Mientras dormías
Georg es un universitario alemán que estudiaba en Barcelona. Un domingo de mayo del 2016 fue atropellado por un coche en la Gran Via. Lo llevaron enseguida al hospital, donde el equipo médico le salvó la vida, pero quedó en coma: los pronósticos no eran alentadores. La familia decidió trasladarlo a un centro especializado en rehabilitación en Alemania.
Mientras dormía, mucha gente trabajó para Georg, pero cuando se despertó no se acordaba de nada ni de nadie: ni del personal médico del hospital, ni de los traslados en avión y helicóptero medicalizados, ni de la gente que lo visitó. Finalmente, un fin de semana de octubre del 2016, Georg (¡por su propio pie!) y su familia volvieron a Barcelona. Participó en la ceremonia de graduación de sus compañeros de estudios; visitó la habitación del hospital donde había sido ingresado, al personal sanitario que lo había cuidado... la capilla del hospital donde la familia rezaba por él. Él sólo sonreía y daba las gracias.
¿Cuántas cosas y personas hacen posible nuestra vida? Sólo mirando atrás nos daremos cuenta de que la tierra donde vivimos es el resultado de miles de millones de años de transformaciones de galaxias y estrellas. Que la especie humana es el resultado de miles de miles de años de hechos vinculados a la aparición y desarrollo de la vida biológica. Que la sociedad donde vivimos es el resultado de miles de años de inventos tecnológicos, sistemas políticos, valores y visiones del mundo. Que mi persona es el resultado de miles de circunstancias y decisiones vividas por mis antepasados. Y estas diversas historias (cósmicas, biológicas, sociales y familiares) confluyen a cada momento para crear las circunstancias que hacen posible mi vida. ¡Cuántas cosas y personas hacen posible nuestra vida!
¿Y si, en realidad, viviéramos siempre medio dormidos? ¿Y si pasara que sólo de vez en cuando me despierto, como Georg, para ser un poco más consciente de esta infinidad de personas y cosas? Quizás mi vida es un regalo continuo entregado por millones de manos que no puedo ni reconocer ni agradecer completamente.
Tal vez hay bastante con aceptar profundamente este regalo misterioso y ofrecer nuestra ayuda para mejorar el mundo que nos rodea. ¿Y si el final de la vida no fuera un dormirse, sino un despertarse del todo?