La Marítima era atractiva
El 20 de mayo de 1888 se inauguraba con pompa y circunstancia requeridas la Exposició Universal de 1888. Manuel Girona, comisario regio, fue uno de los que pronunciaron discursos. Fue breve pero contundente. Entre otras cosas dejó bien sentado que era la primera vez que se efectuaba en España una Exposició Universal. Y a renglón seguido hizo hincapié en otro aspecto que señalaba una relevancia muy singular: “Es también la primera vez que ofrece una sección verdaderamente marítima, por la feliz circunstancia de bañar parte de su perímetro las aguas del Mediterráneo”.
De todo esto no se enteró en aquel momento nadie, tan queda era su voz. Hubo, pues, que aguardar a la publicación de la prensa al día siguiente para leer el texto.
Así pues, vale la pena evocar este aspecto tan novedoso y de alcance mundial.
Londres había llevado a cabo la primera gran exposición universal; corría 1851. Luego siguieron las de París, Viena y Filadelfia. Algunas capitales repitieron, y la que consiguió insistir más fue París.
Manuel Girona fue sutil al precisar la característica barcelonesa, que calificaba de “verdaderamente marítima”. Se refería al hecho que si bien en certámenes anteriores habían contenido una sección marítima, en el caso de Barcelona no sólo estaba a pie de playa, sino que las aguas fueron empleadas como escenario. Y en este aspecto residía la novedad.
Un puente formidable salvaba la vía del ferrocarril y conducía a dicha zona especializada. En ella se encontraba los siguientes pabellones: Industrias Marítimas, Trasatlántica, Administración Militar, Asilo Naval, Salvamento de Náufragos, Efectos Navales y el café restaurante a pie de playa, instalado sobre un espigón bien adentrado en la mar.
Este establecimiento fue el que se ganó el favor de todos los visitantes. Bajo un gran toldo, las mesas y las sillas resultaban tentadoras para tomar asiento, descansar y sobre todo paladear el panorama. En aquel insuperable escenario natural se celebraron toda suerte de exhibiciones, desde las ofrecidas por las escuadras extranjeras que rendían visita a la ciudad, hasta regatas y desfiles de los mejores barcos de los más diversos estilos y dimensiones, amén del tráfico habitual de navíos.
Ni que decir tiene que la bonanza de la estación favorecía el placer de saborear con comodidad las bondades sensuales de un ambiente tan mediterráneo.
Para una Barcelona que hasta entonces había vivido dando la espalda al mar, la novedad resultaba aún más noticiosa. Importa tener presente que hasta 1883 había permanecido en pie la muralla de mar, que había sido derribada para poder tender el paseo Colom. Y, por si fuera poco, bueno es recodar que bañarse aún era tenido como una práctica que debía ser administrada con suma prudencia.
Por vez primera una Exposició Universal tenía la sección marítima a orillas de la mar