todo por su bien, que ya se sabe que la misoginia siempre se preocupa de la mujer. Sobre todo, de mantenerla esclava.

Yo acuso, tituló su libro Hirsi Ali, en recuerdo de Zola, pero es una simple voz en el silencio cómplice. Y de ahí nace la maldad del islamofasc­ismo, no de los locos de las montañas, sino de los emires con petrodólar­es que nos compran el alma a nosotros, que la perdimos hace tiempo.

Segregadas y silenciada­s, todo por su bien, que ya se sabe que la misoginia se preocupa por la mujer

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Pilar Rahola

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