La Vanguardia

Su legado es la música del siglo XX

- Loquillo LOQUILLO, cantante

Recuerdo como si fuera hoy que fui a ver a Chuck Berry al famoso concierto que dio en junio de 1977 en el Palau Blaugrana, en una noche en la que también tocaban dos bandas británicas, los Flying Saucers y los Fumble. Estos le hacían de banda de acompañami­ento, y me quedé flipado con lo que vi y oí. Yo sólo tenía 16 años, y aunque aquello estaba medio vacío, fue un concierto increíble. Recuerdo que fui con una camisa que me había bordado mi madre con la leyenda

Buddy Holly Rockers, y que venía de un entrenamie­nto que hice en el Picadero, que estaba al lado. Vi a un músico en una plenitud absoluta e incansable, y enfrente de él estaba yo, que en aquel momento era un alienado adolescent­e totalmente alienado por el rock’n’roll clásico. Además, aquel concierto me atraía como nunca porque coincidía con el inicio del movimiento rocker en Barcelona, y fui de los pocos de esa movida que debieron de estar allí.

Es una imagen imborrable porque ya sabemos lo que Berry significó, fue el catalizado­r, fue el padre del rock’n’roll, lo inventó todo. De verdad, y el que no lo vea así es que no se entera. Para darse cuenta de eso basta ver que los tres grupos que marcaron la década posterior a escala rockera, los Beatles, los Stones y los Beach Stones, bebieron totalmente de él. Y lo más importante, y también más triste de todo esto, es que Chuck Berry no ha sido más grande por el hecho de ser negro. No tengo la menor duda de su trascenden­cia, y no la tengo cuando por ejemplo ves American

graffiti, una biblia para los rockers, y sale la escena de Johnny B. Goode y te das cuenta de que Berry no sólo es un referente sino que lo transgredi­ó todo, incluso en lo referente a la imagen.

Las letras del rock’n’roll de los ídolos blancos hablaban de unas cosa ya sabidas, mientras que las de Berry y de Little Richard siempre iban por el margen y ofrecían el lado pernicioso, lujurioso y peligroso de la vida. Y yo porque no sé tocar la guitarra, pero para el que sí, la trascenden­cia de Berry ha sido absoluta.

Creo que sin él nadie de los que estamos aquí estaríamos haciendo nuestro trabajo, aunque lo verdaderam­ente importante es su legado, que es la música del siglo XX. Estamos viendo el final de una música, y los que la hemos vivido somos unos privilegia­dos. Por eso he tenido tanta suerte de poder verle sobre un escenario.

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