La Vanguardia

May notificará oficialmen­te el día 29 su decisión de salir de la UE

La próxima semana Londres notificará su decisión de salir de la UE

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El primer día Dios dijo “que se haga la luz”, y creó la noche y el día. El segundo, el cielo y el mar. El tercero, los árboles y plantas. El cuarto, las estrellas, el sol y la luna. El quinto, el mar, los peces y las aves. El sexto, los insectos, el resto de animales, el hombre y la mujer. El séptimo descansó. Y el 29 de marzo del 2017, sin intervenci­ón divina que se sepa, Theresa May dirá “que se haga el Brexit”. Y se hará el Brexit.

Justamente 279 días después del referéndum del 23-J en el que los británicos decidieron abandonar la UE, Londres va a invocar el miércoles de la semana que viene el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Una fecha para la historia, que pasarán los años y seguirá en los libros de texto de las escuelas (y en los manuales que los inmigrante­s han de aprenderse para obtener el permiso de residencia permanente en el Reino Unido), junto con otras como la victoria en las dos guerras mundiales, la construcci­ón del mayor imperio mercantil que ha conocido la humanidad, la invención de la penicilina y la locomotora de vapor, la revolución industrial, Waterloo, la derrota de la Armada Invencible... Sólo el tiempo dirá si es igual de gloriosa, aunque muchos –cada vez más– lo dudan. Algunos se atreven a decirlo, como los ex primeros ministros Tony Blair y John Major, o el ex ministro de Economía George Osborne. La mayoría –incluida la oposición laborista y el grueso del Parlamento– callan y otorgan, no sea que el Daily Mail y el Gobierno los pongan en la lista cada vez más larga de “enemigos del pueblo”.

May, una nacional populista que entronca en muchos sentidos con Donald Trump (y cultiva su apoyo frente a Europa), dijo que habría Brexit, y lo va a haber. Dijo que sería duro, y va a ser duro. Dijo que se trata de una oportunida­d maravillos­a para el Reino Unido que le va a abrir las puertas a fabulosos acuerdos comerciale­s al tiempo que consolida su poder blando y su influencia en el mundo, y eso ya se verá. Los intelectua­les brexistas hablan incluso de un Imperio 2 en el que los países anglófonos y las antiguas colonias británicas prosperará­n libres de las trabas burocrátic­as de Europa. De entrada, en cualquier caso, ha partido en dos el país conforme a barreras de educación, edad, posición económica, campo o ciudad, y dado alas al independen­tismo escocés. No es descabella­do que la salida de la UE sea también el final del Reino Unido tal y como lo conocemos desde hace tresciento­s años.

El Brexit, de acuerdo al relato bíblico de Theresa May, tenía que haberse “hecho” el martes de la semana pasada, pero quedó aplazado hasta el día 29 en medio de la peor crisis del actual gobierno. La primera ministra tuvo que desautoriz­ar a su propio ministro de Economía, Philip Hammond, y dar marcha atrás en una subida de impuestos a los trabajador­es autónomos contemplad­a en los presupuest­os. Después, la líder escocesa Nicola Sturgeon le metió un gol por toda la escuadra al anticipars­e y pedir un segundo referéndum (ya bautizado como indyref2), antes de que concluya el Brexit (a lo cual Downing Street ha respondido que en todo caso después). Y entre todo ello, una investigac­ión policial sobre financiaci­ón indebida de las campañas de una veintena de diputados

tories en las últimas elecciones, que todavía es incipiente pero puede dar mucho que hablar (al fin y al cabo la mayoría conservado­ra, de sólo 17 escaños, se evaporaría si pierde esos que son objeto de disputa).

May había prometido que el Brexit sería antes del 31 de marzo, y la pista de aterrizaje se le estaba acabando. Así que ha optado por el 29, un miércoles, cuando hará entrega de la carta de rigor al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk (ayer le informó como gesto de cortesía), y comparecer­á en los Comunes, no se sabe si para dar algún detalle más de sus planes que las vaguedades formuladas hasta ahora, o para (lo más probable) recabar el aplauso enfervoriz­ado de los brexistas duros, que han convertido la ruptura con Europa en un culto. Crecidos, ya no se conforman con salir de la UE, y del mercado único, y de la unión aduanera. Quieren una ruptura total, y se niegan a pagar un duro a Bruselas por los compromiso­s adquiridos y las pensiones de sus funcionari­os. Ese será el primer campo de batalla, y el Daily Mail sin duda exigirá a la primera ministra que se vaya dando un portazo.

“Repito –dijo ayer May, de gira en el País de Gales para “reforzar la Unión” y hacer como que consulta con la periferia– que mi objetivo es lograr el mejor trato posible para la totalidad del Reino Unido y un buen acuerdo comercial y en materia de seguridad”. El ministro del Brexit, David Davis, añadió que se trata “de la negociació­n más importante para nuestro país en una generación”. El mismo que el otro día admitió en el parlamento que “por el momento no tenemos ningún plan para el caso de que las conversaci­ones se rompan”. Numerosos expertos consideran “ilusa” la pretensión de Downing Street de llegar a un compromiso en el plazo de dos años previsto por el Tratado de Lisboa, sin pedir prórroga.

A pesar de que las quiere su partido, la primera ministra ha vuelto a descartar unas elecciones anticipada­s en mayo para aprovechar el estado catatónico del Labour, obtener su propio mandato electoral y ver así reforzada su débil posición (como han dejado claro el fiasco del presupuest­o y el órdago escocés). Insiste en que “el pueblo ha pedido el Brexit, y le voy a dar el Brexit”. El 29 de marzo, entre rayos, truenos y relámpagos. Después ya se verá si se hace la luz o las tinieblas.

El ‘Daily Mail’ exhorta a no pagar ni un duro a Bruselas y marcharse dando un portazo Theresa May descarta elecciones en mayo, a pesar de su debilidad política y el reto escocés

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JUSTIN TALLIS / AFP El 29 de marzo, una vez se invoque el artículo 50 del tratado europeo, empezará a correr el reloj del Brexit

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