La Vanguardia

“Soy hija de las cárceles sirias”

Noura Ghazi, abogada de derechos humanos

- FÉLIX FLORES Barcelona

LA REVOLUCIÓN ROBADA “El Estado Islámico apareció porque Bashar liberó a los yihadistas de la cárcel”

DE GINEBRA A MOSCÚ “Abriré negociacio­nes sobre los presos y empezaré en Rusia, que tiene el poder en Siria”

QUERELLAS EN MADRID Y BERLÍN “Quizá un solo caso en Europa rescate miles de detenidos. El régimen tiene miedo”

Noura Ghazi se casó sin vestido de novia en la cárcel de Adra el 7 de enero del 2013. Su marido, Basel Khartabil, era un ingeniero informátic­o bien conocido por desarrolla­r software libre en Siria, un activista civil que a la vez trabajaba en un modelo digital en 3D que reconstruí­a la antigua ciudad de Palmira. Noura y Basel se habían conocido en abril del 2011 tras una manifestac­ión, cuando la revolución parecía posible. Basel fue encarcelad­o al año siguiente. Noura, a quien el encarcelam­iento de su padre, opositor y sindicalis­ta, llevó a hacerse abogada de presos políticos y de conciencia, podía visitar a Basel una vez por semana, hasta que el 3 de octubre del 2015 fue trasladado. Ni Noura ni Amnistía Internacio­nal ni las compañías de internet que lanzaron campañas en su favor han vuelto a saber de él. Se cree que fue juzgado por los tribunales militares secretos, que no dan derecho a defensa ni informan a las familias.

Ahora, Noura Ghazi es la abogada de Familias por la Libertad, que agrupa a antiguos presos y familiares de detenidos y desapareci­dos – tanto por el régimen sirio como por los grupos armados–, de los que podría haber hasta 300.000 personas. El pasado febrero, Amnistía Internacio­nal denunciaba la muerte de 13.000 presos en la cárcel de Saydanaya entre el 2011 y el 2015, y el primer día de las conversaci­ones Ginebra IV, el mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, recogía en público las peticiones del grupo. “Fue un gran apoyo”, afirma Ghazi.

La abogada sigue viviendo en Damasco. “Tengo que pedir permiso para viajar, pero me respetan. Creo que el régimen quiere mejorar su imagen; es un cierto cambio. Sin embargo, ya no hay muchos activistas civiles en la cárcel porque la mayoría murieron bajo tortura o fuera de las prisiones. Todos los bandos han detenido activistas civiles. Hay canjes de prisionero­s pero el régimen sólo libera a los que portaban armas; los grupos armados sólo reclaman a su gente”.

En el 2011, el 2012, ¿la represión de la revolución, con detencione­s, torturas, asesinatos…, fue planificad­a o producto de un caos?

Fue organizada, y no en el periodo de Bashar el Asad sino ya en el de su padre. Los años 2013 y 2014 fueron los peores en cuanto a torturas y muertes bajo tortura.

Fueron los años de la eclosión del Frente Al Nusra (Al Qaeda) y del Estado Islámico (EI)… Sí, y sabemos cómo apareció el EI, porque los yihadistas fueron liberados de la cárcel de Saydanaya por Bashar [en la primavera del 2011 salieron libres unos 200, entre ellos Abu Mohamed el Golani, que fundó Al Nusra a las órdenes de Abu Bakr el Bagdadi, líder del EI, separándos­e luego]. Cuando esta gente llega a tal extremismo y comete crímenes tan graves, el régimen aparece ante el mundo como que combate el terrorismo. Desgraciad­amente, la revolución se convirtió en esto.

¿La revolución está perdida?

Sí. Nuestra revolución nos ha sido robada, la mayoría de activistas están fuera de Siria, no pueden tener un papel importante, somos rechazados por los partidos. Ya no salimos a la calle para pedir democracia, derechos humanos, sociedad civil, libertad de expresión… Sólo pedimos paz. Esa no era nuestra demanda pero ahora la gente muere, sufre, sólo quiere vivir en paz.

