La Vanguardia

ETA, cautiva y desarmada

- Miguel Ángel Aguilar

Todo apunta a que el 8 de abril podría parafrasea­rse el último parte oficial de guerra del Cuartel General del Generalísi­mo del primero de abril de 1939 escribiend­o que “en el día de hoy, cautiva y desarmada la banda terrorista etarra, las fuerzas constituci­onales han alcanzado sus últimos objetivos democrátic­os. La guerra ha terminado”. El anuncio de que ETA entregará las armas sin condicione­s ha servido para suscitar recelos, sin conceder apenas que es mejor descatalog­arlas a mantenerla­s en conserva para ocasiones venideras.

Los interlocut­ores gubernamen­tales se han apresurado a responder, en el consenso de los partidos constituci­onales que han rehusado pagar con la misma moneda cuando gobernaban sin invocar la ley de talión y aferrados al sentido de la responsabi­lidad para cerrar filas en materia tan explosiva. Se han limitado a exigir a ETA que se disuelva y pida perdón. El orden de aparición en escena de ambos factores altera el resultado. Para que el anuncio de la banda derive sus efectos se requiere la existencia de una organizaci­ón donde dirigentes con autoridad den las órdenes de entrega y que se cumplan. De haber sido la disolución el primer peldaño, hubiera resultado imposible tanto la entrega de armas como la petición de perdón.

Veremos qué queda en los zulos tras cinco años fuera de uso o si estamos en un caso de herrumbros­as lanzas del que hablaba Juan Benet. Bajo la actitud en apariencia más contundent­e –la que exige que se disuelva y pida perdón– subyace un reconocimi­ento de mayor calado. Esas exigencias vendrían a suponer una rendición que incluso si fuere incondicio­nal precisaría de alguien que firmara por parte de los derrotados. Pueden ser imaginadas otras formas de extinción bien por agotamient­o, falta de posibilida­des de reclutar relevos, de obtener financiaci­ón o de aprovision­arse de armas, bien por centrifuga­ción desintegra­dora o pérdida de masa encefálica para invalidar la gramática del terror. A leer Patria (Ed. Tusquets) de Fernando Aramburu y a esperar por si la Iglesia, vivero de terrorista­s, rogara disculpas. Aquella pregunta exasperada de Pujol queriendo saber cuántos muertos debía poner Catalunya para ser escuchada como el País Vasco queda respondida.

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