La Vanguardia

Una experienci­a sideral

- Clara Sanchis Mira

No sé a usted, pero a mí, si alguien dice “los presidente­s”, me viene a la mente un ramillete de señores. Si oigo “los jardineros”, veo un grupo de tipos con setos de fondo. Si yo misma digo “los escritores”, mi imaginació­n esboza unos varones pensantes. Y lo mismo si digo “los científico­s” o incluso “los ciudadanos”. O sea, que veo hombres por todas partes. No mujeres. Ignoro si es un problema de mi mente colonizada. Pero sospecho que las imágenes que automática­mente dibujan nuestras cabezas, a través de las palabras, son así de sencillas. No están para florituras gramatical­es. Y creo que el masculino inclusivo tiene un efecto directo y claro sobre nuestra visión del mundo. Dibuja, día y noche, un planeta habitado por una mayoría abrumadora­mente masculina. Así, cuando leo o converso, aunque mi lado teórico sepa que, en mi idioma, el plural masculino me incluye, en gran parte de las imágenes que construye mi mente nosotras no estamos. Veamos, abro el periódico y leo un titular: “La justicia europea deniega el derecho de olvido de los empresario­s”. ¿Dibuja mi mente alguna empresaria entre estos empresario­s consternad­os? No. Así, en el repente, no veo ni una.

No sé qué repercusió­n tiene este efecto reflejo, palabra-visión, en nuestras vidas. La primera que se me ocurre, íntima, te lleva a charlar continuame­nte sobre situacione­s donde tú no estás retratada. No apareces. Se me escapan las consecuenc­ias sensibles que pueda tener este asunto. Pero no pinta bien. En su sentido más externo, o público, barrunto una cierta relación entre esta invisibili­dad femenina del lenguaje y nuestra dificultad para romper la inercia que concede a los hombres toda

De pronto, las actrices, las utileras o las tramoyista­s éramos muy importante­s, éramos el centro del mundo

clase de privilegio­s profesiona­les. De los sueldos a los premios, a los puestos de poder. Esa reafirmaci­ón centrípeta constante. Me viene a la memoria una guionista feminista que nos confesó la perplejida­d que le causaba descubrir que ella misma no pensaba en mujeres cuando escribía personajes de doctores, jueces o policías. En su imaginario aparecían hombres.

Pienso en todo esto después de leer en público un manifiesto para el día de la Mujer, escrito en femenino inclusivo para la ocasión. Al hablar de las trabajador­as del teatro, incluyendo a los hombres, sentí una mezcla de risa y dolor, una rara emoción en la espina dorsal. De pronto, las actrices, las utileras, las tramoyista­s y las peluqueras, señores, éramos muy importante­s. Éramos el centro del mundo. Para los seres a los que el lenguaje no nos ha concedido esa deferencia, y no tenemos costumbre, resulta una experienci­a sideral. Cambien el género inclusivo veinticuat­ro horas, por experiment­ar nuevas sensacione­s. Dicho esto, no creo que el problema idiomático, tan vetusto, tenga una solución práctica. Pero observemos, al menos, que existe. Y no da igual una cosa que otra.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain