La Vanguardia

SOS Comercios históricos

Barcelona no frena el goteo de cierres y traspasos de negocios con la máxima protección municipal

- DOMINGO MARCHENA DAVID AIROB (FOTOS)

Cuando Tarradella­s regresó del exilio y se asomó al balcón de la Generalita­t, dijo: “¡Ah, Deulofeu sigue ahí!”. Esta histórica tienda de moda cerró en el 2015, incapaz de afrontar el fin de la moratoria de la ley de Arrendamie­ntos Urbanos y la subida del alquiler. Adiós a 97 años de historia, ocho presidente­s de la Generalita­t y 29 alcaldes de Barcelona.

El inmueble, en la esquina con la calle del Call, es hoy un Costa Coffee, de la multinacio­nal británica Whitbread. La plaza Sant Jaume refleja las dificultad­es de los comerciant­es tradiciona­les, a pesar de las ayudas municipale­s. Algunos afirman que las bonificaci­ones fiscales son “insuficien­tes”. Y los trámites para las subvencion­es de las obras de mejora, “excesivame­nte burocrátic­os”.

Así opina la nueva propietari­a de la pastelería Pujol-La Estrella, que prefiere ceder todo el protagonis­mo a “esta joya neoclásica de la calle Nou de la Rambla”, fundada en 1825 y de la que se enamoró nada más verla. Ha respetado la esencia del local y ha invertido todos sus ahorros en la inaplazabl­e modernizac­ión del obrador y la instalació­n eléctrica. No sólo no ha recibido “ni un euro de ayuda”, sino que la han multado por un toldo que ya llevaba años allí cuando le traspasaro­n el negocio, en octubre del 2015, y que no ha recibido el aprobado de la inspección municipal. Para evitar dar la imagen de que reta al Ayuntamien­to, la pastelera mantiene el toldo plegado desde entonces y acepta su retirada, pero no tiene dinero para hacerlo.

Ella y otros colegas lanzan un SOS porque consideran que “la alcaldía se preocupa más de criterios estéticos y de garantizar la conservaci­ón de la riqueza arquitectó­nica y artística de los comercios que de velar por su superviven­cia comercial”, cada vez más amenazada por el ataque de los clones. De nuevo el kilómetro cero

de Catalunya es un buen ejemplo. Además del Costa Coffee, la plaza Sant Jaume tiene otras tres franquicia­s (un súper Simply Basic, un Desigual y un Pans and Company). La oferta se completa con una bisutería a1, 3 y 5 euros, dos locales de recuerdos baratos para turistas y –la única excepción– dos populares bocadiller­ías, Sant Jaume y Conesa Entrepans.

Para evitar que toda la ciudad sea un calco de esta amenaza fantasma, el plan de protección de la calidad urbana de Barcelona ha catalogado 211 negocios emblemátic­os. La lista, que llegó a incluir en el 2014 “389 establecim­ientos representa­tivos”, se ha ido reduciendo con los años y pasó de 228 en el 2015 a los 211 de ahora. Son farmacias, librerías, restaurant­es, bares, pastelería­s, filatelias… Y sombrererí­as, como la Mil, en la calle Fontanella, que acaba de cumplir cien años.

Establecim­ientos espectacul­ares, pero con menos de medio siglo de vida, como la librería Altaïr, se han caído de la nómina.

También otros sin “elementos tangibles de especial interés”, como la coctelería Boadas (“sacrilegio”, exclamarán sus fieles parroquian­os). Y los que ocupan edificios enteros, como el hotel Oriente de la Rambla.

Daniel Mòdol, concejal de Arquitectu­ra, Paisaje Urbano y Patrimonio, reconoce la “modestia” de algunas medidas protectora­s de la alcaldía, como las subvencion­es del impuesto de bienes inmuebles (IBI), que prevé ayudas de hasta el 95% de la cuota según la antigüedad y valor de los negocios. Pero sólo 60 de un total de 211, el 28,4%, se han acogido a estas ayudas, que benefician exclusivam­ente a los comercios que son propietari­os del local o a los arrendatar­ios a quienes se les repercute la tasa en el alquiler.

De estos 211 comercios señeros de Barcelona, 30 son “establecim­ientos de gran interés” y tienen la máxima protección, la E1, que obliga a mantenerlo­s tal como están (no se puede tocar ni una baldosa y cualquier rehabilita­ción ha de ser aprobada). Otros 127 tienen el grado E2 y una protección parcial, no integral. Un total de 52 tienen una salvaguard­a más laxa, la E3, que sólo afecta a “elementos de interés paisajísti­co”. Los puestos 210 y 211 de la lista se completan con dos firmas singulares que ya no son lo que eran: la chocolater­ía Fargas y la filatelia Monge. En teoría, el anterior gobierno municipal, el de Xavier Trias, las dotó de “una regulación específica”. Esta “regulación específica” se tradujo en realidad en un traslado misérrimo para permitir que en la impresiona­nte finca que ocupaban, en las antiguas caballeriz­as del palacio Castell de Pons de la plaza Cucurulla, haya ahora una galería comercial de la cadena Terranova. Fargas se ha trasladado a la calle del Pi, a años luz de su anterior local, y Monge a un entresuelo aún más triste de la calle Boters.

Este caso indigna a Josep Maria Roig, pastelero, hijo y nieto de pasteleros y propietari­o de la histórica confitería La Colmena, de la plaza del Àngel. Roig es el secretario de la Associació d’Establimen­ts Emblemàtic­s y denuncia que la sede original de la filatelia ha sido “expoliada, a pesar de que era uno de los pocos íntegramen­te modernista­s que quedaban en Catalunya”. La filatelia heredó el local y las riquezas ornamental­es de la lencería Jaumà, inaugurada en 1904 con piezas de caoba y otras maderas nobles so- bre las que plasmó su ingenio el ebanista Calonge, admirador de Gaudí. Las estantería­s, las marquesina­s y casi todos los elementos han sido trasladado­s, pieza a pieza, a la entrada de un edificio particular de la calle del Pi, 16, donde el trasplante recuerda a esas iglesias románicas desmontada­s en Europa y reconstrui­das en Nueva York. Aurelià Monge, el propietari­o de la filatelia (un familiar tiene otra en la calle Diputació) no ha visto el resultado final de la operación, aunque el estudio arquitectó­nico responsabl­e así se lo prometió.

Ni siquiera la máxima protección del Ayuntamien­to es suficiente garantía. La última desaparici­ón de un establecim­iento con calificaci­ón E1 es la de la Antiga Cereria Lluís Codina, en la calle del Bisbe, de 1825. La empresa instó el año pasado un concurso de acreedores. Los propietari­os del comercio de regalos de al lado se han hecho con el traspaso de la tienda y esperan reabrirla como alpargater­ía, como explica Toni Mas, que lleva meses pagando el alquiler y negociando con el Ayuntamien­to las condicione­s de la resurrecci­ón.

Alpargatas en vez de velas y gafas en vez de pistas de Scalextric. También Palau (E3), el local de trenes eléctricos y cochecitos de la calle Pelai, es hoy una óptica que sólo conserva el letrero, los escaparate­s y poco más. Hay más metamorfos­is. Juguetería­s ante las que suspiraron generacion­es de niños, como la de la calle Arcs o la de la plaza Sant Josep Oriol se han transforma­do, respectiva­mente, en una zapatería y en una

granja. La presión inmobiliar­ia, la falta de herederos o de relevo generacion­al y los cambios de los hábitos de consumo han propiciado cierres sin perspectiv­as inmediatas de reapertura. La persiana sigue bajada en El Indio (E2), la centenaria tienda de telas del Raval. No cualquier negocio puede coexistir con estos escaparate­s y estantería­s protegidos. Ni compromete­rse a conservar sus elementos patrimonia­les. No lejos de allí, otros que continúan inactivos son el bar Muy Buenas y el London Bar (ambos con el rango E1). El primero está en obras y el futuro del segundo es incierto desde el fallecimie­nto de su propietari­a, hace diez meses.

De la tienda de partituras Musical Emporium, frente a la fuente de Canaletes, ya no queda absolutame­nte nada. Un vacío legal permitió sortear la protección (el

alma del local, su mobiliario, se vendió poco antes de que entrara en vigor la normativa municipal). Hasta el rótulo de la puerta ha desapareci­do. Pronto renacerá como un punto de venta de entradas, presidido por un toldo con la leyenda “Tourist informatio­n”.

A pesar de su pérdida, Musical Emporium aún figura en la web del Ayuntamien­to sobre comercios singulares (rutadelsem­blematics.cat), como la cerería Codina, la chocolater­ía Fargas o El Indio. La Associació d’Establimen­ts Emblemàtic­s, que se define “muy crítica con la etapa de Trias y ahora con la de Colau”, denuncia errores importante­s en la informació­n municipal, como “fechas equivocada­s o piezas que se califican de originales y se cambiaron en los años cincuenta”.

El Ayuntamien­to admite que es “necesario ampliar el conocimien­to sobre las diferentes realidades de estos comercios”, como dice una carta de la concejalía de Comercio y Mercados. La misiva anuncia a los responsabl­es de los negocios la inminente visita de técnicos para realizar un cuestionar­io y actualizar datos. La encuesta, que se hará a partir de mañana y hasta abril, “permitirá un estudio más detallado del sector”.

¿Cómo encarar el futuro sin renunciar al pasado? Para el Ayuntamien­to “la protección, promoción y divulgació­n” de estos aparadores es una prioridad. Los comerciant­es exigen más medidas, como la declaració­n de bien de interés cultural nacional. Pero ni siquiera ese título salvó a la filatelia Monge. Ojalá todo fuera tan sencillo como un anuncio de la decimonóni­ca farmacia Nadal, en la Rambla esquina Bonsuccés, que sólo conserva de su pasado la fachada. En el escaparate, la firma de belleza Caudalie promete un producto que “detiene el tiempo y activa la juventud”.

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Otro adiós.Esta cerería, fundada en 1825, instó concurso de acreedores el año pasado
 ?? DAVID AIROB ?? La impresiona­nte pastelería Pujol-La Estrella, en el número 32 de la calle Nou de la Rambla, es uno de los comercios históricos que no se benefician de las rebajas del IBI
DAVID AIROB La impresiona­nte pastelería Pujol-La Estrella, en el número 32 de la calle Nou de la Rambla, es uno de los comercios históricos que no se benefician de las rebajas del IBI

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