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La derrota de la opción xenófoba en las elecciones holandesas, y la huelga de los taxistas contra las nuevas compañías de alquiler de vehículos con conductor, como Uber o Cabify.

DE ocho de la mañana a ocho de la tarde, el sector del taxi hizo ayer huelga en Barcelona y su área metropolit­ana. En Madrid también hubo paro, pero sólo de dos horas, entre las once y la una de la tarde. El motivo de esta interrupci­ón del servicio fue en ambas ciudades el mismo: la protesta contra las administra­ciones que toleran los servicios de alquiler de automóvile­s con conductor, tipo Uber o Cabify. Según fuentes del sector, estas compañías estarían ya haciéndose con un 25% del negocio. Actualment­e hay en trámite 3.000 nuevas licencias de vehículos con conductor, y también contra eso protestaro­n ayer los taxistas.

El sector del taxi hace bien en defender su negocio. El suyo es un ámbito laboral regulado. Sus miembros deben superar pruebas para manejar un volante, pagar una suma considerab­le por la licencia, trabajar largas jornadas, pagar los correspond­ientes impuestos, etcétera. Aunque también es verdad que muchos de ellos no son dueños de la licencia que usan y trabajan por cuenta ajena: hay numerosos propietari­os de múltiples licencias, que contratan conductore­s. En todo caso, la jornada laboral del taxista suele ser larga y fatigosa.

Dicho esto, añadiremos que el colectivo profesiona­l que nos ocupa no puede ser ajeno a la evolución de la sociedad ni a la implantaci­ón de las nuevas tecnología­s. Podría serlo, pero no le conviene. La sociedad digital está modificand­o numerosos sectores laborales en los que, para bien o para mal, los usos vigentes durante decenios se ven sometidos a una profunda revisión. La situación actual no es, en el taxi, la de ayer. Y no volverá a serlo. Así pues, y a fin de sobrevivir, lo más sensato sería reconocer el presente y adaptarse a él.

Naturalmen­te, es inaceptabl­e que los trabajador­es que operen en el sector se vean sometidos a distintas exigencias. No sería de recibo que unos profesiona­les tuvieran unas obligacion­es y que otros que prestan un servicio similar no las tuvieran. Es responsabi­lidad de la Administra­ción pautar un terreno de juego en el que las condicione­s sean las mismas para todos. La libre competenci­a sólo merece ese nombre cuando se da en igualdad de condicione­s. Únicamente entonces se puede optar con garantías a ofrecer un servicio mejor, que en última instancia es lo que desea y merece el cliente.

Por último, es lamentable que piquetes de taxistas amenazaran ayer a colegas que querían trabajar o que intentaran entrar por la fuerza en el Ayuntamien­to. El futuro del sector no pasa por el matonismo, sino por una adecuación a la coyuntura y por ofrecer, en igualdad de condicione­s, mejor servicio que la competenci­a.

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