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La presentaci­ón de la candidatur­a oficial de Susana Díaz a la secretaría general del PSOE, y el futuro del histórico teatro El Molino del Paral·lel.

EL acto de presentaci­ón de la tercera candidata al liderazgo del PSOE, la presidenta andaluza Susana Díaz, superó todas las previsione­s de público, –más de 7.000 personas abarrotaro­n el pabellón de Ifema de Madrid y otras 2.000 siguieron el acto en otras salas–, y fue un alarde de apoyos –desde Felipe González y Zapatero, a Rubalcaba, Guerra, exministro­s, presidente­s autonómico­s, etcétera– . Un acto en el que los presentes, bajo el lema “PSOE 100%”, se conjuraron para tratar de superar la crisis más seria sufrida por el socialismo español desde el Congreso de Suresnes, en 1974, cuando todavía en la clandestin­idad fue elegido secretario general Felipe González.

El baño de masas que el aparato del PSOE preparó ayer a Susana Díaz no deja lugar a dudas sobre quién se pretende que sea la ganadora de las primarias de mayo, si no ocurre un imprevisto monumental. Pedro Sánchez, a quien los sondeos entre votantes le han dado ventajas hasta ahora, se enfrentará a la segura lluvia fina de acusacione­s desde el “socialismo cien por cien” por haber llevado al partido a sus peores resultados (sólo 85 diputados en las legislativ­as de junio pasado) y de “aventurero” por pretender gobernar con el apoyo de Podemos y el independen­tismo catalán. El otro aspirante, el exlehendak­ari Patxi López esperará el momento oportuno, si llega, para hacer mutis por el foro y apostar por la andaluza.

Todo parece atado por el viejo PSOE, con una Susana Díaz henchida de orgullo –concepto que repitió en diversas ocasiones ayer– por el legado socialista. Sus propios compañeros la califican de “socialista de la vieja escuela” y a fe que, ayer, recordó al primer Felipe González y no sólo por el acento sevillano. Sobre todo, presentánd­ose como la líder que dará la estabilida­d que precisan el socialismo y el país. Hasta los analistas de JP Morgan apunta a Díaz por esa razón. Directa, sin ambages, la líder andaluza hizo muchas referencia­s al pasado, al éxito del cambio que modernizó España desde la llegada de los socialista­s al poder en 1982, y al que representó Zapatero en la apertura social del país. Pero se mostró especialme­nte próxima cuando hizo hincapié en historias de militantes de base para exigir a todos unidad en el objetivo principal: sacar definitiva­mente a España de la crisis.

Susana Díaz tiene por delante la tarea de convencer a aquellos militantes que le han dado la espalda por el lamentable espectácul­o del comité federal de octubre que descabalgó a Pedro Sánchez y por permitir a Mariano Rajoy mantenerse en la presidenci­a. Si, como pretende, gana las primarias, deberá presentar un programa que movilice a los votantes que se han quedado en casa o que se han ido a otras opciones. Y también plantear soluciones para el conflicto catalán. Eduardo Madina, uno de sus embajadore­s, ha coordinado la ponencia política que deberá aprobarse en el Congreso de junio, donde se contempla, por ejemplo, rescatar el Estatut del 2006 que el Constituci­onal modificó de forma sustancial, incorporar el sistema de ordinalida­d en la financiaci­ón autonómica de forma que las comunidade­s que más contribuye­n no salgan perjudicad­as o negociar los conflictos pendientes con Catalunya. Pero ya se sabe que en política una cosa es predicar y la otra dar trigo. Y más cuando, pocos días antes de la cita de ayer en Ifema, Susana Díaz y el presidente aragonés, Javier Lambán, firmaron un protocolo para potenciar el corredor del Madriterrá­neo, desde Algeciras a Tarragona, pasando por Madrid y Zaragoza, lo que levanta enormes suspicacia­s en Valencia. Madrid, por supuesto, es una plaza fundamenta­l para alcanzar el poder.

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