La Vanguardia

Clara Millet: “¡Nunca pensé que mi boda la pagaba el Palau!”

- EL MIRADOR Joaquín Luna

“¡Parecía que mi boda era de interés nacional!”, lamentó ayer Clara Millet, tras sufrir estos ocho años los comentario­s surgidos al conocerse que su enlace, festejado en la platea del Palau un viernes de junio del 2002, fue cargado a la institució­n. “¡Nunca se me ocurrió pensar que mi boda la pagaba el Palau! Mis padres siempre habían tenido dinero”.

Clara parecía ansiosa por desmentir que su progenitor, Fèlix Millet, hubiese cobrado 40.000 euros a sus consuegros, leyenda urbana muy extendida que acaso sobrevivir­á a la verdad. Fueron 8.000 euros. “Mi suegro pagó (la víspera del enlace) por sus invitados (80), y el disc-jockey”. ¿Desconfiab­an acaso de los gustos musicales de Fèlix Millet o temieron que sonara Paquito el chocolater­o en una boda más social que íntima? Lo del pinchadisc­os, a tenor de lo escuchado ayer, fue una de las pocas concesione­s del patrón del Palau a su ámbito familiar.

“Yo sólo quería casarme”, repitió dos veces Clara Millet ante el tribunal para justificar que cedió las riendas y obedeció a su padre, “un hombre de carácter fuerte”. De ahí que fuese Fèlix Millet quién fijó el día de la semana –un viernes– y la hora –las 13 horas– pese a las protestas de la novia: mal horario para sus compañeros y amigos de escuela y universida­d. “Me dijo que sus invitados se iban fuera los fines de semana”, de la misma forma que Fèlix Millet acogió con alegría que los invitados del novio fuesen 80 y no 800 porque así podía ampliar su lista de amistades y compromiso­s. Si incluso a ella sólo le asignaba dos mesas de invitados... “Em vaig emprenyar”, dijo la hija menor ante semejante cuota para 400 comensales.

Tampoco su hermana mayor, Laia, se quería casar en el Palau, pero había claudicado dos años antes, en el 2000.

Ya nadie lee a Leandro Fernández de Moratín –antes tampoco tanto, la verdad– pero conviene recordar que tuvo un teatro dedicado en Barcelona –después cabaret Belle Époque y hoy el Luz de Gas– y escribió una obra que me rondaba ayer, nada una tontería: El sí de las niñas.

El tribunal y la sala apreciaron la dimensión familiar del patriarca. Un carácter autoritari­o, resolutivo y poco dado a los debates domésticos. “Es buena persona, pero mejor no discutir con él”, resumió su esposa Marta Vallès, que abrió la vista matinal.

Bodas y viajes a cargo del Palau. De estos se habló poco y de forma educada sin hablar de destinos ni lujos. A Marta Vallès nunca se le ocurrió preguntar quién los pagaba: “Creía que eran duros nuestros, teníamos dinero”. Y no de ayer porque también su familia le legó fortuna.

Mercedes Mir, la esposa del número dos, Jordi Montull, tampoco les dio vueltas a los gastos de los viajes de los dos matrimonio­s:

–¡Eran un regalo del señor Millet!

El señor Millet, en primer fila, bien, gracias.

Clara Millet negó que sus suegros fueran timados: “Pagaron 8.000 euros por sus invitados (80) y el disc-jockey”

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QUIQUE GARCÍA / EFE Clara Millet, hija del expresiden­te de la Fundación del Palau
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