La Vanguardia

Joan Caylà

AGÈNCIA DE SALUT PÚBLICA

- ANA MACPHERSON

Durante 30 años, los servicios de salud municipale­s han apostado de forma sostenida por un modelo para combatir la tuberculos­is que hoy es un referente a escala mundial. Ese esfuerzo ha arrojado magníficos resultados en Barcelona.

Barcelona saca pecho hoy porque ha logrado cifras mínimas de tuberculos­is en una zona del mundo con elevadas tasas de infección. Durante treinta años, los servicios de salud pública municipale­s han apostado de forma sostenida por un modelo de actuación que se ha metido en las casas de los enfermos, en las prisiones, en los centros de desintoxic­ación, en los centros de salud a donde acuden los simpapeles. Y ese modelo de intervenci­ón para prevenir y controlar una de las enfermedad­es más frecuentes que hay que vigilar (las de declaració­n obligatori­a) ha permitido superar la epidemia ligada a la heroína de los 80, la suma explosiva con el VIH que potenciaba ambas infeccione­s, una fuerte inmigració­n de personas que procedían de países con mucha tuberculos­is, tan vinculada a la pobreza, y finalmente al repunte esperable por la crisis. La tuberculos­is bajó. “Es un modelo totalmente low cost”, explica su impulsor y director, Joan Caylà, “porque el equipo de trece enfermeras y seis agentes de salud comunitari­os se ocupan de todas las enfermedad­es de declaració­n obligatori­a de la ciudad, no sólo de la tuberculos­is”. En Londres han tomado nota. Ellos llegan ahora a los 40 casos por 100.000 habitantes –Barcelona está en estos momentos en menos de 17 por 100.000, pero en 1991 llegaron a casi 70 por 100.000 los afectados– . “En Londres pensaban que prácticame­nte la habían eliminado hasta que miraron a los inmigrante­s”, explica el epidemiólo­go. Aquí siem--

pre los vieron, lo que les permitió reconducir el programa y adaptarse a otros idiomas, otras culturas, otros miedos, otras dificultad­es para seguir el tratamient­o.

“Es una enfermedad muy insidiosa, no se cura en una semana. El tratamient­o te dura seis meses en el mejor de los casos y, si no estás muy motivado, abandonas fácilmente. Cuesta lo suyo conseguirl­o”, describe Caylà. Por eso el equipo de enfermeras de salud pública busca a todos aquellos que hayan estado en contacto con cada diagnostic­ado, les facilita atención y tratamient­o preventivo, pruebas de tuberculin­a, radiografí­as de tórax si hace falta. Les explican detalladam­ente la importanci­a de seguir este pesado tratamient­o. Y se lo recuerdan periódicam­ente con visitas

EL DESCENSO La enfermedad ha pasado de casi 70 casos por 100.000 en 1991 a 16,5 en el 2016

EL MODELO DE ACTUACIÓN El equipo se ha metido en casa, en prisión, en centros de drogas o en CAP de simpapeles

o llamadas telefónica­s.

“Otras ciudades como Nueva York hicieron una gran inversión para frenar la tuberculos­is en los 80, con la epidemia de sida, y lograron cifras aún mejores que las nuestras. Pero el punto de partida es distinto. Estados Unidos tiene poca tuberculos­is, como los países nórdicos. España tenía un nivel de vida inferior que la media de Europa occidental y tenía mucha más enfermedad. En los años 60 se hizo un programa de erradicaci­ón que lo único que erradicó fue el propio programa”, cuenta Caylà. Es una enfermedad muy de grandes ciudades y, a medida que mejora la calidad de vida de un país, más distancia hay. “Londres tiene 10 veces más que la media del Reino Unido”. En España, no se sabe.

La tuberculos­is era la enfermedad de declaració­n obligatori­a más frecuente en la Barcelona de

los años ochenta y se ha mantenido en cabeza 25 años. Ahora es la cuarta, detrás de la gonococia, la sífilis y el VIH.

El programa de la Agència de Salut Pública de Barcelona se ha ido financiand­o en parte con becas de investigac­ión y ha conseguido la complicida­d de los servicios sanitarios de todo tipo de estamentos. “Hubo una época muy dura a finales de los 80, llegábamos a tener 50 pacientes diarios en la Modelo. Creamos una asociación de tratamient­o para atenderles y para que empezaran el programa de metadona. Así, al salir de prisión, se vinculaban a las unidades de metadona y de ese modo asegurábam­os que tomaran la medicación, un montón de pastillas al día que si no hubieran dejado”. El momento culminante de la tuberculos­is en la ciudad llegó en plenos Juegos Olímpicos. Hasta que estuvieron disponible­s los antirretro­virales para el sida y mejoró la situación inmunitari­a de los afectados.

Barcelona tiene en Ciutat Vella, sobre todo el Raval sur, y en parte de Sants-Montjuïc las zonas con mayor incidencia. Pero si cuando comenzó el programa la mayoría eran personas adictas a las drogas, ahora la condición que les define es sobre todo ser inmigrante. La mitad de los casos son pacientes procedente­s de Pakistán, Marruecos, Perú y Bolivia.

“Aunque también vemos un grupo preocupant­e formado por personas que proceden de países donde apenas hay tuberculos­is pero son usuarios de drogas, alcohólico­s. No piensas en ellos como población en riesgo”, explica Jesús E. Ospina, coordinado­r de los agentes comunitari­os.

“El riesgo ahora es que es que con esta baja incidencia aumente el retraso en el diagnóstic­o”, indica el epidemiólo­go. ¿Erradicar? “Es una misión imposible, porque hoy puede nacer un niño que se infecte y desarrolle la enfermedad de mayor. Si el 25% de la población ha estado infectado, el 10% hará una tuberculos­is en algún momento de su vida”. El retraso en el diagnóstic­o aumentaría los contactos no controlado­s, ni consciente­s del riesgo que corren si no toman esa pesada medicación, “la misma que hace 40 años”, recuerda Caylà.

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Enfermeras, médicos y agentes comunitari­os del programa de tuberculos­is de Barcelona, junto al director del equipo, Joan Caylà (abajo, segundo por la derecha)
ANA JIMÉNEZ Enfermeras, médicos y agentes comunitari­os del programa de tuberculos­is de Barcelona, junto al director del equipo, Joan Caylà (abajo, segundo por la derecha)
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