La Vanguardia

“Ya tengo la mente”

El controvert­ido Nick Kyrgios aterriza: volvió a batir a Djokovic

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Ahora, quien se maldice es Novak Djokovic (29).

Nadie va a discutirlo: ha perdido la chispa.

Alguno lo había anticipado hace algunos meses. Por ejemplo, Boris Becker. Durante un tiempo, Becker había sido su entrenador. Se separaron a finales del 2016: Djokovic le despidió.

Becker dijo entonces:

–En los últimos seis meses, Djokovic no dedicó a entrenarse todo el tiempo que debería. Y él lo sabe. Pero a veces uno tiene que experiment­ar lo que se siente al perder. Ahora tiene que volver a la oficina, volver al trabajo.

Días más tarde, Djokovic se rendía ante Denis Istomin, el 117.º jugador del mundo. Era la segunda ronda del Open de Australia.

Ayer, quien le tumbó fue Nick Kyrgios, que es el 16.º de la ATP. Lo hizo por 6-4 y 7-6 (3), en los octavos de final de Indian Wells. Es la segunda vez que lo derrota en quince días. Kyrgios (22) come aparte. Despierta odios y pasiones, y vive muy deprisa. Los expertos le auguran un futuro brillante, siempre y cuando se calme. Tiene los hombros echados hacia adelante, y unos brazos largos como palancas. Es australian­o, así que ha mamado el tenis desde que era un crío. De allí vienen Emerson, Laver, Rosewall, Philippous­is, Rafter y Hewitt.

Aunque él dice que lo que le gusta es el baloncesto.

–Si hubiera podido escoger, me habría dedicado al baloncesto. Cuando tenía catorce años, mis padres (un padre griego y una madre malasia que vive en Canberra) decidieron por mí. Fueron muy duros conmigo. Pensaron que tendría más posibilida­des de triunfar en el tenis. Y hacia ahí me empujaron –contaba hace unos meses.

Quienes le escuchan hablar así se llevan las manos a la cabeza. Entienden que Kyrgios es un provocador. Alguien que pretende reafirmars­e. Uno que posa para la foto. –Supongo que me merezco que me abucheen. Soy un mal chico –contaba en Melbourne, en enero.

Andrea Seppi acababa de eliminarle. Era la segunda ronda. Kyrgios se había apuntado las dos primeras mangas y luego se había desconecta­do.

John McEnroe dijo que había tirado el partido.

–Kyrgios es un agujero negro para el deporte –dijo McEnroe en Eurosport. No es la primera vez que Kyrgios se desmarcaba de un encuentro. En octubre, en el Masters de Shanghai, le había regalado varias pelotas a Mischa Zverev. Y en el 2015 había tirado un juego entero ante Gasquet: ni siquiera se había tomado la molestia de restar.

–Me limité a reservar energía para el tercer set –dijo. Nadie rió la gracia. Otro día voceó a un espectador que abandonaba su asiento:

–¿Pero adónde te crees que vas?

Entonces lucía crestas de mohicano. O pelo de colores. E iba por ahí diciendo:

–Ninguno de nosotros era perfecto a los 20 años...

Ahora tiene 22 y dice que ha hallado la paz espiritual. Tras vencer a Djokovic, en cuartos de final le espera Federer, verdugo de Nadal.

–He entrado en una buena fase desde el punto de vista mental –dijo Kyrgios.

–Se viene hablando de él desde hace un par de años. Poco a poco se va acercando al top ten. Que lo logre dependerá de él mismo y de su compromiso con el deporte –dijo Djokovic.

En ese sentido, el del compromiso, alguno ve paralelism­os entre Kyrgios y Muguruza. Muguruza cayó en dos sets ante Pliskova, por 7-6 (2) y 7-6 (5).

TENISTA CONTROVERT­IDO “Ninguno de nosotros era perfecto a los 20 años”, dice Kyrgios, que parece haberse asentado

MUGURUZA TRANSIGE Garbiñe Muguruza se despidió del torneo tras caer ante Pliskova en dos mangas

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CLIVE BRUNSKILL / AFP Nick Kyrgios celebra un punto durante su partido de octavos de final ante Novak Djokovic
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CLIVE BRUNSKILL / AFP Muguruza cayó en dos sets ante Pliskova

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