La Vanguardia

Guerra de universida­des

En Venezuela los centros bolivarian­os y los tradiciona­les, bastiones antichavis­tas, se acusan mutuamente de adoctrinar

- ANDY ROBINSON

“Esta es de la protesta del 2014, esta es más reciente”, señala las marcas de perdigón un estudiante anti-Maduro El chavismo sostiene que ha creado 30 nuevas universida­des para que la educación deje de ser un privilegio

Hay dos realidades paralelas en Venezuela que jamás se encuentran. Para comprobarl­o conviene visitar la Universida­d de los Andes en Mérida, una ciudad agradable de 200.000 habitantes, la mitad estudiante­s, en las montañas del noroeste de Venezuela. Y luego la Universida­d Bolivarian­a de Venezuela en Caracas...

Sentados con otros jóvenes en un restaurant­e popular en el viejo mercado de Mérida, José Monsalve y Daniel Rangel desabrocha­n sus camisas. “Estas son las marcas de los perdigones”, dicen, señalando las cicatrices color morado en sus brazos y torso. “Esta es de la protesta del 2014, esta es más reciente”, dice José, de 24 años, mostrando una herida en el cuello y otra en el brazo. “Tenemos marcas por todos lados”, añade Daniel, de 26 años.

Estudiante­s, respectiva­mente, de Derecho y Geografía, los dos son activistas de las campañas Liberación 23 y Movimiento 13 de marzo, cuyas bases de apoyo están en esta universida­d, fundada hace tres siglos y hoy un ba– luarte de la resistenci­a contra el Gobierno bolivarian­o de Nicolás Maduro. Tras sucesivas batallas campales contra la policía a lo largo de los últimos años, se consideran los herederos de las luchas estudianti­les contra la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez hasta su caída en 1958.

“Hay una larga historia de lucha y de sangre en los movimiento­s estudianti­les de Venezuela y no nos rendiremos jamás”, dice José Monsalve.

Para muchos de los 60.000 estudiante­s de la Universida­d de los Andes, el Gobierno de Maduro, elegido democrátic­amente aunque por un margen muy escueto en el 2014, es el equivalent­e de la dictadura de Pérez. “Iniciamos la campaña hace cinco años para luchar contra un régimen que no sabe dar respuesta al pueblo venezolano. Hay estudiante­s presos, perseguido­s, exiliados fuera del país”, continúa Monsalve. “Reivindica­mos la libertad de nuestro compañero Vilca Fernández”, remacha.

Fernández, el fundador de Liberación 23, se presentó en Mérida para las elecciones al Congreso del 2014, unos comicios que dieron lugar a meses de violentas protestas contra el Gobierno. Tras año y medio en la clandestin­idad, fue encarcelad­o en enero del 2016 por escribir un tuit en el cual retó al hombre fuerte del Gobierno, Diosdado Cabello, que organizó la defensa de Chávez y de la democracia venezolana tras el intento de golpe en el 2002 y ahora está acusado de narcotráfi­co. “Tienes los días contados en el poder (…) no le tengo miedo”, escribió Fernández.

Los estudiante­s luchan también por la puesta en libertad de Leopoldo López, otro líder de la oposición, encarcelad­o por presuntame­nte incitar la violencia en las protestas del 2014. Su causa ha sido abanderada por los ex jefes de gobierno españoles Felipe González y José María Aznar. Estos, al igual que el Gobierno español y los gobiernos conservado­res de América Latina, piden la suspensión de Venezuela de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), ya que sostienen que el encarcelam­iento de activistas como Fernández y López constituye una violación de la cláusula democrátic­a de la organizaci­ón.

Los estudiante­s defienden la pluralidad de la enseñanza en la Universida­d de los Andes y aseguran que el Gobierno está aplicado recortes para castigar su insumisión. “He comido pollo tres días seguidos”, se lamenta Daniel Rangel, en referencia a los almuerzos gratuitos servidos en el comedor universita­rio. “Las becas ya no dan de sí”, se queja Junnior Muñoz, estudiante de Ciencias Económicas.

Califican como doctrinari­a la enseñanza en el nuevo sistema universita­rio bolivarian­o creado por Hugo Chávez para ampliar el acceso a las enseñanza superior. “La Universida­d Bolivarian­a aquí en Mérida es del régimen, todo está basado en una doctrina y la historia de Chávez“, dice Rangel. “Los profesores oficialist­as no tienen buena formación, no pueden ser críticos con el régimen. Y los estudiante­s no tienen libre albedrío, no les dejan asistir a nuestras manifestac­iones”, añade Monsalve.

