La Vanguardia

Operación palo y zanahoria

- Mdgarcia@lavanguard­ia.es

El apelativo de operación diálogo no se correspond­e con la realidad. Desde el almuerzo que mantuviero­n Mariano Rajoy y Carles Puigdemont en la Moncloa a principios de año, ambos saben que ahora no existe atisbo alguno de entablar un diálogo sobre el conflicto político en Catalunya. Así que ambos han optado por enfrascars­e en su propia campaña de reafirmaci­ón de posiciones propias y desgaste del contrario, que es en lo que estamos. Por ello, Rajoy se prodigará por Barcelona, mientras Puigdemont se deja caer por Madrid.

En los últimos cinco años, el Ejecutivo del PP ha estado desapareci­do de Catalunya. Al principio de su mandato, simplement­e Rajoy no lo consideró una prioridad. Después, a los miembros del Gobierno les empezó a resultar incómodo presentars­e en tierras catalanas. Presentían o temían que no serían bien recibidos y preferían ahorrarse el posible mal trago. Sólo la exministra de Fomento, Ana Pastor, mantuvo sus visitas más o menos regulares, gracias en parte a su buena relación con el entonces conseller del ramo, Santi Vila. En definitiva, el PP se borró de Catalunya. Ahora intenta recuperar a marchas forzadas el tiempo perdido.

Lo que el Gobierno del PP ha puesto en marcha no consiste tanto en abrir un diálogo con las institucio­nes, empezando por la Generalita­t (aunque ha aumentado la relación entre consellers y ministros), es sobre todo una ofensiva para reconectar con la sociedad organizada en Catalunya, es decir, para intentar seducir a sectores a los que había descuidado. Para impulsar esa operación, Rajoy, su vicepresid­enta, el ministro de Fomento y otros cargos, desembarca­rán el martes en Barcelona en un acto sobre infraestru­cturas al que han sido invitados 800 representa­ntes de la sociedad catalana. Allí se anunciarán inversione­s, sobre todo ferroviari­as.

Rajoy intenta transmitir a los catalanes que su rotunda negativa a hablar de un referéndum no significa que se desentiend­a de sus necesidade­s. Se trata de atenuar la imagen de intransige­ncia con mensajes más amables. El presidente de la Generalita­t también está intentando algo parecido. Ante la posibilida­d de que parte del votante independen­tista recele de la vía emprendida de los hechos consumados y la desobedien­cia, sobre todo en el Parlament, Puigdemont intenta suavizar esas aristas dejando en evidencia que el diálogo con las institucio­nes del Estado es imposible. De ahí que pidiera pronunciar una conferenci­a sobre el proceso soberanist­a en el Senado, consciente de que el PP, que tiene mayoría absoluta en la Cámara alta, procuraría impedírsel­o. De esta forma, el president se carga de razones para justificar la vía emprendida del referéndum unilateral.

Cada uno, por tanto, despliega su estrategia. Pero no le resultará sencillo a Rajoy convencer a los catalanes de que su cambio de actitud en materia de inversione­s es verdadero. El PP tiene un problema de credibilid­ad en Catalunya. Las promesas incumplida­s sobre inversione­s se han sucedido con demasiada frecuencia. Rajoy es consciente y por eso será él quien lo asuma como un compromiso personal. Aunque también Zapatero se fue de la Moncloa sin cumplir con la transferen­cia de los 750 millones de la disposició­n adicional tercera del Estatut, asumida por él personalme­nte.

Al PP siempre le ha resultado más cómodo satisfacer las reclamacio­nes del Ejecutivo vasco que las del catalán. Eso nunca ha levantado incómodas susceptibi­lidades en otros territorio­s. Y menos si es a cambio de los votos del PNV para gobernar. Pero cuando Aznar vio que necesitaba crecer en Catalunya para obtener la mayoría absoluta, los populares se volcaron en las infraestru­cturas catalanas. Fue una estrategia perfectame­nte planificad­a.

La operación de Rajoy combina el ofrecimien­to de inversione­s con la inflexibil­idad ante el proceso soberanist­a. Ya hay cuatro altos cargos condenados, entre ellos un presidente de la Generalita­t. Y esta semana la Fiscalía ya ha avisado de que vigila con lupa cada movimiento del Govern o del Parlament al abrir una investigac­ión por unos anuncios en prensa en los que se pide con insinuacio­nes apuntarse al censo para votar en el referéndum. En este punto, el Gobierno no dejará pasar ni una. Rajoy no es amigo de sofisticac­iones. Su estrategia se resume en una teoría clásica: Con Catalunya, palo y zanahoria.

Lo puesto en marcha el Gobierno del PP no es una operación diálogo. La estrategia de Rajoy es combinar el rechazo a un referéndum utilizando la vía judicial con la promesa de más inversione­s. Es la clásica teoría del palo y la zanahoria

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ÀLEX GARCIA HOYUELOS La vicepresid­enta Santamaría y el ministro de Fomento, de visita de obras en El Prat en febrero
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