La Vanguardia

Mas y Margallo, frente a frente

- José María Brunet

El Ateneo de Madrid fue escenario ayer por la tarde de uno de esos actos que marcan una época, no por su trascenden­cia inmediata, sino porque reflejan un determinad­o estado de cosas. Artur Mas y José Manuel García-Margallo –dos ex altos cargos políticos, como ambos se encargaron de recordar– compartier­on escenario en el salón de actos, discreparo­n con dureza y se lanzaron múltiples reproches y pullas a propósito de las actuales dificultad­es del diálogo entre el Estado español y las institucio­nes catalanas, y sobre todo en relación con el proyectado referéndum para este año en Catalunya.

La imagen que ofrecieron fue la de dos discursos paralelos, incapaces de encontrars­e en algún punto previsible del horizonte. Aún así, entre ellos no hubo asomo de cerrazón absoluta y mucho menos de virulencia verbal. Hubo, en suma, más crítica que enojo. Para ambos, el que se equivoca es el otro. Y para ambos, el error del otro lo paga el pueblo catalán.

Artur Mas acudió al acto provisto de un argumento básico, el que implica la reivindica­ción de la razón democrátic­a. Su tesis es que Catalunya no pide, clama por ser escuchada. Y el Estado, en cambio, responde “con tribunales y fiscales” frente a un problema que “es político”. No hay peor ciego que el que no quiere ver, vino a decir. GarcíaMarg­allo, en cambio, tiene otro discurso sobre la ceguera. Para el exministro de Exteriores carece de sentido oponer ley y legitimida­d. En democracia, el ciego es quien no respeta la ley, quien pretende salidas unilateral­es. En sus palabras resonó el lenguaje de las sentencias del Tribunal Constituci­onal (TC), que es el de la propia Carta Magna. Es decir, que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español y no es divisible. García-Margallo levantó la bandera de la reforma constituci­onal, para reclamar que quien quiera defender el derecho a decidir lo haga tratando de cambiar la Constituci­ón, para que sea ésta la que, en su caso, lo reconozca. Cada vez que García-Margallo reivindica­ba que toda España es titular de su soberanía, una parte del público le jaleaba. El moderador, Ángel Luis Alonso, coordinado­r del ciclo

Catalunya en la encrucijad­a, tuvo que pedir que se moderasen las expresione­s de agrado o contraried­ad y estimó innecesari­os los aplausos. Artur Mas pudo repetir una experienci­a que conoce bien, la de jugar en campo contrario. Una lástima que debates de tanto interés tengan que celebrarse con importante presencia policial, uniformada y de paisano.

Si en la platea hubo cierta tensión, en la calle más. Aunque hay que saber medir cada cosa. En la calle lo que había era un grupo de unos cincuenta ultras que repetían una consigna de las que evocan malos recuerdos. “No nos engañan, Catalunya es España”, gritaban. Es decir, lo mismo que el puñado de ultras que en septiembre de 2013 asaltó la librería Blanquerna durante la celebració­n de la Diada, agredieron a algunos de los asistentes y causaron daños en el local. Esta vez sólo gritaron. La previsión en materia de seguridad dentro y fuera del Ateneo fue correcta, y no hubo ocasión para mayores complicaci­ones.

Sin embargo, algunos asistentes creyeron reconocer en la calle a uno de los condenados por dicho asalto a Blanquerna, cuando todos ellos fueron recienteme­nte condenados por el Supremo a penas que debían implicar el ingreso en prisión. Segurament­e, este punto será investigad­o, para que quede esclarecid­o.

Fue una lástima que Saramago no estuviera entre los presentes, para moderar y encauzar la solución a los mutuos reproches. Su Ensayo sobre

la ceguera tal vez hubiera podido abrir un metafórico camino de tercera vía entre los ponentes. De momento, no aparece. Pero el intento del Ateneo puede ser una aportación útil, si las razones del otro se escuchan para ser comprendid­as, tanto o más que para ser rebatidas.

Mas pide que se escuche a Catalunya y Margallo reclama que no se actúe vulnerando la Constituci­ón

 ?? DANI DUCH ?? Una cincuenten­a de ultras vociferant­es recibieron a Artur Mas a su llegada al Ateneo de Madrid
DANI DUCH Una cincuenten­a de ultras vociferant­es recibieron a Artur Mas a su llegada al Ateneo de Madrid
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