El Asad ha impuesto su narrativa: un régimen secular contra los islamistas radicales y yihadistas. (Risas) No creo que el régimen haya sido secular en todos mis años de vida, especialme­nte Bashar, que animó a un grupo islámico a dar sermones. ¡Si ahora se considera a sí mismo secular…! Bab Touma, el barrio cristiano de Damasco, de donde yo soy, está ahora lleno de chiíes.

¿El Archivo César, de 50.000 fotos tomadas en las morgues y las prisiones, o los informes de Amnistía y Human Rights Watch afectan al régimen sirio? Sí. No se imagina qué shock le causó aquel informe. También la querella criminal en España [una ciudadana española reconoció el cadáver de su hermano en esas fotos y llevó el caso a la Audiencia Nacional] y el otro caso presentado en Berlín [una demanda penal de siete supervivie­ntes de las cárceles contra altos cargos del régimen]. Todo esto les da mucho miedo, porque habrá responsabi­lidades un día. Yo intento abrir negociacio­nes sobre los detenidos. En Ginebra no pedimos su liberación porque muchos han cometido crímenes; sólo hemos hecho peticiones sobre el derecho a conocer las condicione­s de los detenidos y sobre los tribunales secretos, sólo por garantizar que las familias reciban informació­n, porque haya un juicio justo.

Nuestra estrategia es visitar países europeos, y empezaremo­s en Rusia. Iremos a Rusia, sí, porque tiene el poder en Siria. No entramos en política, nos basamos en la ley siria. Por eso Bashar Yaafari [el negociador del Gobierno en Ginebra] se molestó tanto cuando De Mistura le comunicó nuestras demandas, porque no tiene respuesta, no puede decir que se trata de terrorista­s porque no discutimos si lo son o no.

Uno de los abogados de Berlín, Mazen Darwish, dijo que “cuando la guerra acabe, no habrá seguridad en Siria si los criminales siguen allí”... No es posible hacer justicia durante la guerra, es una locura. Estoy de acuerdo con Mazen, pero eso es un sueño. La mayoría no pagarán. Lo sé. Pero lucharé por ello. Yo pertenezco a la cárcel, ¿sabe? He pasado 22 años visitando en prisión a los hombres de mi vida, mi padre y mi marido. Ahora sufro porque no puedo ir más. Pero he hecho terapia: tengo que volver a las cárceles. Mi trabajo principal era visitar prisiones para recoger testimonio­s, pero desde lo de Basel no puedo entrar en la prisión sin verle...

Lucha consigo misma. Lucho conmigo misma, con el régimen, con todo el mundo… Cuando visitaba a Basel en prisión estaba bien, pero ahora no sé si está vivo o muerto, y necesito sentir el duelo, esa tristeza, saber que está muerto. También hay un problema legal: toda mujer como yo sabe que no puede volver a casarse porque sigue casada, no se puede divorciar. Es muy duro también para los hijos: viví sin mi padre nueve años, llegué a olvidar su cara. Estoy dispuesta a dedicar mi vida a esto porque no quiero que nadie pase por lo mismo.

¿Cree que llevar casos a la justicia de otros países ayuda? Sí, sí. Creo que de esta manera el régimen pensará su próximo paso. Quizá un solo caso en Europa rescate miles de detenidos. Tienen miedo de que quizá no un caso pero unos cientos les afecten.

¿Y qué se puede hacer con las milicias que tienen secuestrad­os? El régimen dirá que tienen que hacer ustedes lo mismo. Sí. Pero creo que habrá algún tipo de acuerdo entre ellos. No debemos depender de eso, sin embargo, hemos de luchar en todos los campos. Y creo que tendremos resultados. Si no, al menos debemos recordar los nombres de las personas. Basel era muy conocido en Siria, pero pienso en otras esposas de desconocid­os. Por eso lucho por dar luz a todas las historias. Es muy importante para sus familias, y para ellos porque quizá sean liberados un día.

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ROSER VILALLONGA Noura Ghazi, en la sede de Amnistía Internacio­nal en Barcelona

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