Trump, contra el ‘Deep State’
Cruzada del presidente de Estados Unidos contra los funcionarios, convencido de que le boicotean
Washington. Corresponsal
Sin previo aviso, un día de finales de febrero, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, convocó una reunión de emergencia del personal a su cargo y ordenó a todos que depositaran sus teléfonos móviles sobre una mesa. “Se trata de verificar que no tienen nada qué ocultar”, informó el portavoz.
En realidad andaban buscando quién filtraba informaciones a los medios. Comprobaron uno por uno cada terminal para ver si contenían mensajes enviados a periodistas o encriptados para que no pudiera averiguarse su destino. Spicer tomó la determinación de revisar los teléfonos de sus subordinados en un arranque de ira después de que se hubiera filtrado el contenido de una reunión de planificación. De poco le sirvió. Al día siguiente también vio filtrada la reunión en la que se realizó la revisión de los teléfonos.
Ciertamente, a la sensación de caos que ha trasladado la Administración Trump en apenas dos meses de actividad han contribuido sobre todo las constantes filtraciones que publican los medios sobre errores, batallas internas, iniciativas frustradas, reuniones secretas y contactos ilícitos de los miembros de la nueva Administración y hasta el contenido de las peleas telefónicas del propio Trump con el primer ministro australiano o el presidente de México.
Michael Flynn, el consejero de seguridad nacional más breve de la historia, tuvo que dimitir después de que la prensa informara de sus contactos secretos con autoridades rusas. Antes Flynn tuvo que destituir a su propio hijo como ayudante porque trascendieron las investigaciones que demostraron que estaba detrás de una campaña de noticias falsas en Twitter que motivaron un atentado contra una pizzería frecuentada por público familiar. Y también se filtraron a los medios las reuniones que el recién nombrado fiscal general, Jeff Sessions, había tenido con el embajador ru- so durante la campaña electoral y que ocultó al Senado.
“La verdadera historia aquí es ¿por qué hay tantas fugas ilegales procedentes de Washington?”, se pregunta Trump, y él mismo se responde: “Todavía tenemos mucha gente de otros gobiernos, de otras administraciones, y sin duda el presidente Obama y su gente están detrás de las filtraciones”, aseguró. El presidente está convencido de que hay un contubernio de empleados públicos, en su mayoría contratados durante el mandato de Obama, que se ha marcado como objetivo boicotear sistemáticamente la gobernabilidad de la nueva Administración.
Trump ve enemigos por todas partes: en el servicio secreto, en los servicios de inteligencia, en el FBI, entre los trabajadores de la Casa Blanca, entre los diplomáticos del Departamento de Estado, entre los jueces y más aún entre los fiscales e incluso en el Partido Republicano. Bueno, y además se siente espiado por el mismísimo Obama. Y con esa sensación paranoica, Trump se ha decidido a llevar a cargo una auténtica purga de servidores públicos que sólo por el hecho de serlo se han convertido en sospechosos. Lo denominan el Deep State (el Estado profundo), un concepto turco que se refiere a una red clandestina de funcionarios civiles y militares que, actuando en la sombra, como un Estado dentro del Estado, rigieron durante décadas los destinos de Turquía de acuerdo con sus intereses.
Steve Bannon, el controvertido jefe de la Casa Blanca, considerado el ideólogo del trumpismo, lo describió en el último cónclave de los conservadores como “la deconstrucción del Estado administrativo”. En el proyecto de presupuesto que Donald Trump acaba de enviar al Congreso ya figura la previsión de despidos masivos en todas las agencias federales. De prosperar la iniciativa, “entre 100.000 y 200.000 funcionarios perderán su empleo”, según los cálculos de Mark Zandi, economista jefe de Moody’s.
Trump prometió “drenar el pantano de Washington” cuando se erigió en encargado de “devolver el poder al pueblo”. Cuando el director de la oficina presu-
Las filtraciones de todo lo que afecta a Trump extienden la paranoia en la Casa Blanca Los medios de la extrema derecha denuncian un “golpe de Estado silencioso” La acusación a Obama de espionaje culmina el relato de la teoría de la conspiración
puestaria de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, presentó el viernes el proyecto a la prensa aclaró por qué iban a despedir a tantos funcionarios: “No se puede drenar el pantano y mantener a toda la gente dentro”. En la ofensiva contra el Deep
State parece que no se va a salvar ningún negociado, pero la purga se presenta más dura en ámbitos clave como los servicios de inteligencia. Cuando la CIA observó que los ciberataques rusos contra Hillary Clinton y el Partido Demócrata tenían como objetivo favorecer la elección de Trump, los colaboradores del 45.º presidente ya anunciaron una reestructuración de los servicios de inteligencia porque “están completamente politizados y necesitan adelgazar”. El propio Trump les acusó de pasar información secreta. “El verdadero escándalo –tuiteó– es que la información clasificada es filtrada ilegalmente por la inteligencia como si fueran caramelos. ¡Muy antiamericano!”.
Hay un relato que conecta las filtraciones, la supuesta conspiración demócrata, los poderes fácticos de Washington y la mano negra de Obama que está siendo publicitado por líderes conservadores y medios de la derecha más extrema. “Estamos hablando de la aparición de un Estado profundo dirigido por Obama, y la persona que entiende esto mejor es Steve Bannon, y me gustaría pensar que se está moviendo para solucionarlo”, declaró el represen- tante ultraderechista Steve King.
El locutor de radio ultraderechista Mark Levin, coordinado con el portal de noticias Breitbart, del que era editor Steve Bannon, dio forma al relato acuñando el concepto Deepstategate. Relacionan una serie de hechos verdaderos y otros no demostrados y desmentidos, para concluir que el
Deep State, trabajando a las órdenes de Obama, ha organizado “un golpe silencioso”, utilizando “tácticas policiales” para derribar a Trump. Lo presentan como una oscura conspiración antidemócratica para subvertir la voluntad Moody’s calcula que el presupuesto de Trump supone despedir hasta 200.000 funcionarios expresada por los votantes en las elecciones.
Con esta narrativa sólo faltaba que Trump acusara directamente a Obama, sin una sola prueba, de organizar una operación de espionaje contra él. Hasta ahora todo el mundo lo ha desmentido, pero el relato ha quedado redondo, y los partidarios de Trump lo seguirán creyendo a pies juntillas aunque hoy el jefe del FBI lo desmienta definitivamente.
La ofensiva va aumentando su agresividad con gestos que alimentan la batalla y el relato. Después de acusar a Obama, Trump ordenó al fiscal general que despidiera de manera fulminante a los 46 fiscales nombrados por su antecesor. Todo forma parte de un mismo guión.