Mentirosos compulsivos
El asesor fiscal del Palau de la Música afirma que Millet y Montull le engañaron.
La burocracia es un engorro, pero tiene sus ventajas: permite que nadie sepa nada. Los documentos aparecen, transitan por la cadena y se entregan sin que nadie se haga preguntas, hasta que llega la justicia. Entonces hay que buscar explicaciones. El asesor fiscal del Palau de la Música declaró ayer en el juicio por el saqueo de la entidad que Millet y Montull le colaron unas actas falsificadas para justificar que se atribuían unos bonus, y un empresario explicó al tribunal que aceptaron trabajar a precio de coste para CDC para “echar una mano” al partido.
Raimón Bergós fue asesor fiscal del Palau y era secretario del patronato de la fundación, y quien redactó un certificado que avalaba que Félix Millet y Jordi Montull cobraran unos suculentos bonus. Y dijo sentirse engañado por los dos capitostes, porque para cumplir este trámite se le remitió un acta que, ahora, se ha dado cuenta que tenía “una morcilla”: un párrafo añadido que les autorizaba a percibir este dinero, y que no era original. Entonces no dudó porque Millet estaba “en lo más alto de la pirámide social”.
El despacho de Bergós también se encargó de las dos inspecciones que Hacienda abrió al Palau por la masiva existencia de pagos en efectivo con billetes de 500 euros, que es el desencadenante del escándalo. Para ello se reunió con Jordi y Gemma Montull, y apareció Millet, quien le preguntó si conocía a alguien “del más alto nivel” para llegar a un acuerdo, y añadió que estaba preocupado por si había denuncias anónimas.
Luego, del trabajo en concreto se ocupó un empleado de su desLas pacho y un trabajador externo, y no sabe mucho más salvo que el Palau facilitó las facturas con las que se intentó justificar los abonos. La burocracia es así: nadie sabía de dónde salían las facturas, ni si eran reales o ficticias. No hubo comprobaciones. Los recibos llegaban, se sumaban y se tramitaban. Así lo contaron los dos encargados de tratar con el Fisco de parte del despacho Bergós. Una burocracia de compartimientos estancos y multiplicadora, porque con las mismas facturas se intentaron justificar los pagos de dos inspecciones distintas hechas desde oficinas diferentes. Nadie se dio cuenta hasta que la Agencia Tributaria cruzó los datos.
inspecciones de Hacienda también hicieron aflorar que la Fundació Espai Catalunya, o sea, Àngel Colom, había recibido del Palau 75.126 euros. Bergós preguntó a Millet por este extremo, y éste le dijo que era un pacto verbal, así que le pidió la documentación a Montull y se elaboró un convenio para llevarlo a Hacienda como justificante, por el cual se harían unos informes sobre la pedagogía de la cultura catalana a los nuevos emigrantes. El fiscal Sánchez Ulled mostró su estupefacción porque se construyó un documento como excusa para disculpar el pago a una fundación cuya solicitud de inscripción había caducado.
Pero la burocracia también funcionaba en un grupo de empresas que trabajaban para CDC, y que se sospecha que cobraban al Palau. Uno de los socios, Juan Menchén, dijo que sólo se encargaba del almacén; reconoció que habían hecho donaciones a CDC y comentó que el comercial que les trajo el cliente les pidió que tuvieran un gesto con el partido cuando perdió la Generalitat. Decidieron “echar una mano” y trabajar a precio de coste. En cuanto a facturación y a dónde se hacía, era cosa de otro socio, Vicente Muñoz, que también declaró ayer, pero sólo para explicar que ya entonces estaba muy deprimido y que era incapaz de tomar decisiones. Ahora ya no tienen burocracia compartimentada: las empresas han cerrado.
El presidente de la fundación del Palau estaba preocupado por si Hacienda tenía denuncias anónimas