Lección canadiense para Ivanka
Trudeau invita al teatro a la hija de Trump a ver una obra sobre hospitalidad tras el 11-S
Desde el punto de visto político tienen poco de vecinos y mucho más de rivales. El puente entre el lado estadounidense de las Cataratas del Niágara y el canadiense separa hoy más que une en cuanto a la visión ideológica.
Dos conceptos opuestos respecto a los tratados de comercio global, el cambio climático o la acogida de inmigrantes.
Si bien al ganar Donald Trump no pocos liberales estadounidenses ironizaron con exiliarse en el norte, esto no quita que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y la primera dama alternativa, Ivanka Trump, hija y asesora del presidente, cultiven una buena amistad. Lo demostraron el pasado 13 de febrero en una reunión en la Casa Blanca. Una foto conjunta calentó las redes sociales por la admiración que ella parecía expresar hacia él.
Trudeau, que redobló sus puertas abiertas a los refugiados a la que Donald Trump anunció sus fallidas órdenes contra musulma- nes, invitó a Ivanka al teatro este miércoles por la noche.
La incorporó en su grupo para asistir en Broadway a Come from
away (vienen de lejos), representación de alto valor simbólico en esta época trumpista y en la que se festeja la generosidad canadiense hacia los foráneos que se hallan en situación de necesidad.
Aunque en territorio extranjero, Trudeau se sintió como en su hogar en el Gerald Schoenfeld Theater. No se olvide que la Gran Manzana ha dado sobradas muestras de su poco cariño por ese neoyorquino convertido en presidente. Queda claro que no es profeta en su ciudad natal.
La velada tuvo su sarcasmo. Justo en las horas previas a su entrada en vigor, un juez paralizó el segundo intento de Trump por bloquear la entrada a ciudadanos de seis países. Al poco rato, el primer ministro subió al escenario antes de que levantara el telón. En su breve discurso no apeló de forma explícita a cuestión gubernamental alguna.
Ni falta que hizo. Trudeau, que ha constatado el aumento en Canadá de las peticiones de asilo por el cambio en Washington, se limitó a ensalzar a los vecinos de la localidad de Gander, en la provincia de Newfoundland. Rindió homenaje a los que alimentaron y acogieron en sus casas a los 6.579 pasajeros, de 38 aerolíneas, que fueron desviados al cerrarse el espacio aéreo de Estados Unidos por el ataque del 11-S del 2001.
“El mundo ha de ver que es lo que significa que unos se apoyen
en otros y lo que supone estar ahí para ayudar a los demás en tiempos de oscuridad”, afirmó. No hay constancia de si Ivanka dejó ir una mueca o un aplauso.
Inspirado en el sonido celta propio de esa región, este musical lo ha creado el matrimonio canadiense formado por Irene Sankoff y David Hein. Construyeron esta pieza a partir de las entrevistas a residentes y viajeros. Uno de estos, un árabe que despertó sospechas de sus colegas de pasaje hasta que fue aceptado. También se cuenta, para cerrar el círculo de la realidad estadounidense, la historia de un negro temeroso de que le dispararan al confundirlo
El musical elogia a los vecinos que acogieron a los viajeros cuyos vuelos fueron desviados de EE.UU.
con un ladrón. La delegación contó con 600 personas, incluidos 125 embajadores de las Naciones Unidas. En la lista diplomática figuró la representante de EE.UU. Nikki Haley. Ivanka se sentó entre ella y Truedau, que iba con su esposa, Sophie Gregoire. También asistió Jean Chrétien, primer ministro aquel lúgubre día.
Justin Trudeau vio la obra, que elogió, como una demostración de lo importante que son las buenas relaciones de los dos vecinos. “Hasta los cínicos incondicionales pueden tener problemas para mantener secos sus ojos durante este retrato de heroica hospitalidad”, escribió Ben Brantley en su reseña del The New York Times.
Su frase suena a desafío para Trump. Para Donald, no Ivanka, aunque hay quién asegura que son “cómplices”, tal para cual.