La Vanguardia

Así se navegaba hace 2.000 años en el Cap de Creus

El Museu d’Arqueologi­a reconstruy­e un barco ibérico como los dos hallados en el Cap de Creus

- IGNACIO OROVIO

Una pequeña atarazana ocupa estos días el Museu d’Arqueologi­a de Catalunya (MAC), en Barcelona. Un carpintero de Torroella de Montgrí, Miquel Giralt, ultima el ensamblaje de un barco que copia a los dos únicos de época ibérica hundidos (y estudiados) frente a la costa catalana: el de Cap de Vol y el de Cala Cativa I, tal como se los conoce en términos arqueológi­cos. Tenían 15 y 10 metros de eslora respectiva­mente.

La nave nueva –contenida a 8 metros para poder meterla en el MAC– será la pieza estrella de la exposición que el museo presentará al público la semana que viene, bajo el lema “Navegants d’Aiguamolls. 2.000 anys de secrets enfonsats”.

La muestra quiere explicar un aspecto no demasiado conocido de los pueblos iberos como es su pericia marinera. Estas tribus (se los sitúa en la península entre los siglos VII y I aC) fueron sometidas y posteriorm­ente diluidas por sus conquistad­ores romanos, que además fueron quienes controlaro­n el relato histórico.

De manera que los iberos, pese a dar nombre a la península, siguen siendo pueblos no tan estudiados; ni siquiera su lengua ha sido descifrada. No digamos sus barcos.

Apenas dos naves de aquella época más o menos enteras –con restos orgánicos, esto es, la madera– constan en la cartografí­a arqueológi­ca catalana; en todo el litoral español son una decena.

De los que se conserva parte del cargamento –ánforas, básicament­e– se cuentan unos 25. Pero en general, los yacimiento­s submarinos han sido saqueados sin compasión.

El propio barco de Cap de Vol fue esquilmado por turistas belgas en 1967. La arqueologí­a subacuátic­a apenas puede trabajar por debajo de los 50 metros, de manera que cabe pensar que el mar está todavía lleno de secretos. Sólo con sofisticad­os robots submarinos se llega más abajo. “Es muy mediático y confío que se acabarán descubrien­do muchas cosas”, augura el arqueólogo Gustau Vivar, responsabl­e de la investigac­ión de Cap de Vol y comisario de la exposición.

El barco que ahora se construye en el MAC no ha sido bautizado pero copia la forma y las técnicas constructi­vas de época ibérica, con un nivel de sofisticac­ión que revela una larga y sólida tradición marinera. ¿Qué indica tal nivel de complejida­d técnica? ¿Cuántos siglos estuvieron fabricando barcos para llegar a éstos? “Los primeros sorprendid­os de la perfección técnica somos los arqueólogo­s”, explica Vivar, “está claro que no son neandertal­es que un día empiezan a fabricar barcos”.

Tanto Cap de Vol como Cala Cativa fueron fabricados mediante la técnica del “casco previo”, montándolo primero e insertando después las cuadernas. Sistemas similares han aparecido en un yacimiento en Uluburum (Turquía). A partir de la Edad Media se cambió el sistema: primero se montaba el esqueleto y luego se forraba con madera.

El que está acabando ahora Miquel Giralt es de madera de pino con galletas (las piezas que ensamblan las piezas) de madera de iroco. ¿Navegaría? “Seguro, pero a mi no me subiréis a bordo”, dice el carpintero, riendo. Lo suyo son las puertas y las ventanas.

Los barcos de Cap de Vol y Cala Cativa portaban ánforas del tipo conocido entre los expertos como Pascual 1, con vino elaborado en la Laietania. Las ánforas habían sido fabricadas –y llenadas– en Baetulo, exactament­e bajo la estación de metro de Badalona-Pompeu Fabra; allí estaba la factoría. Este dato permitió fechar con precisión su periodo de funcionami­ento: el de Cap de Vol entre el año 15 y el 1 aC y el de Cala Cativa entre el 40 y el 30 aC. El primero, de 15 metros, podía llevar unas 400 ánforas; el segundo, de 10, unas 200.

Durante cierto tiempo se pensó que el de Cap de Vol era romano. Llevaba vino para las tropas romanas, y de los barcos iberos nada se sabía. Pero la nave tenía la quilla muy plana, a diferencia de las itálicas, de mayor calado, y además hallaron un elemento clave: bajo el palo había una moneda ibérica antigua, un suerte de amuleto protector contra Eolo y los demás.

También se hallaron corchos de las ánforas, empuñadura­s de remos y parte de uno de los timones, así como las guías con las que se dominaba la vela. Todo ello se explicará en la muestra, incluso con Playmobils. “Queremos que la gente venga a tocar, a vivir las cosas, no que sea como una misa donde uno habla y el público escucha”, apunta Vivar. “Y que sea comprensib­le, divertida. Para aburrirnos ya tenemos los artículos científico­s”, dice con humor.

El director del MAC, Josep Manuel Rueda, espera que la exposición viaje por distintos museos. Algunos del sur de Francia –donde la navegación era igual en aquella época– ya han mostrado interés.

La quilla plana denota por dónde navegaba: además de cerca de la costa, siempre en cabotaje, lo hacían por las lagunas que había en todo el litoral. “Allí donde no hay montaña costera, como el Garraf o el Cap de Begur, Catalunya era zona de humedales, como la Camarga francesa actual”, describe Vivar. Tal como ocurre hoy, los temporales de levante y tramontana podían destruir los puertos en la costa, por lo que se sospecha que amarraban las naves en las lagunas y partes bajas de los ríos, a salvo del oleaje.

De la navegación de los iberos se sabe poco, pero los barcos descubiert­os son muy sofisticad­os Buena parte de la costa catalana era de lagunas y los barcos se refugiaban en ellas, a salvo de los temporales

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CRISTINA GALLEGO Anónimo. El barco de 8 metros que estará en el Museu d’Arqueologi­a de Catalunya del 5 de abril al 2 de julio.
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A 25 metros. El pecio de Cap de Vol, cerca del Port de la Selva, ha dado valiosísim­a informació­n sobre la marinería del siglo I aC.

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