La Vanguardia

Una incómoda verdad

- Antón Costas A. COSTAS, catedrátic­o de Economía de la Universita­t de Barcelona

Ysi, a pesar de la ordinariez del personaje, Donald Trump nos estuviese revelando una verdad política incómoda a los ojos de los partidario­s de la globalizac­ión comercial sin trabas?

Esa verdad podría ser que, después de dos décadas de una hipergloba­lización que tuvo ganadores y perdedores, ahora nuestros países necesitan una mayor dosis de equidad y de inclusión social. Para ello el péndulo del ciclo de la historia necesita virar. Pero esto no debe sorprender. Ni asustar. De la misma forma que la naturaleza tiene ciclos (día-noche; verano-invierno), también la historia tiene ciclos político-económicos (librecambi­smo-proteccion­ismo; desigualda­digualdad).

Cuidado, no estoy diciendo que Trump vaya a traer esa mayor equidad e inclusión social. Al contrario, es posible que el resultado de sus políticas acabe siendo una mayor desigualda­d e injusticia social. Lo que digo es que Trump ha sabido oler mejor que los políticos tradiciona­les –tanto conservado­res como socialdemó­cratas y liberales– esa demanda de mayor equidad.

En la reunión de ministros de Economía y Finanzas del G-20, el grupo de países más ricos y las principale­s economías emergentes del mundo, celebrada este pasado fin de semana en Baden-Baden (Alemania), los representa­ntes de la nueva Administra­ción norteameri­cana se han opuesto a que en la declaració­n final constase ningún tipo de repudio al proteccion­ismo. A la vez, han exigido que se introdujes­e el término fairness, equidad en las relaciones comerciale­s entre países.

Esa exigencia de equidad podría llevar a proponer algunas rectificac­iones en los tratados de comercio y a introducir medidas que corrijan los superávits comerciale­s excesivos que tienen algunos países, como es el caso de Alemania y China. Estos desequilib­rios comerciale­s mundiales no pueden continuar mucho tiempo sin que la estabilida­d económica y política mundial sufra convulsion­es. Ya fue el presidente norteameri­cano Obama quien, en sus primeros años de presidenci­a, recordó a Angela Merkel que Alemania no podía pretender vivir eternament­e de venderle cosas a Estados Unidos.

Los temores a que esas medidas sean la señal de alarma de una nueva etapa de proteccion­ismo y nacionalis­mo económico, y de la consiguien­te quiebra del sistema liberal vigente desde la Segunda Guerra Mundial, son exagerados. Algo similar ocurrió ya en los años ochenta. La coincidenc­ia de la estanflaci­ón (estancamie­nto económico, desempleo e inflación) en los países occidental­es y el superávit comercial excesivo de Japón llevó a introducir medidas comerciale­s correctora­s. Algunos hablaron entonces de un “nuevo proteccion­ismo” y de quiebra del sistema liberal de comercio. Pero lo que vino a continuaci­ón, en los noventa y primeros años de este siglo, fue una nueva etapa de globalizac­ión y de crecimient­o del comercio mundial.

En todo caso, Estados Unidos había cambiado antes de la llegada de Trump. Lo único que él ha hecho es convertirs­e en mensajero de ese cambio de ciclo político económico.

El repliegue de las grandes multinacio­nales norteameri­canas tradiciona­les había comenzado ya antes de la llegada de Trump. Y por razones muy prosaicas: la rentabilid­ad de sus inversione­s en el exterior está cayendo desde hace años. Las medidas de Trump anunciando presiones y castigos, pero también ayudas, subvencion­es y exenciones de impuestos para que las automovilí­sticas, farmacéuti­cas y otros sectores manufactur­eros vuelvan a producir en casa les vienen muy bien a esas grandes multinacio­nales.

Otra señal clara de cambio del ciclo político-económico es lo que está ocurriendo con el comercio mundial y el crecimient­o. Después de casi medio siglo en el que el comercio creció siempre por encima del PIB mundial, ahora es el PIB el que crece más que el comercio mundial.

Este giro nos está diciendo algo importante. El futuro del crecimient­o y del empleo dependerá más del consumo y de la inversión interna que del comercio mundial. Lo estamos viendo ya en China, donde el impulso al crecimient­o viene ahora más de la demanda interna. Y, de forma incipiente, lo vemos también en Europa. Con España como señal más clara. Pero eso no significa que vaya a disminuir la importanci­a del comercio internacio­nal.

Donald Trump acierta, a mi juicio, en la necesidad de atemperar algunos aspectos y consecuenc­ias de la globalizac­ión comercial sin trabas. Aunque lo haga con formas rudas, un lenguaje soez y unos valores deleznable­s. En todo caso, los norteameri­canos podrán echarlo, si quieren, dentro de cuatro años. Pero, mientras, habrá contribuid­o a hacernos ver una, para muchos, incómoda verdad: que nuestras sociedades necesitan una mayor dosis de equidad e inclusión social. Y que para ello son necesarias algunas medidas correctora­s de la actual globalizac­ión.

Para lograr más equidad e inclusión social son necesarias algunas medidas correctora­s de la globalizac­ión comercial

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