Iglesias y la Iglesia
Izquierda Unida no quiere misas en La 2. El diputado Alberto Garzón, coordinador federal de IU y diputado de Unidos Podemos, estampó su firma el pasado 20 de febrero en una proposición no de ley que insta a la Corporación RTVE a suprimir la emisión de la misa dominical, en nombre de la aconfesionalidad del Estado y de la imparcialidad que se atribuye –en el plano teórico– a la televisión pública. La proposición quedó discretamente depositada en el registro del Congreso, hasta que fue detectada, como es su obligación, por los radares de la prensa.
Hace poco más de una semana, Pablo Iglesias fue preguntado por la iniciativa parlamentaria de su compañero de coalición. El líder de Podemos improvisó una respuesta de manual y evitó contradecir a sus aliados de IU, que disponen de autonomía para las propuestas parlamentarias. Al cabo de media hora, una noticia perforaba los informativos: ¡Podemos quiere acabar con la misa en TVE! Al cabo de media hora, Iglesias sabía que se había equivocado.
Para entenderlo mejor hay que retroceder al mes de noviembre del 2014, cuando el papa Francisco visitó la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Francisco defendió los derechos humanos y sociales como base de la dignidad de la persona y pidió a las instituciones europeas menos burocracia, menos ostentación y menos lujos. Recién estrenado en su escaño, el eurodiputado Iglesias retransmitió vía Twitter el discurso del Papa, con signos admirativos. Al concluir, los cinco eurodiputados de Podemos se pusieron en pie para aplaudir. Los representantes de Izquierda Unida ni siquiera acudieron a la sesión, por considerar que en las instituciones europeas no deben tener cabida los mensajes religiosos. Ese contraste de actitudes entre Podemos e IU fue entonces muy comentado. La nueva y la vieja izquierda. Podemos se hallaba entonces en una fase rabiosamente emergente. Dominaba la escena, improvisaba y sorprendía. Desde entonces, Pablo Iglesias ha elogiado varias
veces a Francisco y es posible que haya intercambiado, discretamente, algún mensaje con el Papa de Roma. Si aún existiese el programa de TVE Tengo una pregunta para usted, podría sugerirse la siguiente interrogación: ¿Es coherente aplaudir a Francisco y a la vez querer dejar a los ancianos católicos con dificultades para salir de casa sin el servicio religioso que ofrece la televisión pública?
La iniciativa de Unidos Podemos ha tenido gran repercusión. Ha motivado un briosa campaña en defensa de la misa televisada, con la señorita Tamara Falcó al frente. Y ha contribuido a oscurecer una noticia muy relevante sobre la Iglesia católica en España. En la asamblea episcopal celebrada la pasada semana pasada en Madrid, los obispos más identificados con la línea de Francisco estuvieron a punto de quedar en minoría en el comité ejecutivo de la CEE, tras una maniobra muy bien concertada del sector conservador, encabezado por el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia –que recupera la vicepresidencia– y el obispo de Oviedo, Jesús Sanz, figura ascendente de la derecha episcopal. La línea pro Francisco ha quedado tocada. Hay brega dentro de la Iglesia católica en España. Esta es la noticia.
Admirar al Papa y ser muy anticlerical al mismo tiempo. He ahí una ecuación difícil. ¿Se está convirtiendo Podemos en un partido perfectamente previsible?
Hace muchos años, allá en los cincuenta, le preguntaron a Enrico Berlinguer, entonces secretario general de la Federación Juvenil Comunista Italiana, qué pensaba de la canonización de María Goretti, una joven campesina que murió asesinada por resistirse a la violación.
Berlinguer, hombre poco previsible, respondió: “Santa María Goretti debe ser un ejemplo para todos los jóvenes italianos”.
La polémica sobre la misa en TVE tapa el voto crítico con la línea Francisco en el episcopado español