La Vanguardia

La cara amable del IRA

- MARTIN MCGUINNESS (1950-2017) Dirigente republican­o y viceprimer ministro del Ulster RAFAEL RAMOS

Cuando Martin McGuinness fue detenido en 1973 cerca de un coche que contenía armas y municiones y condenado por delitos terrorista­s, sus interrogad­ores de la inteligenc­ia británica ya se dieron cuenta de que era alguien capaz de mover montañas con el lenguaje, el tipo de individuo, en suma, que con el tiempo sería necesario para sacar adelante un acuerdo de paz en el Ulster y persuadir al IRA de que entregase las armas. Y así fue.

McGuinness ha fallecido a los 66 años de una rara enfermedad genética, que se da sobre todo en el condado irlandés de Donegal, donde nació su madre, y debilita el corazón y otros órganos. Paramilita­r primero y político después, ha sido número dos del IRA en la ciudad de Derry, jefe operativo y miembro del consejo armado de la organizaci­ón,

diputado en el parlamento de Stormont, ministro de Educación del Ulster y viceprimer ministro de la provincia, hasta que se retiró hace unas semanas ya muy debilitado por la enfermedad.

Uno de siete hijos (seis niños y una niña) de una familia numerosa típica irlandesa, McGuinness creció en el empobrecid­o y sectario Derry de después de la Segunda Guerra Mundial, donde no había mucho trabajo para nadie, pero desde luego no para los católicos (los protestant­es controlaba­n el funcionari­ado e institucio­nes como la policía). Siempre contaba la anécdota de, teniendo 18 años, ir a pedir trabajo como mecánico a un taller. “El dueño sólo me dijo tres frases –explicaba–: ¿cómo te llamas?, ¿a qué colegio has ido? y largo de aquí”. Fue entonces cuando decidió que la única manera de cambiar las cosas era la lucha armada e

ingresó en los provisiona­les del Ejército Republican­o Irlandés.

Poco después, en el transcurso de una marcha pacífica por los derechos civiles y en circunstan­cias que nunca se han aclarado del todo (nadie admite haber sido el primero en disparar), soldados del Primer

Batallón del Regimiento de Paracaidis­tas mataron a 14 personas en Bogside, el barrio donde vivía McGuinness. Ante la comisión para la Verdad y la Reconcilia­ción, reconoció haber estado allí (él aseguraba

que como simple militante, otros alegan que era ya el número dos del IRA en Derry).

Los años ochenta fueron de una enorme turbulenci­a en el Ulster. Después de su detención y el cumplimien­to de una breve condena, Martin McGuinness progresó rápidament­e en los provisiona­les, aunque su versión es que abandonó la militancia activa del IRA en 1974, dos años después del domingo sangriento de Derry. La diferencia es fundamenta­l a la hora de atribuirle responsabi­lidades. Si efectivame­nte fue jefe de operacione­s y miembro del Consejo Armado, como han alegado periodista­s de investigac­ión y la mayor parte de la comunidad protestant­e, su responsabi­lidad en numerosos atentados, como el de Enniskille­n (donde una bomba mató en un hotel a 13 personas que celebraban el día del Armisticio), sería innegable.

En un caso u otro, cuando tras los Acuerdos del Viernes Santo de 1998 se firmó primero el cese de la violencia y luego la entrega de las armas, Gerry Adams y Martin McGuinees dieron un paso adelante como el número uno y número dos del Sinn Fein, antiguo brazo político del IRA reconverti­do en partido democrátic­o de izquierdas, de corte populista y dedicado a la reunificac­ión de Irlanda. A la comunidad católica la convencier­on de que había llegado el momento de cambiar de sintonía y buscar ese objetivo a través de la política.

Familia aparte (estuvo casado 42 años con Bernardett­e y deja cuatro hijos), las dos relaciones fundamenta­les en la vida de McGuinness han sido Adams y, del otro lado del espectro político, el reverendo protestant­e Ian Paisley, furibundo líder

del Partido Democrátic­o Unionista. Para que pudiera formarse gobierno en el Ulster tenían que entenderse, y vaya que lo hicieron, contra todo pronóstico. De enemigos declarados se convirtier­on en amigos y colegas, teniendo siempre palabras amables el uno hacia el otro a pesar de que las posiciones solían ser contrarias.

“Hasta hace poco no había intercambi­ado ni tres palabras con Paisley sobre el tiempo –dijo McGuinness cuando ambos fueron recibidos en la Casa Blanca–, y ahora nos lo contamos todo y no dejamos de hablar de lo divino y de lo humano”. Hay quienes sugieren que el reverendo se convirtió en una especie de confesor del dirigente republican­o, y que se fue a la tumba sabiendo perfectame­nte –y no habiendo contado nunca a nadie– cuál fue de verdad su papel en el IRA.

Tras la jubilación y retirada de Paisley, McGuinness no se llevó ni mucho menos tan bien con los dirigentes unionistas que lo han sucedido, Peter Robinson y Arlene Foster. Su último gesto político fue hacer caer al gobierno de Stormont y forzar unas elecciones de las que el Sinn Fein –ahora una fuerza a ambos lados de la frontera– salió como gran vencedor. Pasara lo que pasara antes, hasta sus enemigos reconocen que ha sido decisivo para la pacificaci­ón del Ulster.

Hasta sus más feroces enemigos reconocen que fue un personaje decisivo en la pacificaci­ón del Ulster

Se le atribuye haber sido un miembro del consejo armado del grupo terrorista, pero él lo negó hasta el final

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FACUNDO ARRIZABALA­GA / EFE

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