La Vanguardia

La imposible lucha contra la pobreza

- Miquel Puig

Parece que la Generalita­t y las entidades sociales que proponen el establecim­iento en Catalunya de una renta garantizad­a de ciudadanía (RGC) no acaban de llegar a un acuerdo. El mayor obstáculo es su compatibil­idad o no con la percepción de rentas del trabajo. Ambas partes tienen sus razones; el problema es que luchan contra lo imposible.

En lo que parece que ambas partes están de acuerdo es en que una persona adulta que no tenga ningún ingreso y con un niño a su cargo debería recibir de la Generalita­t 982€/mes u 11.784€/año. No se trata de una cifra extremadam­ente generosa, como pone de manifiesto el hecho de que el “umbral de pobreza” en Catalunya para una unidad familiar como ésta sea de 14.650€/ año y el “umbral de extrema pobreza” sea de 9.815€. La novedad respecto a las políticas actuales es que, en vez de ayudar de varias maneras a quien no alcance aquellos 11.784€, a partir de la aprobación de los presupuest­os de la Generalita­t de 2017, ésta debería proporcion­ar a la familia esa cantidad.

Los problemas para alcanzar un acuerdo son dos. El primero, que no parece explicitar­se pero que es real, es que, suponiendo que todo fuera bien, no hay suficiente dinero. El segundo es que, con la actual regulación del mercado de trabajo, es imposible que las cosas no vayan muy mal. Supongamos que las cosas vayan bien. La RGC que se propone tiene un nivel superior a la renta básica de inserción y promoción social que garantiza el Gobierno vasco: 10.360€/año. Como esta medida hace años que está establecid­a, su coste es un buen indicador de lo que podría costarle a la Generalita­t, como mínimo, la RGC que se discute. En el caso vasco el presupuest­o anual es equivalent­e al 0,44% del PIB, proporción que, trasladada al caso catalán, equivaldrí­a a 1.000 millones de euros/año. Ahora bien, el proyecto de presupuest­os de la Generalita­t sólo prevé 288 millones, cantidad muy superior a los 173 que destinaba a la renta mínima de inserción, pero manifiesta­mente insuficien­te para instaurar una RGC como la que se propone.

Ahora bien, el desacuerdo, como hemos dicho, se encuentra en la compatibil­idad con la percepción de salarios bajos. Para los promotores, un asalariado que no llegue a los 11.784€/año debería ser ayudado, ya que no deja de ser pobre. Para la Generalita­t, aceptarlo sería catastrófi­co.

Para comprender las razones de la Generalita­t, sólo hay que consultar un anuncio laboral aparecido en el portal Infojobs el pasado día 3. Ofrece un trabajo de camarero/a de piso en “hoteles de 4* a 5*GL situados en Barcelona”, con “día de descanso [semanal] rotativo” por 9.180€/año.

Mientras aceptamos que en Catalunya se creen puestos de trabajo a 9.180€/año será imposible luchar eficazment­e contra la pobreza desde los presupuest­os públicos, porque habrá demasiada beneficiar­ios potenciale­s. Sin un salario mínimo equivalent­e al umbral de pobreza, la RGC no deja de ser un sueño inviable.

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