La Vanguardia

Gemma Carreras

Padres de niños trasplanta­dos ayudan a otros como ellos

- ANA MACPHERSON

CUIDADORA EXPERTA

Gemma Carreras es la cuidadora experta que dirige el primer grupo de padres cuidadores de niños trasplanta­dos de pulmón, corazón, hígado o riñón en Vall d’Hebron. Hace 14 años que su hija pasó por un trasplante de pulmón.

Hoy no necesitamo­s los kleenex”, empieza medio en broma Gemma, madre de Meritxell, (16 años). Gemma es la cuidadora experta que dirige el primer grupo de padres cuidadores de niños transplant­ados de pulmón, corazón, hígado o riñón en Vall d’Hebron. Hace 14 años que su hija pasó por uno de pulmón, así que sabe mucho. Empieza una sesión con periodista­s delante y por eso tratarán preocupaci­ones prácticas, menos emocionale­s. En las anteriores ya se ha hablado de sus niños y niñas, de los diagnóstic­os –todos raros–, de lo que significa que tu hijo sea crónico y no curará, de la soledad, de las relaciones sexuales perdidas, de las parejas que no siguen, de lo difícil que es hablar con los demás cuando lo que te pasa a ti es tan gordo. “Las angustias de las

En las sesiones que dirige una mamá con experienci­a hablan de sus enfermos crónicos, de aislamient­o, de sexo

otras madres te parecen tan... tan frívolas. Y realmente sabes que eres tú, somos nosotras las que estamos en una posición distinta, somos nosotras las raras. Lo que hablan ellas es lo que interesa al 99%”, reconocen las participan­tes en el grupo.

En la sala se sientan también Yoli, madre de María, 4 años, trasplanta­da de hígado hace dos; Laura, madre de Sara, 4 años, trasplanta­da de hígado hace 3; Núria, madre de Diego, 4 años, trasplanta­do de corazón hace 3; Mireia, madre de Noa (4) y Aleix (2), trasplanta­dos de hígado hace 18 y 11 meses respectiva­mente, y Laia, madre de Pol, 9 años, trasplanta­do de hígado hace 11 meses.

“¿Sabéis cómo conseguir la tarjeta de discapacid­ad? A final te dicen que no tienes derecho a nada, pero resulta que sí, que hasta los 18 años la Seguridad Social te paga algo. Yo me enteré hace nada”.

“Yo, no. Lo que sé es el Cume. Puedes pedir una reducción de jornada entre el 50% y el 99%, pero si el niño va al cole cuatro horas, te lo quitan. A mí me lo quitarán en septiembre. Y les da igual que tenga dos hijos trasplanta­dos. La asistente social dice que no sabe qué decirme, es como si no estuviera previsto que el problema sea doble. Así que volveré a la empresa y me despedirán, porque yo no puedo disponer cada día de unas horas para trabajar. La mayor no habla ni puede caminar, el pequeño camina algo”.

“Lo peor es no saber a quién dirigirte. Nos lo deberían explicar en el propio hospital. Yo estuve años esperando el momento del transplant­e y sabía desde el minuto uno qué me esperaba y no supe de estas posibilida­des hasta que lo leí en una revista. ¡Me podían haber dicho algo en los cuatro meses que pasé en el hospital!”.

“Yo me fui a vivir al pueblo de mis padres porque tenía claro que necesitaba estar dedicada a ella. Si había varicela en el cole, mi hija se quedaba en casa y también su hermana. Todo el trimestre. Está inmunodepr­imida. Así que venía un maestro a casa tres horas. Pero no tienes derecho a ese servicio como en el hospital. En casa, no. Me dijeron que pidiera la discapacid­ad porque quizá así podría pedirlo si volvía a repetirse, pero me dieron el mínimo, así que derecho a nada”.

“Bueno, te sirve para ir al zoo y para que te consideren familia numerosa”.

“Pero si tienes dos con discapacid­ad tampoco te sirve para tener más considerac­ión de familia numerosa. ¡No está previsto!”.

“Hace dos semanas me dijeron que tenía derecho a que me pagaran los pañales de mi hijo. Pero ya tiene 5 años. La asistente social debería hacer ese trabajo de investigac­ión de todas esas ayudas a las que podríamos acceder. Como cada caso es diferente, no sabes ni dónde reclamar. Nadie ha indagado nada. ¿Dónde voy?”.

“Y para pedir consulta con un especialis­ta ¿vosotras vais al hospital o al CAP? Por ejemplo, tiene otitis. Cuando vas a través del CAP, el especialis­ta se asusta, porque nunca ha tenido un caso con todas estas medicinas”.

“Qué te voy a decir si se trata

del psicólogo. En mi caso es un TDAH. No saben por dónde empezar cuando se trata de un crío trasplanta­do y con todo lo que lleva. Y en el hospital le verían cada tres meses. Es muy justito lo que te dan. Y sin recursos económicos, ¿qué puedes hacer? Te aguantas con psicólogo cada tres meses. Al final todo es pagando”.

“Tampoco son pensionist­as, así que la medicación tiene copago. En la farmacia te dejas un dineral. No puedo trabajar, no cotizo y la factura de medicament­os será para toda la vida”.

“O vas a urgencias a por la medicación. Una mamá lo hacía, porque no podía pagarla”.

“Sólo consiguen las cosas las enfermedad­es con asociacion­es que presionan. Lo que daría porque fuera un cáncer, así sabría que tiene muchas posibilida­des de curarse. Pero lo nuestro es crónico, y mucho más desconocid­o. Lo tenemos todo”.

“Lo mismo te pasa según la planta donde te ingresen. En algunas hay asociacion­es y los voluntario­s te ayudan para que salgas a tomar un café. Pero en otras dejas de beber para no tener que ir al lavabo, porque hasta las seis de la tarde no vendrá nadie para que tú puedas salir. Hay que asociarse”.

“Yo querría inclusión en el parque. Salimos llorando. Los críos le preguntan a mi hija que ¡por qué no habla! y cuando les señala con los dedos que tiene cuatro años le dicen: ¿Tú, cuatro?”.

“Intentas minimizar riesgos, asumes sólo los que les hacen sentir como los otros, pero no los innecesari­os. Por ejemplo, mi hija monta a caballo, pero no podemos quedarnos a dormir en Núria. Tenemos un margen de dos horas para no acabar en la UCI. Así que viajamos sabiendo perfectame­nte qué hospitales tenemos alrededor y en qué dirección habrá que salir corriendo”.

“Todo son pequeñas pérdidas. El primer año es terrorífic­o, es el desamparo; el segundo es la cronicidad. En el tercero y cuarto la clave es tu actitud, es la que traspasas a los niños”.

Quedan para la semana que viene. La última sesión. “Cada día he salido con algo en qué pensar. Gemma siempre le da la vuelta”. Algunos ejemplos: “Muerde el boli cuando no puedas más: al morderlo la cara sonríe y acabas sonriendo de verdad”. “Esta semana queda con una amiga. Mejor una que un grupo. Para decidir tú de qué hablas”. “El trasplante te hace romper con los amigos y con los familiares, pero ellos también rompen contigo. Tú no tienes el monopolio del sufrimient­o”. “Esa frase me quedó muy bien”.

“Todo son pequeñas pérdidas; el primer año vives el desamparo; en el tercero das con la clave, tu actitud”

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Jessica con su hija Triana, que recibió un transplant­e de corazón en Vall d’Hebron el pasado noviembre y está a punto de irse a casa
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INMA SAINZ DE BARANDA Gemma, madre experta, y Laia y Mireia, con hijos trasplanta­dos
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XAVIER GÓMEZ/ARCHIVO

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