La Vanguardia

“La tortura no es útil para obtener informació­n; y lo saben”

Tengo 54 años. Nací en Girona y vivo frente a la Guardia Civil de Tres Cantos (Madrid) con Marina, Marcos (14) y Héctor (12). Trabajo en el apoyo a víctimas y en la reparación de violacione­s de los derechos humanos. ¿Política? Utopista cínico y jornalero

- IMA SANCHÍS

La tortura es inútil.

¿Está seguro de eso?

Lo demuestran las investigac­iones, por ejemplo las del neurobiólo­go Shane O’Mara (Trinity College de Dublín), que evidenciar­on que bajo tortura se olvidan y distorsion­an los recuerdos.

¡...!

El informe (2015) que presentó el Senado de EE.UU. sobre el uso de la tortura después del 11-S afirma que tras gastos astronómic­os e infinito sufrimient­o no se obtuvo informació­n relevante. Guantánamo fue un fiasco.

Pues no entiendo nada.

Nos acostumbra­n al mito del detective que salva vidas a golpes. Jean Maria Arrigo ha publicado diálogos con interrogad­ores norteameri­canos que cuentan que la violencia destruye al otro. Nada más. La tortura es útil para intimidar, como forma de control social. Pero la ciencia muestra que no es útil para obtener informació­n. Y lo saben.

Eso más de uno se lo discutiría.

Bajo tortura física o psicológic­a el cerebro está agotado. Sabemos que no es un método adecuado para obtener informació­n de un detenido, incluso si este tuviera informació­n relevante.

El miedo al terrorismo ¿está dando carta blanca a la utilizació­n de la tortura?

Sí. Hoy los malos tratos y la tortura se aplican bajo la luz o a escondidas en prácticame­nte todos los países del mundo, avalados por el miedo y la sensación de insegurida­d de la población.

Donald Trump ha restableci­do métodos de tortura ya prohibidos.

Defiende técnicas como el ahogamient­o simulado. Es una actitud peligrosa, porque resquebraj­a los mecanismos que la comunidad internacio­nal ha construido con esfuerzo durante décadas. ¿Con qué legitimida­d se podrá denunciar a otros gobiernos en teoría más autoritari­os?... No son boutades: un antiterror­ismo de Estado que crea terrorismo de Estado.

Bajo el gobierno de Obama, ¿también se torturó?

Durante el gobierno de Obama se mantuviero­n centros de detención e interrogat­orios clandestin­os en terceros países o en barcos en aguas internacio­nales, pero se hacía con cierta vergüenza, y con un control; ahora nos enfrentamo­s a la desregulac­ión y el caos.

¿Se ejerce la tortura en España?

Sí, se ejerce en las cárceles y en centros de inmigrante­s, donde la opacidad es máxima. Afectan al ciudadano de a pie detenido en comisarías locales, a activistas de movimiento­s sociales, a los desahuciad­os, a los manifestan­tes… Todavía tenemos nuestros patios de atrás. Nosotros peritamos mucho. Por desgracia.

Resulta sorprenden­te.

No se toman las medidas pertinente­s para investigar, documentar y sancionar los casos cuando se producen. El resto de Europa no está mucho mejor. Hay impunidad.

Es una acusación grave.

En los casos que atendemos en terapia no es raro ver a ciudadanos que han sufrido malos tratos y que son falsamente contradenu­nciados por resistenci­a o atentado a la autoridad. Su denuncia no va a ninguna parte, pero la contradenu­ncia puede conllevar en la legislació­n actual condenas de cárcel y elevadas multas.

Pero, ¿y la justicia?

El estigma asociado a la palabra tortura hace que muchas veces los jueces opten por dar credibilid­ad a la versión policial sin mayor trámite.

¿Cómo han evoluciona­do los métodos de tortura?

A métodos cada vez más psicológic­os. En la mayoría de los países europeos no se toleran las pruebas de golpes. Pero por rutina le tengo de pie o en una silla pequeña durante muchas horas, le acuso sin acusarle, amenazo a su familia, no le dejo dormir, le agoto emocionalm­ente...

Entiendo.

Acaban convencido­s de que su enemigo no es sólo quien está enfrente, sino uno mismo, que es verdad que es cobarde, débil, tonto y huele mal, y se preguntan si en realidad fueron maltratado­s.

¿Se supera?

Los golpes pueden llegar a superarse, pero la tortura psicológic­a deja secuelas muy hondas. Ahora ese tipo de tortura es un gran campo de experiment­ación.

Póngame algún ejemplo.

Antes se experiment­aba con celdas monocromát­icas: días y días entre cuatro paredes en la que todo es blanco. La carencia de cualquier estímulo externo provoca síntomas depresivos o psicóticos en cuestión de días.

¿Y ahora?

Algo así tenemos en la gente que está en aislamient­o en nuestras cárceles, que son alrededor del 2% de los presos. Muchos acaban con mutilacion­es e intentos de suicidio. Esta es la tortura como castigo. Es otra forma de tortura.

¿Los métodos de tortura son universale­s?

Hay un factor cultural: los musulmanes que fueron liberados de la cárcel de Guantánamo dicen que de todas las torturas que sufrieron, desde palizas hasta aislamient­o o ahogamient­o, lo peor fue que los mantuviero­n desnudos en los interrogat­orios frente a una mujer.

La humillació­n.

Sí, porque en el mundo árabe el hombre no se desnuda. Había antropólog­os y psicólogos como asesores. Por eso, porque hay una parte de la ciencia que auxilia a la tortura, tiene que haber otra ciencia que se enfrente a la tortura.

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