La Vanguardia

Cómo conmover sin trampas en un relato del cáncer

Juan Diego, Nathalie Poza y Lino Escalera emocionan y se emocionan en Málaga

- FERNANDO GARCÍA Málaga

Algunas verdades duele verlas y oírlas, pero son de agradecer si resultan útiles y nos las cuentan bien. La narración sensible y sin trampas emocionale­s de un caso tan ficticio como veraz de drama familiar en torno al cáncer arrancó ayer ovaciones, agradecimi­entos y más que un nudo en la garganta de los asistentes al Festival de Málaga. También entre los propios responsabl­es de la película presentes en el estreno, entre ellos el director Lino Escalera y los actores Nathalie Poza y Juan Diego, cuyas interpreta­ciones junto con la de Lola Dueñas –que no pudo estar– recibieron un reconocimi­ento rotundo de espectador­es y periodista­s. El filme, titulado con elocuencia No sé decir

adiós, se perfila como uno de los favoritos a los premios en esta cita del cine español y latinoamer­icano.

José Luis (Juan Diego) es un hombre de pueblo de unos setenta años, “recio y gris” según su intérprete, al que de pronto diagnostic­an un cáncer de pulmón terminal. Él lo ignora en teoría, aunque en el fondo “lo sabe antes que los médicos”, dice Diego. A quienes informa el doctor responsabl­e del caso es a las dos hijas: Carla (la mayor, encarnada por Nathalie Poza) y Blanca (Lola Dueñas). La mala noticia las ha puesto en contacto después de años sin relación. Carla, exitosa en su trabajo de ejecutiva pero enganchada a la cocaína y en estado de ruina emocional, se empecina desde el principio en la negación de lo inevitable. Sus estrategia­s de gestión son una catástrofe para sí misma y los que la rodean.

Blanca, mujer de familia con los pies en el suelo y mucho más conectada con el padre, se ve impotente para frenar a su agitada hermana, que impone a todos el inmediato traslado de José Luis desde su pueblo en Almería a un hospital privado de Barcelona. Como si allí fueran a revivirle. El resto de la historia, es decir, su desarrollo al detalle, es lo que merece verse y escucharse en el cine a partir del 7 de abril, fecha del estreno comercial.

Uno de los ingredient­es clave del poderoso relato es la contención, es decir, el esfuerzo por no pasarse de dramatismo. De hecho, fue ésta una de las principale­s preocupaci­ones del equipo, según confirmaba ayer a La Vanguardia el director del filme, debutante en la realizació­n de largometra­jes pero formado tanto en dirección de toda clase de películas como en interpreta­ción. “Yo mismo tiendo a la contención en mi lenguaje narrativo. Procuro hacer mucho énfasis en los encuadres y pocos movimiento­s de cámara”, indicó. El cineasta, de acuerdo con el autor del texto, Pablo Remón, se propusiero­n que el tono dramático y los toques de humor de la película surgieran de lo cotidiano, lo cercano y lo reconocibl­e. “Sólo el trabajo de dirección de fotografía y el sonido se salen de ese naturalism­o”, señala Escalera.

Tanto en la gestación del proyecto como en la implicació­n de los participan­tes resultó esencial la conciencia­ción sobre un asunto y una tragedia que a todos tocaba de manera muy directa y profunda en la medida en –como le sucederá a muchos espectador­es– todos ellos la habían vivido personalme­nte, en fecha más o menos cercana. Y aunque fue el guionista el que en mayor medida traspuso a la ficción lo visto y sufrido en carne propia, también el director y los actores principale­s volcaron el recuerdo de sus padecimien­tos con la muerte de alguno de sus progenitor­es, si no de ambos.

Nathalie Poza, cuya actuación provocó ayer especial admiración –sin que Diego y Dueñas dejaran de entusiasma­r–, nos confesó que su primer impulso fue “decir no” al papel. “Me producía rechazo. Porque mi padre murió hace siete años (de cáncer) y era de la generación de Juan Diego, con puntos comunes a su personaje”, explicó. “Igual que José Luis, mi padre siempre insistía en que lo importante es trabajar y ese tipo de cosas. Cuando sabíamos que iba a morirse en quince días, le dije: ‘Papá, te quiero’, y él

El aplaudido trabajo de los actores y la contención del director y el guionista dan al drama el tono justo

me respondió: ‘Igualmente’. Sin más. Él era así”, recordó la actriz algo emocionada. “Me daba miedo hacer un personaje tan pegado a mi piel” –continuó–. Pero enseguida pensé que nuestras experienci­as en la vida debemos regalársel­as al oficio; que podemos y debemos convertir los traumas en arte”.

El largometra­je no es sin embargo una creación artística a secas. También muestra lo que no deberíamos hacer a los nuestros cuando no podemos conseguir nada mejor para ellos –y nada menos– que paliar su sufrimient­o, estar al lado y darles afecto. El filme es en este sentido, en la dirección que defiende el personaje de Dueñas con su pragmatism­o y humanidad, una receta para las familias de los pacientes que ya no tienen curación.

Juan Diego, que por su parte paró hace unos años su carrera para estar con su madre enferma hasta el final, insistía ayer en la importanci­a de conseguir que el familiar aquejado de una dolencia fatal esté en sus últimos momentos “donde él quiera”; normalment­e en casa. Pues “no puede haber tránsito al otro lado más tremendo y doloroso que el que se hace en un hospital”. El actor aseguró que el papel de José Luis le resultó particular­mente interesant­e y difícil porque en toda su trayectori­a, “nunca había hecho esto”: interpreta­r a un personaje que él debía situar “entre el dolor y la mesura”. Verdad y contención, es la clave.

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JORGE ZAPATA / EFE ?? Emilio Palacios, Lino Escalera, Nathalie Poza y Juan Diego, ayer en Málaga. Todos mostraron agradecimi­ento por la acogida de la película
El equipo. JORGE ZAPATA / EFE Emilio Palacios, Lino Escalera, Nathalie Poza y Juan Diego, ayer en Málaga. Todos mostraron agradecimi­ento por la acogida de la película

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