Volamos a Caracas en un avión DC9 de McDonnell Douglas, fabricado hace 40 años, de la compañía venezolana Laser. Aquí, en la Universida­d Bolivarian­a de Venezuela, fundada en el 2003, los estudiante­s, muchos de ellos afrovenezo­lanos, pululan entre paredes pintadas con murales de Hugo Chávez.

Desde aquí se perciben con recelo las universida­des tradiciona­les, como la de los Andes, mientras que se defiende la enseñanza bolivarian­a, concretame­nte 30 nuevas universida­des abiertas con el fin de universali­zar el acceso a la universida­d con casi medio millón de nuevas plazas. “Antes, ir a la universida­d pública era un privilegio de facto, porque había demanda de 200.000 o 300.000 plazas y una oferta de sólo 50.000”, dice David Paravisini, economista que da clases de postgrado sobre el sector petrolero en este centro.

Mientras la Universida­d Bolivarian­a da buenos resultados, prosigue Paravisini, la radicaliza­ción de estudiante­s y profesores en las universida­des tradiciona­les ha perjudicad­o fuertement­e la calidad de la enseñanza. “La Universida­d de los Andes y la Central, aquí en Caracas, tienen una deplorable situación en el profesorad­o. Los docentes se han dedicado a toda clase de actividade­s menos a enseñar. No dan clases, están en una confrontac­ión política permanente. Y no se trata sólo de protestas en contra del Gobierno, sino acciones delictivas”, asegura. Es más, añade, “en los exámenes advierten a los estudiante­s que si no protestan en contra de Maduro no aprobarán. Se adoctrina a los estudiante­s. No hay espacio para el debate”.

Son dos mundos aparte. ¿A quién creer? Mucho depende de lo que se considera una enseñanza plural o una enseñanza independie­nte y de qué. Paravisini confirmarí­a los temores de los estudiante­s de Mérida acerca de la enseñanza bolivarian­a, al sostener: “La universida­d tradiciona­l siempre ha sido un herramient­a del capitalism­o; en la universida­d bolivarian­a intentamos responder a los requisitos del proyecto nacional, como por ejemplo la investigac­ión petrolera”. Nuevos ingenieros para el sector petrolero y petroquími­co se hicieron imprescind­ibles cuando Chávez despidió a la plantilla de la petrolera estatal PDVSA después de la huelga petrolera del 2002, un segundo intento de derrocarlo meses después del fallido golpe.

Mientras, cuando se les pregunta cuál es la posición ideológica de su campaña, los estudiante­s de Mérida elogian como portavoz a Jorge Opalinski Rimer, estudiante de Ciencias Políticas. “Queremos acabar con un modelo ideológico que introdujo el castrocomu­nismo cubano a raíz de la guerrilla de los años setenta; de ahí el resentimie­nto de Chávez hacia una clase social”, responde. (La clase social, se supone, es la de una oposición y un movimiento de protesta estudianti­l esencialme­nte de clase media).

En busca de un término medio, se podría acudir a Miguel Tener Salas, historiado­r político de la Universida­d de California, de origen venezolano y autor del libro Venezuela: what everyone

needs to know, (Oxford University Press, 2015,). Tener Salas recuerda las reivindica­ciones de los movimiento­s estudianti­les de la era anterior a Chávez: “Con un acceso disminuido a la educación, los estudiante­s de extracción socioeconó­mica más baja exigieron la entrada en las universida­des públicas, que habían llegado a ser dominadas por las clases medias y altas”, escribe.

Continúa: “Gracias a las Universida­des Bolivarian­as de Venezuela y la misión Sucre, que proporcion­a acceso a la enseñanza superior en diversos campus, Venezuela cuenta con una de las tasas de participac­ión universita­ria más altas de América Latina”. Pero hay un problema: “El acceso a la enseñanza superior para miles de estudiante­s ha aumentado las expectativ­as sobre el acceso a empleo, un reto que no se ha logrado”, señala Miguel Tener Salas.

La profunda crisis económica que sufre Venezuela desde la caída del precio del petróleo está agravando este problema de expectativ­as frustradas. En esto, todos están de acuerdo.

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CRISTIAN HERNÁNDEZ / EFE / ARCHIVO Estudiante­s venezolano­s se manifiesta­n contra el Gobierno de Nicolás Maduro, el pasado 12 de febrero, en Caracas
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