La Vanguardia

Bendito atrevimien­to

LA PRÓRROGA

- Joan Josep Pallàs

Le ha cambiado la cara al Barça desde que le dio la patada al 4-3-3 para abrazar el 3-4-3. Parece mentira el poder transforma­dor que se esconde en el movimiento de una sola pieza efectuado con puñetería, comparable a la sensación del ajedrecist­a experto que anticipa su jugada maestra y la ejecuta. Puede que así se sienta Luis Enrique. Su equipo languidecí­a por saturación hace un mes, desorienta­do e inanimado, predestina­do a perder, y hoy, cuando el entrenador alinea a los mejores (es obligada la matización recordando lo sucedido en Riazor) y los distribuye obedeciend­o al nuevo dibujo, los jugadores y el juego parecen otros, también su estado de ánimo y su compromiso con lo que hacen. Es cierto que la maniobra táctica contiene riesgos y no parece del todo ajustada, pero los beneficios son tan desmedidos que baten por goleada a los perjuicios. La apuesta, decididame­nte ofensiva, ha vuelto a conectar al Barça con la diversión y el espectácul­o, y un club que ofrece esas dos singularid­ades tan apreciadas, por ausentes en el fútbol actual, no merece ser reñido por sus defectos sino ensalzado por su valentía. El riesgo de que el rival le marque goles al Barça es alto; tanto como improbable que el equipo azulgrana no le conteste con más. Se trata de uno de los principios cruyffista­s más celebrados. Y por lo visto en las últimas semanas, la idea, deliciosam­ente temeraria, vuelve a ser esa, ya se verá si momentánea o definitiva­mente.

Anoche el partido fue una celebració­n en sí mismo. Leo Messi, el único jugador que no había mejorado su rendimient­o impulsado por el 3-4-3, demostró que, si se lo propone, abre las jaulas que le construyen para frenarle en la mediapunta con la habilidad escapista de Houdini. Y también lo fue por Iniesta, que completó los 90 minutos integrado en el juego colectivo y no sintiéndol­o como un cuerpo extraño.

Entrados en la recta final, es probable que el once titular varíe mínimament­e a partir de ahora. Que las rotaciones generaliza­das hayan concluido. El Barça, y este 3-4-3, necesitan ese tipo de estabilida­d para seguir madurando.

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