La crisis de Uber se agrava tras la dimisión repentina de su presidente
Jeff Jones abandona el cargo entre polémicas después de tan sólo seis meses
Uber está sufriendo una hemorragia. En las últimas semanas varios de sus directivos han decidido hacer la maleta y dejar la compañía. Y la sangría se hace preocupante si quién decide largarse es su presidente. Jeff Jones presentó ayer su dimisión del cargo después de tan sólo seis meses.
El directivo lo comunicó primero a la prensa y luego a la empresa. Su texto deja espacio a la ambigüedad. “Entré en Uber porque compartía su misión y el reto que suponía construir capacidades globales que habrían ayudado a la empresa a madurar y prosperar a largo plazo. Pero parece ahora bastante claro que mi punto de vista y el enfoque de liderazgo que han caracterizado mi carrera no son compatibles con lo que vi y con mi experiencia en Uber, con lo que no puedo permanecer como presidente de la sociedad”.
Jones trabajaba con anterioridad en la compañía de comercio electrónico Target. El fundador y consejero delegado de Uber, Travis Kalanick, decidió ficharle el pasado mes de septiembre por su renombrada “empatía” y para mejorar la imagen de la controvertida firma californiana, que ofrece mediante una aplicación en el móvil un servicio de transporte entre particulares.
Sin embargo, algo no ha funcionado del todo. Kalanick anunció hace unos días que estaba buscando un director de operaciones, con el objetivo de corregir el rumbo de la compañía, golpeada por numerosos escándalos. Y relacionó la salida de Jones con este hecho. “Jeff ha llegado a una decisión difícil después de nuestra intención de fichar a un nuevo ejecutivo. Es una pena que su salida se anunciara a la prensa”, comentó Kalanick.
Pero todo hace pensar que la marcha del presidente no hay sido un hecho aislado, porque también Brian McClendon, vicepresidente de Uber y uno de los ingenieros a cargo de la conducción autónoma, presentó su dimisión. A comienzos de este mes hubo otras dos salidas: se fue Ed Baker, vicepresidente de producto y Charlie Miller, un investigador en temas de seguridad.
A su vez, Kalanick no atraviesa un momento de especial popularidad. “Tengo que cambiar como líder y madurar. Necesito ayuda, pretendo conseguirla”, admitió recientemente al verse en el centro de las críticas . Hace unas semanas fue grabado en un video en el que discutía de una manera agresiva e insultaba a un conductor de Uber, que se quejaba de la bajada de tarifas decididas por la compañía. “A algunas personas no les gusta asumir la responsabilidad por su propia mierda”, le espetó Kalanick, que no sabía que estaba siendo filmado.
En las altas esferas tampoco está teniendo mucha suerte. El fundador de Uber tuvo que renunciar a formar parte de un consejo asesor del presidente Donald Trump a raíz de una campaña de boicoteo (con el hashtag #deleteUber) que le costó la baja de 300.000 usuarios. Aparte de críticas por trumpista, en este caso, Uber fue acusada de socavar una huelga de taxistas, que había sido convocada contra el veto migratorio del nuevo mandatario el pasado mes de enero. Como respuesta, Uber anunció que bajaría tarifas para captar a los clientes que se quedarían sin taxi, lo que enfureció a este colectivo.
En cuanto a la competencia, está afinando sus armas. El pasado 24 de febrero Google le presentó una denuncia en los tribunales. La empresa sostiene que Uber le ha robado diseños y tecnología de su coche autónomo.
Como si no fuera suficiente, Kalanick debe enfrentarse a las polémicas que han rodeado la salida de una de sus ingenieras, Susan J. Flower, que en un duro alegato sostuvo haber recibido acosos sexuales por parte de algunos empleados en su etapa en la compañía, sin que la empresa moviera un dedo para protegerla. Flower dio a entender que hay un problema de “caos organizativo y de sexismo en la organización”. “Cuando entré en Uber en noviembre de 2015, el 25% de la plantilla estaba formada por mujeres. Ahora este número ha caído a menos del 6%”, escribió en su blog. Por su parte, la compañía ha abierto una investigación interna sobre el asunto y Kalanick aseguró al respecto que si alguien ha infringido alguna norma será despedido de forma inmediata”.
Uber, con sede en San Francisco y presencia en más de 70 países y 250 ciudades, está valorada en 70.000 millones de dólares (más que General Motors, que fabrica coches, mientras la californiana no tiene ninguno).
Pese a ello, nunca ha logrado beneficios. Es más: se estima que el 2016 cerrará con pérdidas de 3.000 millones de dólares. El gurú tecnológico Peter Thiel califico una vez a Uber como “la compañía con la ética más cuestionable de Silicon Valley”.