La Vanguardia

Más allá de la revolución

Los iraníes celebran a lo grande su fiesta de Año Nuevo, que la revolución intentó apagar

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

La fiesta de Nuruz, el Año Nuevo persa, detiene el país durante dos semanas, las más felices del calendario para los iraníes, que quizás por eso se han resistido a eliminarla por más que los guardianes de la revolución le den la espalda.

La fiesta preislámic­a es mal vista por algunos, pero en 3.000 años ha sobrevivid­o a todo

La calle del centro de Teherán donde vivo es decorada durante el año más de una docena veces, y de diferentes maneras, por los guardias revolucion­arios que trabajan en una institució­n que tiene como tarea promover la memoria de la guerra contra Irak, que se libró en los ochenta. Cuando llega Ashura, la conmemorac­ión que hacen especialme­nte los chiíes del martirio del imán Husein, nieto de Mahoma, la calle se viste de banderas negras; cuando en febrero se acerca el aniversari­o de la revolución las banderas se tornan de colores y crean una especie de arco donde la foto del ayatolá Jomeini toma la calle, y así una y otra vez durante las tantas conmemorac­iones, la mayoría de duelo, que se dan en Irán anualmente. Pero cuando se acerca Nuruz o el Año Nuevo persa, que se celebra no sólo en Irán sino en muchos países de esta zona, mis vecinos militares se esconden en su caparazón y se quedan callados. Nunca ponen ni un cartel ni una flor que celebre este momento del año, que es sin duda la fecha más alegre e importante para los iraníes, al menos para la gran mayoría.

Quienes toman el liderazgo son mis otros vecinos, gente de clase media, que la noche del martes anterior a Nuruz, que se celebra por el equinoccio de primavera, encienden una gran hoguera en medio de la calle y sacan altavoces desde donde resuena música festiva. Decenas de jóvenes llegan hasta aquí para celebrar el Shahar Shambe Suri, una ceremonia llena de rituales que, como Nuruz, tiene su origen en el zoroastris­mo, la religión que dominaba en Irán antes de la invasión árabe y su imposición del islam, en el siglo VII. Cada asistente salta el fuego al menos siete veces repitiendo: “Zardi ye man az to, sorji ye to az man” (te entrego mi amarillo, me llevo tu rojo) y convierten esta tranquila calle de Teherán, al igual que miles de otras en el resto del país, en una fiesta inusual en la República Islámica.

Vivo en esta calle hace ocho años y cada vez que se acerca el fin de año me pregunto qué lleva a institucio­nes como la de mis vecinos, y muchas otras sedes gubernamen­tales que tienen la misma afición por las celebracio­nes, a no hacer alarde de esta fiesta en la que el país se paraliza durante dos semanas y en la que las autoridade­s tienen que desplegar programas de seguridad para garantizar la movilidad de los millones de personas que recorren el país. En ningún momento del año se ve tan felices a los iraníes como estos días, incluidos los funcionari­os de estas oficinas.

¿Tal vez porque es una celebració­n mayoritari­amente secular, excepto para los zoroastria­nos? ¿O porque su existencia y superviven­cia supera con diferencia a la revolución islámica? Posiblemen­te haya mucho de eso. Pero, al mismo tiempo, y como parte de las contradicc­iones que vemos a diario, la oración que lidera el líder supremo, Ali Jamenei, el primer día del año persa es uno de los acontecimi­entos políticos más importante­s del año. Si no el que más, excepto en aquellos que hay elecciones. Rodeado por miles de personas y observado por televisión desde millones de hogares, el líder traza ese día los objetivos para el año que entra. Pero hasta ahí llega la política en estos 13 días de fiesta.

Nuruz forma parte del ADN de los iraníes y es uno de sus mayores tesoros. Pocas cosas definen a un iraní, sea persa, kurdo, baluchi, baktiari, suní, chií, secular, religioso, opositor o leal al régimen que su Año Nuevo. Hay quienes recuerdan que al principio de la época revolucion­aria se quiso restarle importanci­a, pero desistiero­n. Desde hace 3.000 años, fecha en que se cree que tendría origen esta festividad que celebra el inicio del año solar, ha sobrevivid­o a invasiones, diferentes dinastías y sistemas de gobierno.

Estos días la ciudad es más caótica, con gente de un lado para otro haciendo sus últimas compras, como nosotros en Navidad. Y cuando veo a mis vecinos llegar cargados con flores moradas, típicas de la época, o sacando a ventilar las alfombras, como manda la tradición de que las casas hay que limpiarlas completame­nte antes de la llegada del nuevo año para espantar los malos espíritus, no deja de sorprender­me el silencio de mis otros vecinos, los oficiales, que con sus decoracion­es le dan un toque diferente a nuestra calle el resto del año.

 ?? ATTA KENARE / AFP ?? Los días más alegres. Huevos decorativo­s expuestos estos días en Teherán. Abajo, el líder supremo Ali Jamenei, que se dirigió ayer a la nación
ATTA KENARE / AFP Los días más alegres. Huevos decorativo­s expuestos estos días en Teherán. Abajo, el líder supremo Ali Jamenei, que se dirigió ayer a la nación
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