La Vanguardia

Pacto de no agresión con los okupas

El gobierno de Ada Colau antepone la mediación al enfrentami­ento para no contrariar a su electorado

- RAMON SUÑÉ Barcelona

Mientras en el Congreso de los Diputados se empieza a debatir la necesidad de dotar a las administra­ciones públicas de instrument­os para combatir el creciente fenómeno de la ocupación mafiosa de pisos vacíos, que después son revendidos por sus usurpadore­s a otros inquilinos (una práctica de la que el martes se hizo amplio eco La Vanguardia), en la ciudad de Barcelona la okupación más clásica, la que tiene una base ideológica de diversa consistenc­ia, se mantiene viva y poniendo a prueba al gobierno de turno, en este caso el que dirige la alcaldesa Ada Colau. Y como sucedió con los anteriores, el actual gobierno municipal sigue sin encontrar una fórmula mágica para afrontar este fenómeno sin lastimarse más de la cuenta.

“Colau se debería escribir ya con doble K: alkaldesa Kolau”, sentencia a menudo el presidente del grupo municipal popular, Alberto Fernández, el fiscal más implacable e inagotable del movimiento okupa en la capital catalana. Hace unas semanas, y el martes volvió a repetir- lo, Fernández denunció que en sólo medio año de gobierno de la exactivist­a de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en la alcaldía, el número de “okupacione­s ilegales” en Barcelona aumentó un 66%, de 642 a finales del 2015 a 1.065 en el pasado verano. Estos números, que figuraban en la respuesta del gobierno a unas preguntas formuladas por el PP, revelan que en distritos como Ciutat Vella o Nou Barris se dobló en ese periodo el número de viviendas okupadas.

Los populares tienen controlada una docena de auténticos refugios okupas, algunos de ellos con una larga historia, como el Casal Tres Lliris (antiguo cuartel policial de la Travessera de Gràcia), los antiguos cines Lauren, las casitas de Hort de la Vila en Sarrià, la Kasa de la Muntanya (que ha sido incluida en una guía turística del distrito de Gràcia), la polémica Can Vies (la casa de Sants que tantos problemas causó al alcalde Trias), la antigua sede del Instituto Botánico o los Blokes Fantasma de la avenida Coll del Portell. En estos casos, el gobierno de Ada Colau, consciente de que un enfrentami­ento con el movimiento okupa será de difícil digestión para sus votantes, antepone la mediación –cuando no la colaboraci­ón– al conflicto.

Fuentes del equipo municipal niegan que en Barcelona se produzca un incremento de las okupacione­s –con k– como consecuenc­ia de un supuesto efecto llamada, y apuntan que los datos que maneja el PP incluyen todo tipo de usurpacion­es de viviendas, algunas justificad­as por razones sociales y económicas por el Ayuntamien­to, y otras que no tienen esa justificac­ión.

Según esas mismas fuentes, el Ayuntamien­to aplica el principio de actuar en función de cada caso particular y siguiendo varios criterios. El primero, comprobar si en la finca okupada hay o no riesgos para la seguridad de las personas. Es lo que ocurrirá en Hort de la Vila, donde se está elaborando un nuevo informe sobre las condicione­s de habitabili­dad. Este lugar ha permanecid­o okupado porque el anterior concejal de Sarrià, el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, lo permitió. Un intento frustrado de desalojo ordenado por el actual edil del distrito, el socialista Daniel Mòdol, puso de manifiesto las discrepanc­ias que BComú y PSC mantienen en torno a este fenómeno.

Permitir o no una okupación depende de que la casa okupada cuente o no con algún proyecto inminente de nuevos usos. Este criterio es el que llevó a intervenir en el edificio de Transforma­dors, donde está previsto construir equipamien­tos. El nivel de quejas de los vecinos y la considerac­ión del “retorno social” de las actividade­s realizadas en las casas okupadas son otros factores que, según el Ayuntamien­to, son tenidos en considerac­ión a la hora de decidir qué hacer.

El Ayuntamien­to tolera la ‘okupación’ si se da en fincas para las que no hay proyectos inmediatos

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KIM MANRESA Los antiguos cines Lauren en Sant Andreu, uno de los espacios okupados de Barcelona

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