El jardín de las primaveras
El Park Güell completa su transformación como vergel para plantas de clima mediterráneo
El Park Güell está intensificando la recuperación de las plantas, arbustos y árboles típicamente mediterráneos para enriquecer su biodiversidad mientras se transforma incorporando la perspectiva de la jardinería histórica. El resultado esta primavera es un vistoso brote y floración de su vegetación, que se presenta exuberante y que prolongará esta imagen hasta la entrada del verano. Las replantaciones siguen aquí un criterio histórico. “De una parte, se tienen en cuenta las plantas que sabemos que Gaudí utilizó, y de otra, las que estaban disponibles en los viveros en la época de plantación original del Park, entre 1901 y 1914”, explica Lluís Abad, técnico del departamento de espacios verdes y biodiversidad del Ayuntamiento de Barcelona.
En este proceso, se están plantando especies que se corresponden con las que se pusieron al construirse el parque entre 1901 y 1914 (aunque sus propietarios vendieron el Park Güell al Ayuntamiento en 1922). Hay variedades ornamentales propias de la cuenca mediterránea, pero también de otros climas del mundo que ya se empleaban a principio del siglo pasado como plantas de jardín: mimosas, magnolias, palmeras y palmitos.
El resultado es que a lo largo de las últimas fechas de invierno y este inicio de la primavera, conviven en el Park plantas que van encadenando sus fases de brote y floración. Por eso, este es el lugar privilegiado y único para descubrir y palpar la temperatura de la primavera y sus efectos sobre una naturaleza que se muestra espléndida y casi salvaje a pesar de estar en un entorno urbano.
La variedad de plantas y un invierno relativamente suave han permitido que algunas estuvieran en flor casi todo el año, como es el caso de la lavanda (Lanvadula angustifolia), mientras que cerezos, retamas y acacias están ahora en plena floración. “El Park Güell es un lugar idóneo para comprobar el paso estacional, tanto en lo que respecta a las plantas como a las aves”, dice Abad. Se han plantado árboles y arbustos que dan sus frutos en otoño, para que el lugar sirva de refugio de los pájaros, lo que permite ampliar el ángulo de la biodiversidad al visitante.
Abad destaca la presencia de muchas plantas mediterráneas que, al contrario de lo que podría pensarse, no tienen su máxima actividad en verano, sino a la salida del invierno. Por eso, el jardín se ha mostrado vital en los últimos días de invierno, en los que ha irrumpido una bien sincronizada floración de cerezos de Santa Lucía (Prunus mahaleb), mimosas, retamas y madreselvas, y pronto florecerán algunas rosáceas, como el espino majuelo o el acerolo.
El final del invierno es el mejor momento vegetativo para muchas plantas mediterráneas, pues tras el reposo invernal y la humedad ganada por las lluvias, ya han echado sus flores y sus frutos, mientras que cuando llega el calor intenso estas plantas entran de nuevo en un reposo vegetativo (al ser ya un periodo menos favorable para ellas). “La idea que tenemos es reforzar este tipo de plantas, porque tienen una buena adaptación al clima y también logramos así reconstruir una jardinería histórica, que responde a las plantaciones realizadas en la época en que se creó el Park Güell”, explica Lluís Abad.
Esa sucesión de floraciones también se ve favorecida por los ritmos diferentes de cada planta, lo que a su vez es consecuencia de su ubicación o el punto de exposición, pues influye desde la mayor o menor altitud, las características del terreno, si hay algún elemento de protección del aire frío o si se encuentra en una pendiente en un lugar a resguardo de los vientos del norte.
Precisamente, y debido a los suaves inviernos, en los jardines mediterráneos abundan las plantas de hoja perenne, como encinas, pinos, cedros, algarrobos y olivos (muchos de estos últimos, procedentes del pasado agrícola del Park).
Un recorrido por el Park Güell permite comprobar la variedad de paisajes florales. Destaca la plena floración del durillo (Viburnum tinus), un arbusto que empieza a echar sus flores blancas en pleno invierno; la clivia, sudafricana, de vistosas flores naranjas, o el lentisco
(Pistacia lentiscus). Pero en estas fechas el protagonismo se lo lleva la espírea de Japón, también llamada corona de novia, que exhibe corimbos de flores blancas. Esta planta, como otras muchas procedentes de lugares de clima similar al mediterráneo en China o Japón, muestra una buen adaptación en Barcelona, con la particularidad de que prolongan la floración hasta bien entrada la primavera.
El parque depara sorpresas agradables como la lonicera, un tipo de madreselva arbustiva de flores blancas en forma de campana y fragancia dulce (por algo se llama Locinera fragantissima) que surgen de algunas yemas antes incluso de que aparezca las hojas; es lo mismo que hace el árbol del amor (Cercis siliquastrum), de flores de color rosa morado intenso o blanco. “Árboles como este permiten dar una gran variación a la floración y permiten a los visitantes disfrutar”, dice Anna Bernal, conservadora del Park Güell.
JARDINERÍA HISTÓRICA Las plantaciones tienen en cuenta las especies que Gaudí usó y las de los viveros de la época DIVERSIDAD CROMÁTICA Conviven plantas que van encadenando las distintas fases de brotación y floración