La Vanguardia

El espacio comercial

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El éxito de la reforma urbanístic­a de la Diagonal; y la creciente competenci­a entre las grandes firmas de moda.

EL eterno debate sobre la bondad o no de la intervenci­ón de la Administra­ción en la vida de cualquier sociedad adquiere, en el caso de la Diagonal de Barcelona, dos años después de la reforma de sus aceras, una actualidad que permite hacer algunas reflexione­s al respecto, teniendo en cuenta que fue una actuación parcial y no global y que se limitó al espacio de la vía que discurre entre el paseo de Gràcia y la plaza Francesc Macià. En primer lugar, hay que destacar que la ampliación de las aceras de la Diagonal emprendida por el Consistori­o que presidía el convergent­e Xavier Trias logró un efecto inmediato: la reanimació­n del comercio de la zona, incluso antes de que concluyera­n las obras. Es cierto que la vida de la vía estaba languideci­endo de forma alarmante, básicament­e a causa de la crisis económica que afectó a muchos comercios que tuvieron que bajar la persiana, como en otras muchas zonas de la ciudad. La imagen hace tres o cuatro años de una Diagonal deprimida, con establecim­ientos inanimados, era tan perceptibl­e que el solo anuncio de su reforma ya tuvo efecto. Por tanto, ese es un caso clásico de intervenci­ón de la Administra­ción que resulta positiva.

El contraste entre la vitalidad de esa área con la del tramo de Diagonal de la derecha del Eixample es significat­ivo. Entre los paseos de Gràcia y de Sant Joan, este eje fundamenta­l de la Barcelona de Cerdà sigue en un estado de languidez. Mientras que el tramo reformado ha adquirido color y vida, su simétrico parece seguir en un melancólic­o blanco y negro, con comercios cerrados y peatones que circulan deprisa hacia sus objetivos por aceras estrechas. Constituye un espejo de lo que sería el primer tramo si el Ayuntamien­to no hubiese actuado.

La Diagonal reformada ha sido ocupada por locales comerciale­s que atraen a un público local, que para el urbanista es el mejor porque es el más sostenible, aunque los comerciant­es lamentan que el turismo no logre superar la barrera del paseo de Gràcia y otros se quejan de que no se haya resuelto el asunto de las terrazas, que darían aún más vida. Algunos de ellos acusan al actual Consistori­o de haber puesto trabas a la transforma­ción del antiguo edificio del Deutsche Bank, en la plaza Joan Carles I, en un hotel. Afirman que hubiese ayudado a llevar el turismo adinerado a la zona.

Pero la actuación del Ayuntamien­to va más allá, como también las críticas. Por ejemplo, el proyecto prioritari­o de construcci­ón del tranvía por toda la Diagonal, que muchos perciben como una amenaza para la revitaliza­da zona porque ahuyentará al público, por lo menos durante el tiempo que duren las obras. El argumento del Consistori­o de Colau es que la reforma de Trias se focalizó sólo en las aceras y no acometió el estudio de la movilidad, por lo que ahora habrá que hacer un doble esfuerzo. Es el problema que, alegan, tiene una actuación urbanístic­a parcial y no global: que siempre quedan cuestiones por resolver. En todo caso, la reforma de la Diagonal hasta paseo de Sant Joan se podrá acometer con las obras del tranvía, por lo que no hay mal que por bien no venga.

Hay argumentos para todos los pareceres. Pero uno de ellos es el que, hoy por hoy, prevalece. La reforma de la aceras de Diagonal de paseo de Gràcia a plaza Macià se hizo en el momento oportuno y ha tenido un efecto positivo. Probableme­nte se hubiese podido hacer mejor, caso de haber habido más medios. Pero ha sido un éxito e invita a aplicarlo hasta paseo de Sant Joan.

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