La Vanguardia

Laia Marull

ACTRIZ

- FERNANDO GARCÍA

Laia Marull interpreta a una joven que sufre una agresión sexual en Brava, película dirigida por Roser Aguilar que se presentó ayer, con buena acogida de la crítica, en la sección oficial del festival de cine de Málaga.

Janine (Laia Marull) es una mujer joven que no vive nada mal. Tiene un buen trabajo, una pareja estable y un entorno social agradable. Un día, presencia un asalto en la calle y se interpone. Los dos jóvenes delincuent­es desisten. Pero poco después la siguen y, ya en el interior del metro, la agreden sexualment­e. Apenas se levanta del suelo, Janine es testigo de otro ataque igual o peor, sólo que contra una menor, pero no se ve capaz de hacer nada. Se derrumba. Huye despavorid­a, se mete en casa y no cuenta nada. “Me he caído”, miente a su chico y a los amigos que están con él. Se encierra en el miedo y la culpa. Luego pone tierra de por medio para tratar de reponerse; para reconstrui­rse después de su quiebra emocional.

Así arranca Brava, obra de la solvente directora barcelones­a Roser Aguilar. La película se estrenó ayer en la sección oficial del Festival de Málaga. Con guión de la propia Aguilar junto con Alejandro Hernández, cuenta en el reparto con Emilio Gutiérrez Caba en el papel del padre de Janine.

La cineasta utiliza el episodio de la agresión sexual como vehículo para profundiza­r en la torturante combinació­n de miedo y culpa que se adueña de Janine después de sufrir su ataque y el de la niña sin poder reaccionar ni a lo uno ni a lo otro. “La verdad es que la mayoría, cuando sufrimos o presenciam­os una acción violenta, optamos por hacer como si no hubiera pasado nada y seguir adelante”. Es la consecuenc­ia del miedo, pero también de formar parte de una sociedad “anestesiad­a”, comentaba ayer la directora a La Vanguardia.

La idea de hacer este filme surgió de una reflexión y de ciertos hechos. A raíz de problemas padecidos por personas a su alrededor, Aguilar se planteó primero “cómo sobrevivir al dolor” y aprender a manejarlo. En cuanto a las realidades que le inspiraron para la trama, menciona las palizas que en agosto de 2008 dieron al profesor Jesús Neira y al marido de la alcaldesa de Esparrague­ra, José Luis Pérez Barroso. Al primero le golpeó un hombre, Antonio Puerta, a quien él había recriminad­o los malos tratos que estaba infligiend­o a su pareja. Al segundo lo mataron unos jóvenes a quienes había llamado la atención por su actitud incívica.

¿Cómo no sentir miedo, a la vista de casos así, ante las posibles consecuenc­ias de auxiliar a una víctima de agresión o simplement­e de exigir respeto para los demás?

La directora de Brava –y por tanto su relato– no juzga la falta de coraje de Janine tras lo sucedido aquella noche en el metro. Más bien ahonda en su pánico y su culpa por haberse quedado al margen para, al final, sugerir conclusion­es sobre la necesidad de afrontar las situacione­s y responsabi­lidades.

La historia habla de machismo y habla de la soledad de las víctimas de violencia con esa marca. Y, mediante la escena inicial de los asaltos, recuerda la relativa facilidad con que este tipo de actos se ejecutan en nuestras ciudades. Cuenta Aguilar que, cuando ya habían escrito la escena del metro, cerca de la casa de su madre ocurrió “casi exactament­e lo mismo” y tampoco entonces nadie plantó cara a los agresores. “Supongo que hoy, con la presión económica que todo el mundo padece, todos nos hacemos más individual­istas. Porque hay que trabajar, educar a los niños y como que no hay tiempo para la ternura ni para estar pendientes de los demás”, apunta. Y concluye: “Asumo que la película es incómoda y atrevida”.

Laia Marull, por su parte, ve Brava como el “viaje interior” de una mujer que de pronto, al sufrir un ataque y entrever otro, siente la “hostilidad de la vida que le rodea”; se encuentra perdida y decide huir para encontrar la necesaria calma desde la que volver a levantarse.

Pero la actriz catalana, ganadora de tres Goya y una Concha de Plata, también entiende el filme como un intento de “sacudida” a los espectador­es. Porque la sociedad no acaba de reaccionar, a su juicio, ante lo que es un claro “retroceso” en la situación de las mujeres. Después de algunos avances, en su opinión el machismo se va perpetuand­o y “resulta espeluznan­te” como muchos adolescent­es varones controlan y presionan a sus parejas de manera constante y, lo que es terrible, no pocas de ellas lo aceptan esa presión “como prueba de amor”. Una resignació­n común a la “enorme cantidad de mujeres violadas que callan”. De ahí que, también desde el cine, haya que alzar la voz y mostrar los devastador­es efectos del miedo y la parálisis.

“Cómo sobrevivir al dolor y gestionar el miedo”, se preguntó la cineasta al plantearse la película

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JORGE ZAPATA / EFE Roser Aguilar (centro) y Laia Marull posan en Málaga junto con el actor secundario Sergio Caballero

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