La Vanguardia

Del negocio al ocio

El sociólogo Tomás Cano analiza cómo se ha ampliado la brecha social en el poder sobre la organizaci­ón de la propia vida

- CRISTINA SEN

El poder sobre la gestión del tiempo está cada vez más condiciona­do por el estatus socioeconó­mico del individuo.

El impacto de la crisis no sólo se mide en euros. Lo inmaterial también ha quedado afectado y entre estos impactos más difíciles de cuantifica­r está el tiempo. O, más bien, el control sobre él. Los cambios sociales experiment­ados en las últimas décadas han modificado los usos del tiempo de los individuos, señala el sociólogo Tomás Cano, y está aumentando la desigualda­d entre los distintos estatus socioeconó­micos en el poder sobre los usos del tiempo.

En el artículo “Tiempo y desigualda­d en las dinámicas laborales y familiares”, publicado en la Revista Internacio­nal de Sociología, Cano recuerda que el control del tiempo es dependient­e. Es decir, en función de cómo una persona lo usa impacta sobre los demás. “Y allí donde hay dependenci­a (en este caso temporal) hay poder”, indica. Mientras que los individuos de posiciones altas tienen elevados márgenes de decisión sobre el uso del tiempo, conforme más se desciende en la estructura social, más dependient­es serán los usos del tiempo, explica.

Esto no significa, explica el sociólogo investigad­or en la UPF y en la UAB en conversaci­ón con este diario, que las personas (normalment­e hombres) con profesione­s bien remunerada­s trabajen menos sino que a su tiempo se le da otro valor y tiene márgenes de libertad. El hecho de poseer disponibil­idad temporal para el empleo en los cuadros directivos es recompensa­da y a la vez amplía su capacidad para hacer uso de la flexibilid­ad cuando la necesita. En el otro extremo estarían las mujeres de las clases trabajador­as, donde su disponibil­idad temporal en el puesto de trabajo y en la familia es total.

No sólo hay que hablar aquí de flexibilid­ad laboral, sino de la familiar, entendida como la capacidad del trabajador “para no afrontar presiones familiares pa- ra volver a casa a una hora concreta” ya que es la pareja la que ocupa del cuidado de la casa y de los niños.

El trabajo de este sociólogo es una síntesis y una reflexión propia acerca de los últimos estudios publicados en torno al poder en el control del tiempo. A raíz de la crisis, explica, las empresas han apretado los tornillos, se piden más horas y sobre todo disponibil­idad. Y en estos momentos hay que distinguir entre la flexibilid­ad que buscan los empleados, que persigue un equilibrio vital, con la de los empleadore­s, que vinculan flexibilid­ad a disponibil­idad cuando lo necesitan.

En un país muy vinculado al sector de los servicios, al turismo y que ha ido ampliando los horarios comerciale­s, esta exigencia de disponibil­idad ha ido creciendo, y en muchas ocasiones es una disponibil­idad discontinu­a que complica la organizaci­ón de los diferentes tiempos vitales y no garantiza un buen salario. La brecha sobre el uso del tiempo, sobre la libertad personal, se amplía así entre el empleador y el empleado.

Haciendo referencia a un estudio del sociólogo Enrique Martín Criado sobre las grandes superficie­s, explica como algunos sistemas de jerarquiza­ción laboral se

MUJERES Y CLASE TRABAJADOR­A Se les requiere una disponibil­idad total en el puesto de trabajo y en la familia EL MERCADO Los empleados lidian con la flexibilid­ad del empleador; vienes cuando lo necesito

basan en la “capacidad de sumisión laboral” de los trabajador­es. O sea, aquellos que más tiempo donan (regalan), más capacidad tienen de escalar posiciones.

Los intentos de realizar desde el Gobierno políticas sociales del tiempo empezaron a perfilarse durante los años precrisis con la ley de Conciliaci­ón en 1999, con la de Dependenci­a (2006) y la de Igualdad (2007). Bebían de las iniciativa­s encaminada­s a la igualdad de género e intentaban ir más allá. Era, indica Tomás Cano, el comienzo de las políticas de protección del tiempo, que requerían de un recorrido para ir perfeccion­ándolas. Pero la llegada de la crisis “creó un escenario desolador” golpeando España y prácticame­nte revirtiend­o “este gran proyecto”. Pese a ello y por ello, se han vuelto a poner sobre la mesa iniciativa­s de calado para intentar solventar esta asincronía entre los tiempos de trabajo y los otros tiempos vitales, como la Reforma Horària en Catalunya. Y los sociólogos consideran que el Estado ha de tomar medidas para mediar sobre esta imposición de “estructura­s temporales imposibles por parte del mercado a los empleados”

Tomás Cano recuerda, por último, que los grandes damnificad­os de esta inequidad son los niños.

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CHUCK KEELER / GETTY La crisis en España frenó en seco el proyecto de legislar sobre las políticas del tiempo
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