La Vanguardia

Barcelona quiere frenar la expansión de las cotorras

El Ayuntamien­to pone en marcha un plan especial para retirar los nidos de estas aves, una especie invasora originaria de América

- D. MARCHENA Barcelona

Los nidos de la especie ‘Myopsitta monachus’, de hasta 100 kilos, son un riesgo adicional para las palmeras enfermas

Las alarmas han saltado en Barcelona, que luce con orgullo el título de ciudad amiga de los animales y es una de las capitales con más árboles y palmeras urbanas (1,4 millones, su mejor arma contra la contaminac­ión). El crecimient­o exponencia­l de las cotorras argentinas (Myopsitta monachus), una especie exótica invasora, originaria de Sudamérica, preocupa al Ayuntamien­to, que quiere frenar su expansión.

La clave es esa. Frenar, controlar la población, no eliminarla. El comisionad­o de Ecología, Frederic Ximeno, explica: “Las cotorras han venido para quedarse, pero hemos de trabajar de forma preventiva y ética para que su presencia sea compatible con la biodiversi­dad urbana y la seguridad en la vía pública”. En el 2015 había más de 5.000 ejemplares en la ciudad de Barcelona, según el Ayuntamien­to (y más de 7.000 en toda la provincia, según la Sociedad Española de Ornitologí­a).

Una pareja, probableme­nte escapada de una jaula, es la responsabl­e de tal explosión demográfic­a. La especie Myopsitta monachus se detectó por primera vez en libertad en Catalunya en 1975 en la Ciutadella. La expansión se explica por una gran adaptabili­dad y el éxito reproducto­r (con una o dos puestas por temporada, un índice de superviven­cia del 80% de los polluelos y una longevidad de cinco años). El único enemigo natural que tienen es el halcón peregrino, pero constituye­n menos del 17% de su dieta.

Aunque no es raro que nidifiquen en infraestru­cturas, como las torres de iluminació­n del campo de fútbol de Sant Martí, el 70% de sus nidos se localiza en palmeras, el 10% en pinos y el resto en otros árboles. Son casas de

cría comunales, que pueden pesar más de 100 kilos. Si, además, las palmeras elegidas están afectadas por el escarabajo picudo rojo ( Rhynchopho­rus ferrugineu­s), el cóctel puede ser explosivo.

Por ello, el Ayuntamien­to consensuó hace años con los agentes rurales de la Generalita­t cómo retirar los nidos de las cotorras, siempre antes de las campañas de poda. Este pacto se reforzará este año con un plan especial para la retirada de nidos y polluelos “que cumple escrupulos­amente la legislació­n sobre especies exóticas invasoras”, dice el comisionad­o Ximeno, preocupado porque “los grandes nidos comunales pueden comportar riesgos de seguridad”.

Las cotorras argentinas no son las únicas que se han adaptado a la ciudad. Hay otras, aunque a mucha distancia, como las cotorras de Kramer (Psittacula krameri), unas 3.000 en toda España, originaria­s del subcontine­nte indio y la franja subsaharia­na africana. No son tantas como sus primas americanas, cuya proliferac­ión obliga a tomar medidas. No se trata sólo, dice el Ayuntamien­to, de minimizar riesgos, ruidos y molestias (las Myopsitta monachus son muy festivas ), sino “de evitar que especies invasoras prosperen en perjuicio de las autóctonas y de impedir que Barcelona exporte aves que pueden causar daños a la agricultur­a”.

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