La Vanguardia

El PSOE no es un cortijo

- Rafael Jorba

Una fotografía en blanco y negro –la llamada foto de la tortilla–, tomada en 1974 en los pinares de Oromana (Alcalá de Guadaíra), es la imagen del PSOE refundado aquel mismo año en Suresnes. En la foto aparecen una pandilla de jóvenes socialista­s –Felipe González, Alfonso Guerra, Carmen Romero, Luis Yáñez, Carmen Hermosín, Manuel Chaves...– en una comida campestre. Era el

grupo de los sevillanos, militantes del interior, que en el congreso celebrado en Suresnes, un municipio de las afueras de París, entre los días 11 y 13 de octubre de 1974, desplazaro­n al sector histórico del partido, liderado en el exilio por Rodolfo Llopis.

En la foto de la tortilla no están todos. Faltan los dirigentes del socialismo vasco: Redondo, Rubial y López Albizu, Lalo, padre de Patxi López. Fue el eje Sevilla-Bilbao, puenteando a la federación socialista madrileña, el factor decisivo de la renovación del PSOE: el llamado pacto del Betis ,enel que el socialismo andaluz aportaba savia nueva, y el vasco, forjado en la lucha sindical clandestin­a, pedigrí y veteranía. La alianza se amplió tres años después con el llamado

pacto de Abril entre el PSC y la federación catalana del PSOE, que se concretó en una candidatur­a conjunta para las generales del 15-J de 1977 y, un año después, en el congreso de unificació­n. Es la suma del pacto del Betis y del pacto de Abril, es decir, de los ejes Sevilla-Bilbao y Sevilla-Barcelona, la que está en la base del histórico triunfo de González en las generales del 28-O de 1982. El socialismo andaluz, el sindicalis­mo vasco y el catalanism­o político son los principale­s componente­s de la fórmula ganadora.

Ahora las primarias de mayo para elegir nuevo secretario general y el congreso de junio definirán el perfil futuro del PSOE. Con Patxi López y Pedro Sánchez ya en campaña, Susana Díaz presentará su candidatur­a el 26 de marzo. La presidenta andaluza no debería olvidar que el PSOE es algo más que un cortijo. Los propietari­os de finca –González, Zapatero y Rubalcaba– utilizaron su brazo ejecutor para dar la asonada que derribó a Sánchez en el comité federal del 1 de octubre del 2016. Rubalcaba fue el cerebro de la operación y González dio el pistoletaz­o de salida en una entrevista en la Ser. Era la mañana del 28 de septiembre. Horas después, Antonio Pradas, lugartenie­nte de Díaz, presentó la dimisión en bloque de 17 miembros de la ejecutiva.

Sánchez –el encargado que Díaz puso al frente de la finca en las primarias del 2014 para cerrar el paso a Eduardo Madina– creyó que era el propietari­o y que podía hacer y deshacer a su antojo. Durante más de dos años se ganó la confianza de muchos militantes-jornaleros y ahora espera que le ayuden a ganar las primarias. El problema está en que, de hacerlo, semanas después, en el congreso de junio, los delegados pondrían las cosas en su sitio dando la mayoría a Susana Díaz. Sólo un nuevo pacto del Betis, con el concurso del hijo de Lalo, y otro pacto de Abril, con el aval de Miquel Iceta, podrían hacer entrar en razón a Díaz. Incluso los patrocinad­ores de esta reconocen que de Despeñaper­ros para abajo funciona, pero no así de Despeñaper­ros para arriba.

La suma del pacto del Betis y del pacto de Abril es la clave del histórico triunfo de González en el 28-O de 1982

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