“Va a ser un set largo”
Sam Sumyk reorientó a su pupila, Garbiñe Muguruza, que ya está en cuartos de final en California
En una pista de tenis, todo lo que hace Garbiñe Muguruza (23) es excesivo. Para bien o para mal.
Basta con echarle un vistazo al resultado de su último partido en Indian Wells. En los octavos de final, derrotó a Elina Svitolina, que venía enrachada: había ganado sus últimos quince partidos.
Los números justifican la reflexión, todo eso de que Muguruza es excesiva. El resultado fue de 7-6 (5), 1-6 y 6-0. Una montaña rusa. Y su entrenador, Sam Sumyk, devorándose las uñas.
Sumyk había tenido que aparecer en la pista en el descanso entre el segundo y el tercer set. En ese momento, Muguruza parecía deprimida. Tanta ida y vuelta la llevaba loca.
Había llegado a colocarse 5-2 en la primera manga, antes de encajar cuatro juegos y verse obligada a multiplicarse en el desempate, el tie-break.
Y luego se había desfondado en el segundo, un festival de errores no forzados y decisiones equivocadas que habían elevado las opciones de Svitolina. Sin hacer mucha cosa, la ucraniana cabalgaba con el viento a favor. ¿Y luego? Sumyk se había asomado a la cancha. Las cámaras de la televisión recogieron su conversación con Muguruza. Le dijo:
–El último va a ser un set largo. Haz ajustes. Vas a ganar si crees en tu juego.
En parte, Sumyk tenía razón. Muguruza creyó en sí misma y se llevó el partido. Otra cosa es el cómo: el último set se despachó en un santiamén.
–Garbiñe es así –dice Jordi Arrese, entrenador, que fue medalla de plata en Barcelona’92. –¿Qué quiere decir? –Cuando se prende, está muy bien. Pero si no la pillas al máximo de motivación, se baja y se va.
Arrese interpreta que Muguruza es una tenista de rachas. Alguien que se crece en los grandes eventos. Pero que se deshincha en los eventos de medio pelo: –A veces le cuesta remar. –Y eso ¿cómo se arregla? –Haciéndole creer que va a ser la número uno. Se supone que su entorno sabe cómo llevarla –¿Puede ser la número uno? –Desde fuera, veo que su potencial es enorme. Hoy, Muguruza es la séptima. –¿Por qué? –Tiene pegada, físico. Y carácter. Es competitiva. Lo que me pregunto es si realmente vive el tenis. Si disfruta de él. Si cumple las cosas básicas que le permitirían ser la número uno. Si se cuida, descansa y come bien. No tengo ni idea de si lo hace o no. Pero son elementos básicos. Y están los ejercicios de relajación. Esa técnica que evitará que se dispare, cosas que a veces veo en ella. Todo esto no se vive en una semana, sino en el día a día.
En junio del año pasado, la figura de Muguruza se agigantó en París. Derrotó a Serena Williams en la final de Roland Garros. Y se convirtió, según el consenso unánime, en la sucesora de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez. Se le antojaba un futuro fabuloso. E inmediato. Pero... En Wimbledon, caía en la segunda ronda ante Cepelova, la 124.ª del mundo. Y en el US Open se estrellaba también muy pronto ante Sevastova, la 48.
Ya no levantó cabeza en lo que quedaba de año.
Y en el 2017, trampea. Se retiró en la semifinal en Brisbane y falló en cuartos de final en el Open de Australia. Casi no ha hecho nada más. Hasta Indian Wells.
–Últimamente le falta un poquito de consistencia –dice Tomás Carbonell.
Carbonell es comentarista televisivo y también asesora a jugadores.
–Es cuestión de que se acostumbre a estar arriba y lidiar con la presión. Si juega a su nivel normal, es una de las mejores.
–Pero ¿no se ha acostumbrado todavía?
–Lo ideal sería que ya lo hubiera hecho. Pero no es tan fácil. Es cierto que ha ganado Roland Garros y ha jugado una final en Wimbledon (2015). Aún es muy joven. Hoy, los jugadores maduran más tarde. Lo normal es que evolucione. Cuando se estabilice, tendrá resultados.
En cuartos, anoche la esperaba Karolina Pliskova. Es la tercera del mundo.
Paciencia.
POSIBILIDADES “Su potencial es enorme, tiene pegada, físico y carácter; hay que saber llevarla”, dice Jordi Arrese EL CAMINO “Debe acostumbrarse a lidiar con la presión, lo ideal es que ya lo hubiera hecho”, señala Tomás Carbonell