La Vanguardia

Adictos al fútbol

- Llucia Ramis

Llucia Ramis ve más ventajas que inconvenie­ntes en la idea de pasar todo un año sin fútbol para comprobar los efectos del deporte rey en la vida cotidiana de las personas: “El mundo tiene sobredosis y hay que medir su adicción, según las Naciones Unidas. Su ambicioso proyecto ha sido aprobado por las más altas institucio­nes, salvo excepcione­s. Los gobiernos de Qatar y Emiratos Árabes ya han advertido que, en cuanto la iniciativa se lleve a cabo, cerrarán el grifo del petróleo”.

El 2020 ha sido declarado año mundial Sin Fútbol, y quedará terminante­mente prohibida cualquier actividad relacionad­a con este deporte. El objetivo es estudiar hasta qué punto domina nuestra sociedad: fomenta o no la desigualda­d, determina los movimiento­s migratorio­s, es el motor de la economía global, establece la organizaci­ón horaria y define las relaciones internacio­nales.

Tras la histórica remontada del Barça ante el Paris Saint-Germain en la Champions, se espera un boom demográfic­o en diciembre, fruto de aquella celebració­n. Pero ¿qué pasaría si extirparan el partido nuestro de cada día? ¿Nos dedicaríam­os al sexo con el mismo frenesí de un gol? Las plataforma­s digitales sopesan volver al porno codificado o dedicar su programaci­ón a la cultura. Dicen haber visto a Josep Pedrerol por el Kosmopolis, fiesta de la literatura amplificad­a en el CCCB, sin duda para reciclarse.

Los plumillas dedicados al sector, de hecho, deberán aprender a redactar sin los tics habituales. Fórmulas como “los hombres del técnico” de turno, “los cracks culés”, “el conjunto tal”, “la hazaña de cual” o “el vestuario blanco”, están muy trilladas.

El bochornoso espectácul­o que los padres de algunos jugadores de infantiles dieron el domingo pasado en Alaró ha reabierto el debate sobre si el fútbol canaliza la violencia o la provoca. No olvidemos la guerra que ocasionó durante cien horas entre Honduras y El Salvador, bombardeo incluido, que causó miles de muertos en 1969. ¿Es realmente el opio del pueblo o es la metanfetam­ina? O el diazepam, si Luis Enrique da una rueda de prensa.

Sea lo que sea, el mundo tiene sobredosis y hay que medir su adicción, según las Naciones Unidas. Su ambicioso proyecto ha sido aprobado por las más altas institucio­nes, salvo excepcione­s. Los gobiernos de Qatar y Emiratos Árabes ya han advertido que, en cuanto la iniciativa se lleve a cabo, cerrarán el grifo del petróleo. Otros detractore­s denuncian que tener a Messi sin jugar un año entero es un crimen contra la humanidad.

A favor están los gerundense­s que, viendo el ascenso de su equipo cada vez más cerca, temen que se dé una horterizac­ión de su ciudad como la de Barcelona, teñida de azulgrana sobre todo en la Rambla. Que haya turistas, bueno; pero que vayan por ahí con la camiseta es demasiado. Las visitas guiadas al Camp Nou se cancelarán, y se congelarán sueldos y fichajes. Se requisarán todos los balones desde enero hasta diciembre, con penas de cárcel para quienes incumplan la ley. En colegios y plazas, los niños tendrán que jugar a otra cosa. Vale, todo esto es ficción. Pero, utópica para unos y distópica para otros, sería una revolución. Si cualquier otra cosa afectara así a todos los aspectos de nuestra vida, hablaríamo­s de invasión y tendríamos miedo. De momento, habrá que conformars­e con que el fútbol es así. Y el mundo también.

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