La Vanguardia

Seminarist­as del mundo

En el Colegio Eclesiásti­co Internacio­nal Sedes Sapientiae de Roma se preparan 82 aspirantes al sacerdocio

- RAMON BALMES Barcelona

Tiene un gran corazón y una increíble capacidad de sacrificio. Estudia tercero de Teología en Roma y le gustaría ejercer el sacerdocio en una parroquia pobre. “Allí encontraré gente con fe genuina y amor por Jesucristo”. Malusi Ncanana (Eshowe, Sudáfrica, 1991) es uno de los 82 seminarist­as del Colegio Eclesiásti­co Internacio­nal Sedes Sapientiae, un seminario erigido por la Santa Sede para la formación en Roma de candidatos al sacerdocio provenient­es de todo el mundo. La dirección del colegio está confiada a la Prelatura del Opus Dei y actualment­e está dirigido por el sacerdote español Julio Diéguez.

La historia de la vocación de Malusi es la historia de su vida. Su madre, enfermera, falleció cuando tenía 9 años. A su padre apenas lo conoció. Fue educado por unas monjas benedictin­as, pidió el bautismo a los 14 años y descubrió la llamada de Dios. Más tarde, el obispo de Eshowe no dudó en enviarlo al corazón de la cristianda­d. “Quiere sacerdotes bien formados, santos y trabajador­es”.

Malusi ingresó en la Universida­d Pontificia de la Santa Cruz, una iniciativa de san Josemaría. En sus aulas se forman seminarist­as, sacerdotes que redactan la tesis, religiosos de 62 congregaci­ones y laicos. El seminarist­a sudafrican­o es uno de los alumnos que estudia con una beca –18.000 euros por curso– del Centro Académico Romano Fundación (CARF), creado para ayudar a la formación de sacerdotes.

Estos jóvenes seminarist­as están acostumbra­dos a superar obstáculos e incomprens­iones. Alex Vincent (Kerala, India, 1992) lo sabe muy bien. Miembro de la Iglesia de rito oriental católico Syro-Malabar, tuvo que soportar la chanza de amigos y familiares en un país donde el catolicism­o es minoría. “Fue algo que me sofocaba, pero el deseo de convertirm­e en sacerdote se mantuvo vivo como una chispa de fuego bajo las cenizas”. Cursa segundo año de Teología y vive inmerso en el ambiente internacio­nal y solidario del Sedes Sapientiae. “Todos se encuentran arropados por sus compañeros. No hay ninguno que esté solo”, aclara Frederic Armengol, delegado del CARF en Barcelona.

Con ellos convive también un sacerdote catalán, mosén Albert Fortuny, nacido hace 29 años en Cambrils. “Tuve la certeza de la vocación a los 17 años. Después se enfrió. Estudié un año de Ingeniería Industrial, pero finalmente ingresé en el Seminari Interdioce­sà”. Se ordenó hace cuatro años y el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, lo envió a la Universida­d de la Santa Cruz, donde cursa estudios de Derecho Canónico.

Ellos son, o serán, los sacerdotes del futuro, dispuestos a insertarse en una sociedad que cambia sin cesar. “El sacerdote moderno tiene que llevar a la gente a Dios y a Dios a la gente. Necesitan estar muy unidos a Dios y a las personas”, dice Julio Diéguez (Ourense, 1961), profesor de Fundamento­s de Moral. Don Julio, licenciado en Empresaria­les y doctorado en Teolo-

Con sólo 25 años, el sudafrican­o Malusi Ncanana ya sueña con ejercer el sacerdocio en una parroquia pobre

gía, fue ordenado en Roma en junio de 1990 por Juan Pablo II, el mismo año que se ponía en marcha el colegio Sedes Sapientiae del que es rector desde el 2011. Y en 1990 nacían en dos continente­s distintos dos seminarist­as que hoy residen en el colegio romano: Deogratias Nyamwihula (Mwanza, Tanzania) y Daryl Tatoy (Butuan, Filipinas). Un año más tarde venía al mundo Juan Gabriel Martínez (Santa Ana, El Salvador). África, América y Oceanía, los continente­s que han tomado el testigo vocacional en la nueva evangeliza­ción cristiana.

San Juan Bosco sembró la semilla de la vocación en el corazón adolescent­e de Juan Gabriel. La visión de la película sobre el santo salesiano le llevó a esta reflexión: “Una vida que se dona por amor a los demás es una vida que vale la pena ser vivida”. Este curso acaba su formación, tras cinco años en Roma. Juan Gabriel no olvida sus primeros pasos vitales en la Ciudad Eterna. “Estaba en la tierra de mártires, de personas santas, que testimonia­ron con la vida y con la sangre la fe en el Señor”.

El nivel de los seminarist­as es elevado, tanto como los retos que tienen por delante. Algo que no sorprende a los alumnos africanos. “Mis primeros meses en Roma no fueron fáciles”. Deogratias Nyamwihula era la primera vez que viajaba fuera de Tanzania. Ahora, en segundo año de Teología, recuerda las dificultad­es iniciales de la lengua y de un estilo de vida radicalmen­te distinto. Deogratias, que conoció la voluntad de Dios gracias a la ayuda de sacerdotes franciscan­os de Mwanza, se sabe afortunado: “La formación sacerdotal cerca del Santo Padre y con gente diferente de todo el mundo es más que un sueño y un regalo”. Un sentimient­o compartido por Daryl Glenn, que anhela ejercer el sacerdocio en Butuan cuando acabe su licenciatu­ra en Derecho Canónico.

Sacerdotes del siglo XXI, con un alto nivel intelectua­l, fieles al magisterio y a la formación espiritual. Preparados para hacer revivir la vida cristiana. Un trabajo de Sísifo que comienza siempre de nuevo y que refleja la grandeza de la Iglesia.

Julio Diéguez, un sacerdote español del Opus Dei, es desde el 2011 rector del Sedes Sapientiae

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Alex Vincent, Julio Diéguez (rector de Sedes Sapientiae), Daryl Glenn, Albert Fortuny, Juan Gabriel Martínez, Deogratias Nyamwihula y Malusi Ncanana, en la plaza Navona de Roma

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