ETA, cautiva y desarmada
Todo apunta a que el 8 de abril podría parafrasearse el último parte oficial de guerra del Cuartel General del Generalísimo del primero de abril de 1939 escribiendo que “en el día de hoy, cautiva y desarmada la banda terrorista etarra, las fuerzas constitucionales han alcanzado sus últimos objetivos democráticos. La guerra ha terminado”. El anuncio de que ETA entregará las armas sin condiciones ha servido para suscitar recelos, sin conceder apenas que es mejor descatalogarlas a mantenerlas en conserva para ocasiones venideras.
Los interlocutores gubernamentales se han apresurado a responder, en el consenso de los partidos constitucionales que han rehusado pagar con la misma moneda cuando gobernaban sin invocar la ley de talión y aferrados al sentido de la responsabilidad para cerrar filas en materia tan explosiva. Se han limitado a exigir a ETA que se disuelva y pida perdón. El orden de aparición en escena de ambos factores altera el resultado. Para que el anuncio de la banda derive sus efectos se requiere la existencia de una organización donde dirigentes con autoridad den las órdenes de entrega y que se cumplan. De haber sido la disolución el primer peldaño, hubiera resultado imposible tanto la entrega de armas como la petición de perdón.
Veremos qué queda en los zulos tras cinco años fuera de uso o si estamos en un caso de herrumbrosas lanzas del que hablaba Juan Benet. Bajo la actitud en apariencia más contundente –la que exige que se disuelva y pida perdón– subyace un reconocimiento de mayor calado. Esas exigencias vendrían a suponer una rendición que incluso si fuere incondicional precisaría de alguien que firmara por parte de los derrotados. Pueden ser imaginadas otras formas de extinción bien por agotamiento, falta de posibilidades de reclutar relevos, de obtener financiación o de aprovisionarse de armas, bien por centrifugación desintegradora o pérdida de masa encefálica para invalidar la gramática del terror. A leer Patria (Ed. Tusquets) de Fernando Aramburu y a esperar por si la Iglesia, vivero de terroristas, rogara disculpas. Aquella pregunta exasperada de Pujol queriendo saber cuántos muertos debía poner Catalunya para ser escuchada como el País Vasco queda respondida.