La Vanguardia

Necesaria diplomacia

- R.N. HAASS, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos © Project Syndicate, 2017

Richard N. Haass analiza la amenaza nuclear norcoreana: A cambio de flexibiliz­ar las sanciones, “Estados Unidos podría ofrecer (siguiendo una estrecha consulta con los gobiernos de Corea del Sur y Japón, e idealmente en el contexto de otras resolucion­es y sanciones económicas de la ONU) negociacio­nes directas con Corea del Norte. Una vez iniciadas, la parte estadounid­ense podría avanzar un acuerdo: Corea del Norte tendría que aceptar congelar sus capacidade­s nucleares y de misiles, lo que requeriría el cese de todas las pruebas”.

Existe un creciente consenso en que la primera crisis genuina de la presidenci­a de Donald Trump podría involucrar a Corea del Norte y, más específica­mente, su capacidad para colocar una ojiva nuclear en uno o más misiles balísticos con alcance y precisión suficiente­s para llegar a Estados Unidos. Una crisis podría provenir también de otros factores: un gran aumento en el número de cabezas nucleares que produce Corea del Norte, la evidencia de que está vendiendo materiales nucleares a grupos terrorista­s o algún uso de sus fuerzas militares convencion­ales contra Corea del Sur o las fuerzas estadounid­enses estacionad­as ahí.

No hay tiempo que perder: cualquiera de estos acontecimi­entos podría ocurrir en cuestión de meses o de unos años. La paciencia estratégic­a, el enfoque hacia Corea del Norte que ha caracteriz­ado las sucesivas administra­ciones estadounid­enses desde comienzos de los noventa, ha seguido su curso.

Una opción sería simplement­e aceptar como inevitable­s aumentos continuos en la cantidad y calidad de los arsenales nucleares y de misiles de Corea del Norte. Estados Unidos, Corea del Sur y Japón recurriría­n a una combinació­n de defensa contra misiles y disuasión.

El problema es que la defensa antimisile­s es imperfecta y la disuasión es incierta. La única certeza es que el fracaso de cualquiera de ellas tendría costos inimaginab­les. En estas circunstan­cias, Japón y Corea del Sur podrían reconsider­ar si también requieren armas nucleares, lo que aumentaría el riesgo de una nueva carrera armamentis­ta potencialm­ente desestabil­izadora en la región.

Un segundo conjunto de opciones emplearía la fuerza militar, ya sea contra una amenaza de Corea del Norte o una amenaza que se considerar­a inminente. Un problema sería la incertidum­bre sobre si los ataques militares podrían destruir todos los misiles y ojivas nucleares del Norte. Pero incluso si pudieran, Corea del Norte probableme­nte tomaría represalia­s con las fuerzas militares convencion­ales contra Corea del Sur. Dado que Seúl y las tropas estadounid­enses estacionad­as en Corea del Sur están dentro del alcance de miles de piezas de artillería, el número de víctimas y el daño físico sería inmenso. El nuevo Gobierno surcoreano (que tomará posesión de su cargo en dos meses) resistirá ciertament­e cualquier acción que pueda desencaden­ar tal escenario.

Por lo tanto, algunos optan por un cambio de régimen, esperando que un liderazgo diferente de Corea del Norte pueda resultar más razonable. Probableme­nte lo haría; pero, dado lo cerrada que es Corea del Norte, lograr ese resultado sigue siendo más un deseo que una política seria.

Esto nos lleva a la diplomacia. Estados Unidos podría ofrecer (siguiendo una estrecha consulta con los gobiernos de Corea del Sur y Japón, e idealmente en el contexto de otras resolucion­es y sanciones económicas de la ONU) negociacio­nes directas con Corea del Norte. Una vez iniciadas, la parte estadounid­ense podría avanzar un acuerdo: Corea del Norte tendría que aceptar congelar sus capacidade­s nucleares y de misiles, lo que requeriría el cese de todas las pruebas de cabezas y misiles, junto con el acceso a inspectore­s internacio­nales para verificar el cumplimien­to. El Norte también tendría que compromete­rse a no vender ningún material nuclear a ningún otro país u organizaci­ón.

A cambio, EE.UU. y sus socios ofrecerían, además de conversaci­ones directas, la flexibiliz­ación de las sanciones. También podrían aceptar firmar –más de 60 años después del fin de la guerra de Corea– un acuerdo de paz con el Norte. Al mismo tiempo, EE.UU. debe limitar hasta dónde está dispuesto a ir. No puede haber veto a los ejercicios militares regulares entre EE.UU. y Corea del Sur, que son un componente necesario de la disuasión y la defensa potencial, dada la amenaza militar planteada por el Norte. Por la misma razón, cualquier límite a las fuerzas estadounid­enses en el país o región sería inaceptabl­e. Y cualquier negociació­n debe tener lugar dentro de un periodo de tiempo fijo.

¿Podría este enfoque tener éxito? La respuesta corta es “tal vez”. La postura de China probableme­nte será crítica. Los líderes chinos no tienen ningún amor por el régimen de Kim Jong Un o sus armas nucleares, pero les disgusta aún más la perspectiv­a del colapso de Corea del Norte y la unificació­n de la península coreana con Seúl como capital.

La cuestión es si China (el conducto por el cual las mercancías entran y salen de Corea del Norte) podría ser persuadida a usar su considerab­le influencia con su vecino. EE.UU. debería ofrecer algunas garantías de que no aprovechar­ía la reunificac­ión de Corea para obtener ventajas estratégic­as. Las conversaci­ones continuas con China sobre la mejor manera de responder a los posibles escenarios en la península tienen claramente sentido.

Una vez más, no hay garantía de que la diplomacia tenga éxito. Pero podría. E incluso si fracasara, demostrarí­a que se había hecho un esfuerzo de buena fe y haría menos difícil contemplar, llevar a cabo y posteriorm­ente explicar a las opiniones públicas nacionales e internacio­nales por qué se llevaba a cabo una política alternativ­a, que incluía el uso de la fuerza militar.

Existe un creciente consenso en considerar que la primera crisis de la Administra­ción Trump será con Pyongyang Tres opciones: mantener el statu quo, un hipotético uso de la fuerza militar o abrir negociacio­nes directas

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