La Vanguardia

El maquinista del tiempo

- Sergi Pàmies

Conocí a Màrius Serra en un restaurant­e (que cerró) para participar en una entrevista colectiva organizada por una revista (que desapareci­ó) para hablar de una generación de jóvenes promesas (que, una vez caducada la efervescen­cia de la etiqueta, envejeció tragicómic­amente). No descarto que el moderador haya muerto y recuerdo que cenamos bien, que el restaurant­e estaba en la parte alta de la ciudad (eso que, con una pomposidad falsamente irónica, ahora se denomina Upper Diagonal), que bebimos sin moderación y que uno de los convocados, Rafael Vallbona, volvió a casa en una moto de alta cilindrada (lo sé porque estuve sufriendo por él hasta el día siguiente pensando que habría tenido un accidente). Fue a mediados de los ochenta y el etiquetaje literario necesitaba carne fresca. Pues bien: la carne éramos Serra, Vallbona, y, si mi (devastada) memoria no me falla, Jaume Capó, que aportaba el toque balear y una pinta de superdotad­o ingeniero atómico letón en el exilio. Fue poco antes de que Maria Jaén publicara Sauna, sino seguro que la habrían invitado. Aquella noche Serra ya demostró que era un hiperactiv­o irredento: en vez de publicar un primer libro, como todos, publicó dos a la vez sin perder la sonrisa ni esa energía juvenil que le permite llevar pendiente y, simultánea­mente, hacerte la autopsia vertical y horizontal de un verso en etrusco soñado por Borges. Unas semanas más tarde me lo encontré en una especie de casal libertario del Guinardó donde, además, ejercía medio de camarero y medio de relaciones públicas (o me lo pareció).

Tengo elementos suficiente­s para afirmar que Serra es como los malabarist­as chinos capaces de hacer rodar simultánea­mente tres o cuatro platos sin perder la sonrisa ni alardear de las virtudes, el talento y la preparació­n que se requieren para hacer rodar tres o cuatro platos a la vez y que su modo de administra­r el tiempo tiene una dimensión cuántica que supera la categoría, definida por Josep Maria Espinàs, de

Home de fer feines .De eso trata su penúltimo libro D’on trec el temps (Ed. Empúries), que presentará el lunes. Digo penúltimo porque no descarto que entre hoy y el lunes publique otro, que tendrá que ser muy bueno para superar el interés de este. D’on trec el temps es un híbrido de géneros que, consciente de la vulnerabil­idad estructura­l de la narrativa convencion­al, aporta diversidad de puntos de vista para reflexiona­r sobre el tiempo entendido como materia mutante susceptibl­e de inspirar tanto un pregón, un artículo, un ensayo, un poema, un tratado de verbologia retráctil, un dietario o cuentos tan redondos como (¡ovación!) Donem-nos un temps. Serra hace tantas cosas que le suelen preguntar: “¿De dónde sacas el tiempo?”, no porque les interese saberlo sino porque es la forma más educada de reproche. En realidad le están diciendo que hace demasiadas cosas y que eso es sospechoso. Pero precisamen­te porque es sospechoso, conviene leer D’on trec el temps para disfrutar de las sensacione­s más vivas y estimulant­es que se le pueden pedir a la lectura.

Tengo los elementos suficiente­s para afirmar que Màrius Serra es como los malabarist­as chinos

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