Los presidenciables franceses debaten la avería nacional
Los cinco principales candidatos exponen programas ante diez millones en televisión
Los cinco principales candidatos a la presidencia francesa, aquellos con una intención de voto superior al 10%, se enfrentaron anoche en un debate televisado que inauguró la campaña, ante unos diez millones de telespectadores, según la previsión de audiencia.
Por orden de intención de voto en sondeos; la ultraderechista Marine Le Pen, el europeísta neoliberal Emmanuel Macron, el conservador lastrado por las sospechas del Penélopegate François Fillon y los dos candidatos de una izquierda dividida, Benoît Hamon y Jean-Luc Mélenchon, socialistas empatados de diversa tendencia, participaron en una confrontación, civilizada y con argumentos, de dos horas y media sobre modelo de sociedad, economía y política internacional.
Los cinco demostraron la posibilidad de un debate razonable desde argumentos y posiciones contrastadas que fue más allá del mero intercambio de monólogos y reproches. El objetivo de los candidatos que participaron en el debate en el primer canal de la televisión, que concluyó al filo de la medianoche, era la conquista del partido mayoritario: el de los indecisos (alrededor del 40%) y el de los abstencionistas (por encima del 30%).
Fillon prometió liberar a Francia de un “exceso de reglamentaciones” y situó las tres amenazas; un presidente de Estados Unidos “imprevisible”, la potencia comercial de China y el islamismo yihadista.
Segundo en el turno de palabra, Jean-Luc Mélenchon se presentó como un “presidente social y ecode logista” con su programa de refundación de la República sobre sólidas bases sociales, fuera de la energía nuclear y de la OTAN.
Emmanuel Macron, pujante en los sondeos, se declaró “orgulloso de haber sido banquero”, algo que se le reprocha, dijo, metido en política para “hacer cosas útiles” y convencido de que, “la divisoria clásica (derecha-izquierda) no ha resuelto nada y no sirve”.
“No quiero ser la vicecanciller de Merkel, quiero restablecer el derecho de los franceses a decidir por sí mismos”, proclamó Marine Le Pen, en el marco de un “rearme contra la mundialización”. Líder en la primera vuelta y eterna derrotada en la segunda, Le Pen fue tajante: “Quiero detener toda inmigración”. Benoît Hamon se preguntó: “¿Qué pueblo queremos ser, solidario o autoritario?”, y abogó por la “independencia ante los lobbies”.
El debate tuvo momentos de gran animación y hasta humor, alrededor del reproche que se hace al joven Macron de ser el representante de los grandes grupos empresariales. Benoît Hamon exponía su plan para “eliminar la influencia de los lobbies” cuando Macron comentó: “Eso va por mí”. El candidato sin partido respondió explicando cómo se financia su campaña, sobre la que no ha publicado listas de donantes. “¿Pue- asegurar que no hay grupos farmacéuticos y bancarios entre sus donantes?”, le interrumpió Hamon, que cuenta con la red de financiación de su partido (socialista). “Yo no hago controles de identidad con mis donantes –respondió Macron–, no estoy manejado por nadie”. Fue en ese momento cuando el conservador Fillon intervino: “Es bueno que haya un debate interno entre socialistas”, dijo entre risas. Tanto Macron como Hamon han sido ministros con el presidente François Hollande.
Otro momento con chispa se produjo cuando la periodista se refirió a los casos judiciales que penden sobre “algunos de ustedes”. “Gracias por su pudor –respondió Jean-Luc Mélenchon–, pero aquí hay tres candidatos que no tenemos ningún caso judicial encima, eso se refiere a Fillon y Le Pen”, el primero con sospechas de empleos ficticios de su mujer, y la segunda por haber reclutado a sus colaboradores para trabajos en su partido pagados con fondos del Parlamento Europeo, así como por infravalorar su patrimonio.
Los tres candidatos que juegan en la primera liga de esta campaña, Macron, Le Pen y Fillon, se lanzaron sus concepciones económicas. Fillon reprochó a Le Pen ser una “serial killer” para la economía con su propuesta de salida del euro. Le Pen respondió enseñando un gráfico que reflejaba la evolución de las economías europeas desde la introducción del euro, con una línea alemana hacia arriba y otras, francesa, española e italiana, hacia abajo. “No creo que el euro haya sido bueno”, dijo. Fue uno de los raros puntos marcados por Le Pen, cuyas intervenciones no brillaron.
La clave de estas elecciones es la avería. La avería nacional de una Francia en declive estatal y social y descontenta por ello. Una Francia que se compara con la de los treinta gloriosos y se asusta. Un país que busca soluciones en chivos expiatorios, en repliegues nacionales contra la mundialización, en refundaciones republicanas o en reformas neoliberales a las que su sociedad se ha resistido con mayor tenacidad que cualquier otra nación europea. Todo eso se reflejó en el debate de anoche.
Macron se declara “orgulloso de ser banquero” y dice que no es la marioneta de nadie Marine Le Pen, tajante: “Quiero detener la inmigración, los franceses ya no pueden más”