La Vanguardia

La URSS llegó antes

Los soviéticos alunizaron con éxito una nave no tripulada en 1966

- MOSCÚ

Aunque era de madrugada en la península Ibérica, millones de españoles estaban, como casi todo el mundo, pendientes del televisor (entonces en blanco y negro) para contemplar ese 21 de julio de 1969 un hecho histórico: la llegada del hombre a la Luna, que por la diferencia horaria sucedía un día después que en Estados Unidos.

Poco antes de las diez de la noche en Houston, donde está el centro de control de la NASA, Neil Armstrong ponía su pie izquierdo en la Luna.

EE.UU. había pasado el primero la línea de meta en una trepidante carrera que libraba con la Unión Soviética para enviar un hombre a la Luna. Lo que dijo Armstrong desde allí arriba (“Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad”) es tan cierto que ha ensombreci­do los éxitos de la URSS en la carrera espacial de la guerra fría. El diario español El Alcázar, por ejemplo, titulaba ese día: “A las 3:56, Armstrong puso el pie izquierdo en el Mar de la Tranquilid­ad. ¿Qué hace la nave soviética?”

La nave soviética lo había hecho casi todo. A pesar de que las autoridade­s tardaron en dar un apoyo firme, y de circunstan­cias ajenas o inexorable­s como la destitució­n del líder soviético Jrushov (1964) o la repentina muerte de Koroliov (1966), la URSS realizó un esfuerzo increíble y entre 1967 y 1972 lanzó 27 misiones no tripuladas relacionad­as con el programa lunar. Vasili Mishin, sucesor de Koroliov, pensaba que la URSS podría poner un hombre en la Luna en 1972. Pero ya no interesaba llegar los segundos.

Además, fue la URSS quien llegó primero a la Luna. Aunque no lo hizo un hombre. Fue el 3 de febrero de 1966: los ingenieros soviéticos lograron que la nave no tripulada Luna-9 realizase el primer aterrizaje de un ingenio humano en otro cuerpo celeste que no fuese la Tierra.

La llegada de esta sonda resultaba fundamenta­l. Luna-9 demostró que el suelo era firme y apto para el alunizaje de naves tripuladas, algo que las dos partes del telón de acero aprovechar­on. Cuando se posó, abrió sus largas placas con forma de pétalo y tomó fotos que durante tres días transmitió a la Tierra.

El radioastró­nomo británico Bernard Lovell dijo a la BBC que era “el logro final necesario para colocar un hombre en la Luna”. Pero ese fue un estadounid­ense.

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