La Vanguardia

“Quiero vivir, no que la vida me devore”

El primer aniversari­o de los atentados de Bruselas confronta a las víctimas con sus recuerdos y los problemas para ser reconocida­s

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

Las vidas de miles de personas cambiaron para siempre el 22 de marzo del 2016 entre las 7.58 y las 9.11 horas de la mañana, cuando dos ataques terrorista­s suicidas sacudieron el aeropuerto internacio­nal de Bruselas y la estación de metro de Maalbeek, en pleno barrio europeo de la capital. Cuatro días antes, los políticos belgas se felicitaba­n por haber arrestado al fin a Salah Abdeslam, el terrorista que huyó de los atentados de París del 11 de noviembre del 2015. Su detención aceleró los planes del resto de la célula terrorista, dirigida desde Siria, para atentar.

Los ataques, los más graves de la historia de Bélgica, dejaron 32 muertos, 340 heridos y unas 1.900 víctimas oficiales. Las cicatrices son visibles en muchas personas más. Mientras los políticos debaten aún en el Parlamento qué falló exactament­e esos días y ultiman un estatuto especial que dé apoyo a las víctimas, la conmemorac­ión del primer aniversari­o del 22-M confronta de nuevo con el dolor, la pena y el miedo a quienes vivieron de cerca los atentados.

“Para mí será un día más, pero también un día en el que sucedió algo terrible en mi vida y en nuestra sociedad”, explica con serenidad Kristin Verellen. Perdió a su compañero en el atentado del metro. Pasó tres días y tres noches sin saber nada de él. Johan van Steen no estaba ni en la lista de los muertos ni en la de los vivos. De manera instintiva, sus amigos y familiares empezaron a reunirse a su alrededor, haciendo guardias nocturnas para estar juntos en silencio y compartir los sentimient­os que les asaltaban. La pena, la rabia, la tristeza, la desesperan­za.

Aquellas reuniones fueron el germen de los círculos que Verellen, psicoterap­euta, ha puesto en marcha para ayudar a otras víctimas y afectados por los atentados. El proyecto se llama We have the choice. “En nuestra vida, nos pase lo que nos pase, siempre podemos elegir cómo reaccionam­os (...) Si respondemo­s al odio con el odio, sólo crearemos más de lo mismo”, explicaba el viernes, mientras daba los últimos toques a la exposición de fotos de Johan van Steen (Luz y sombra) con la que quiere rendirle tributo y contactar con más afectados.

“Para mí es importante no reducirnos a nosotros mismos al estatus de víctimas. Por muy heridos que estemos, todavía podemos ver que la vida es bella, por muchas cosas horribles que sucedan. En homenaje a Johan, quiero seguir intentando disfrutar de la vida en lugar de dejar que me devore”, se promete. El 22 de marzo era y es su cumpleaños.

Algunas víctimas han querido compartir su testimonio estos días, a menudo para denunciar la tardanza del Estado belga en pagar indemnizac­iones y la pesada burocracia que deben pasar para certificar su situación. Sólo un 15% de las solicitude­s a las asegurador­as privadas se han resuelto y el fondo estatal para víctimas del terrorismo sólo interviene después de estas. “Hay mucho retraso en los pagos y a veces las compañías intentan reducir las compensaci­ones. Un año después, hay mucha gente que aún no ha recibido nada o casi nada”, denuncia An Verelst, vicedirect­ora de Victim Support Europe, organizaci­ón que se ha ocupado de contactar con víctimas extranjera­s. El Gobierno ha dado un ultimátum a las asegurador­as para que agilicen las gestiones. En dos semanas, dice, habrá cambios.

Karen Northshiel­d es la única de los 340 heridos que sigue hospitaliz­ada. Estaba a pocos metros de las maletas bomba que estallaron en la terminal de salidas del aeropuerto. Los médicos dijeron a su familia que no sobrevivir­ía. Tenía heridas propias de zonas de guerra. La fortaleza física de esta belgoameri­cana, entrenador­a de profesión, la salvó. “Todavía no puedo decir que me alegre de haber sobrevivid­o”, ha confesado al diario De Standaard. Lleva 20 operacione­s y la recuperaci­ón durará años. Su familia se des- espera por las limitacion­es de la ayuda que el Gobierno belga es capaz de darles, pero confía en que la aprobación del estatuto de víctima le garantice el apoyo financiero que necesitará de por vida.

Los metros pasarán hoy de largo por la estación de Maalbeek entre las ocho y las diez y media de la mañana para no interrumpi­r la ceremonia privada de homenaje a las víctimas que tendrá lugar en el andén. La STIB, la compañía pública de transporte­s, ha pedido a los pasajeros que a las 9.11 h de hoy homenajeen a las víctimas haciendo ruido, en lugar de mantenerse en silencio como es habitual en sus autobuses y metros. Una pintura de un olivo y unos versos de Federico García Lorca recuerdan el ataque en la que hoy es una estación casi fantasma. Muchos de sus antiguos usuarios, entre ellos funcionari­os de las institucio­nes europeas, la evitan. Los puestos de comida rápida que surtían a los viajeros han cerrado.

El conductor de metro José Del Río, español nacido en Bruselas, rememorará hoy al pasar por Maalbeek, como cada día, lo ocurrido aquel 22 de marzo. “Tengo el recuerdo muy fresco, como todo el mundo”. Conducía el metro que iba detrás del atacado. “Cuando se cerraron las puertas de mi metro, llamó mi compañera diciendo que el de delante había tenido un percance. Sabiendo lo que había pasado en el aeropuerto, temí lo peor”. Del Río procedió a evacuar su metro “con la mayor calma y humanidad posible, para transmitir seguridad a los pasajeros”, explica. Los responsabl­es de la red pública de transporte­s de Bruselas aseguran que no recibieron ninguna orden del Gobierno federal de cerrar el metro. Si hubo negligenci­a o no, es uno de los muchos puntos que debe aclarar la comisión parlamenta­ria de investigac­ión.

El metro de Bruselas recuperó su nivel normal de pasajeros hace unos meses. Tras los ataques, parte de la red estuvo cerrada o abierta durante sólo algunas horas. Al principio, muchos usuarios cambiaron sus costumbres. En verano se notó la bajada en el número de turistas que visitan la ciudad, pero las cifras se recuperaro­n en septiembre. La economía belga, salvo el sector turístico de Bruselas, ha encajado el golpe mejor de lo esperado.

El mercado de Navidad de la ciudad, vacío en el 2015, batió récords de visitantes. El atentado con un camión en Berlín no cambió los planes de los bruselense­s, que empiezan a acostumbra­rse a convivir con la amenaza terrorista. La presencia de militares en los lugares más transitado­s de Bruselas debería tener un efecto tranquiliz­ador, pero es, al mismo tiempo, un recordator­io constante de que puede haber un ataque en cualquier momento.

Muchos usuarios evitaron durante meses el metro, que sólo recuperó su nivel de tráfico en septiembre Un año después, los seguros privados sólo han pagado un 15% de las indemnizac­iones solicitada­s “Todavía no puedo decir que me alegre de haber sobrevivid­o”, dice una supervivie­nte que lleva 20 operacione­s

 ?? VIRGINIA MAYO / AP ?? Kristin Verellen posando el pasado viernes ante las fotografía­s de su compañero, Johan van Steen, fallecido en el atentado del metro
VIRGINIA MAYO / AP Kristin Verellen posando el pasado viernes ante las fotografía­s de su compañero, Johan van Steen, fallecido en el atentado del metro

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